El fogonero


LA BURGUESÍA RECONOCERÁ QUE TUVO LA RAZÓN


Orlando Ambrad*

¿Cómo conoció a Pacho y cuál fue su primera impresión?
En 1971 yo hacía política en el municipio del Guamo, Bolívar, con el Movimiento Revolucionario Liberal, MRL. Unos amigos de mi infancia que militaban en la Juventud Patriótica me hablaron de Mosquera y del MOIR. Me gustó mucho el planteamiento sobre reforma agraria y quise conocer más profundamente ese partido. Ya había conocido a la gente de Mosquera, los del MOEC, por allá en 1965, cuando estudiaba medicina en la Universidad Nacional, y aunque enemigos políticos, tenía con ellos una gran amistad pues eran los más inteligentes del curso. Nos identificábamos en que no nos gustaban los comandos camilistas ni las juventudes comunistas, y nos diferenciábamos en que ellos eran abstencionistas y concebían el foquismo como la forma principal de lucha. Por eso, cuando a finales de 1971 el MOIR da un viraje y decide ir a elecciones, considero que es el momento oportuno para unirme a Mosquera. En cuanto a mi experiencia con el marxismo se remonta al movimiento estudiantil de 1968, cuando un amigo me vincula a un círculo de estudio donde duramos tres meses leyendo a Marx. Nunca intentamos construir nada, por eso yo veía el marxismo como una cosa teórica, y no como una cosa real. En esas circunstancias, pues, me presentaron a Mosquera. La primera impresión fue muy grata porque encontré un hombre de la misma edad pero que parecía haber vivido cinco veces más que yo. Sabía marxismo, conocía la realidad nacional y poseía una gran experiencia, y, afortunadamente, con muchas cosas en común. Cuando lo conocí, me dije, esta es una persona que entiende el marxismo, que lo aplica y que lo va a poner en práctica.
A principios de 1972 contactamos un grupo obrero que militaba con el ML que era abstencionista. Con ellos hicimos la campaña electoral en Bolívar, donde no había un solo hombre del MOIR, logrando sacar casi 600 votos, sin recursos económicos y con muy poca gente. Pasadas las elecciones, el regional de Bolívar quedó con un concejal y militancia en Magangué, en Carmen de Bolívar y otros municipios. Cartagena se volvió un fortín obrero, nos ganamos el sindicato de Telecom con Agustín González, el de la Administración Postal y el de Coltabaco. Eran antiguos militantes del ML que creyeron en el programa, que quisieron hacer elecciones. Salí elegido concejal en el Guamo y, lógicamente, Mosquera quedó muy impresionado y me quiso conocer más profundamente, lo que dio inicio a una amistad no sólo política sino también personal. Pero quiero aclarar que ese triunfo sólo se debió a que el MOIR tenía la energía, la convicción y el programa. Y lo demostró al surgir sin ninguna posibilidad material económica para competir en una cuestión en que todo depende del dinero. Todos sabemos cómo se hacen las elecciones en Colombia. El carisma nuestro era la convicción, la energía y un programa sumamente convincente a pesar de ser marxista. Si uno lo interpretaba bien podía explicar con facilidad al campesino la lucha por la tierra, al obrero por qué la independencia nacional, y al pueblo en general el por qué la necesidad del desarrollo de las fuerzas productivas basado en la producción nacional, es decir, todo esto era claro para la clase obrera y la clase obrera sí cree en un programa de nueva democracia.

¿Qué fue lo que más le impactó de Mosquera?
Fueron muchas las cosas de Pacho que me impactaron hasta tal punto que me hicieron cambiar mis propias convicciones políticas. Por ejemplo, su obsesión por la revolución. Mientras para mí la política es un arte, y no una misión revolucionaria, para él su pasión era la revolución, era su vida, y esto me dejó tan impresionado que a cada rato me preguntaba, ¿si hacemos la revolución qué nos va a suceder a todos nosotros? Porque llegaron momentos en que el país tenía condiciones favorables para hacerla, y yo le temía a la revolución. Pacho no le temía, esa era la gran diferencia entre los dos. Sin embargo, el me decía, "esperemos que la revolución se haga mientras yo esté dirigiendo el MOIR, porque si hacen la revolución otras personas, tú vas al paredón. El único que te puede salvar soy yo". Estas cosas, que se decían riendo, en broma, tenían mucho de verdad. En el MOIR militaban muchas personalidades democráticas de extracción burguesa, a las cuales Pacho protegía, en el sentido en que no dejaba que nos tocaran nuestras debilidades, nuestras deficiencias de marxistas o proletarias, porque inquisidores existen en todos los grupos políticos. Él le dio garantías a todos los militantes fueran de extracción proletaria, pequeñoburguesa o burguesa.
Hay una anécdota de esa época. Pedro Giraldo, un hombre bastante entrado en años, uno de los fundadores del ML, el que más resistencia opuso a la participación en las elecciones del 71. No tuvo una buena relación con Mosquera porque a éste le gustaba que el contrario tuviera posiciones claras y Pedro Giraldo era una persona que como todo ML nunca explicó por qué no iba a elecciones o cómo entendía la estrategia de nueva democracia, era muy obrerista, renunciaba a hacer alianza con la burguesía nacional porque para él no existía. Conociendo la amistad que me unía a Pacho, me buscaba dizque para discutir conmigo pero queriendo hacerlo con Pacho y así estuvimos durante cinco años. Participaba en las reuniones del MOIR porque era amigo íntimo de todos estos obreros, de Agustín González, de Puerta, de Paternina, él era como el padre espiritual de ellos, los había llevado al ML, y como el MOIR se los quitó, no queriendo perderlos se vino detrás de ellos. Asistía a las reuniones, pero no compartía nada nuestro. De un momento a otro empezó a venir más frecuentemente a mi consultorio, hasta que un día me dijo, "bueno, esta vez sí voy a ir "a elecciones". La gran satisfacción de mi vida me la dio cuando enfermo, antes de morir, pidió que las palabras en su funeral las dijera yo.

¿Le hizo Mosquera recomendaciones, le insistió en normas políticas, en tácticas, en lecturas?
Pacho tenía una gran curiosidad por saber qué pensaba yo sobre la construcción del frente único, y me preguntaba insistentemente cómo podría construirlo en Bolívar. En realidad, yo nunca abandoné mi modo de vida, o sea, milité en el MOIR pero mantuve mis amistades, conservé todo lo que en el pasado tenía, no rompí con estas cosas como muchos compañeros lo hicieron, pensando tal vez que si rompían con la familia y con los amigos burgueses, iban a ser más revolucionarios. Yo por el contrario consideraba a la familia y a los amigos como parte de la revolución, no como nuestros enemigos ni enemigos del país, no podía de ninguna manera ofenderlos, tratarlos de reaccionarios, sino que por el contrario debía de ganarlos a la causa. Pacho me defendió en esto. El le decía a los militantes que una de las cosas que más le impresionaba, era que yo mantenía las relaciones con la clase burguesa de donde provenía y que por eso me quedaba muy fácil entender la construcción del frente único, el por qué la burguesía tenía que ser revolucionaria en Colombia. Pacho insistía en que a esta clase había que enseñarle, moverla y defenderla. Hoy en día está a punto de desaparecer, les impusieron la apertura, el neoliberalismo. No entendieron que tenían que jugar un papel revolucionario. Confiaron en que la gran burguesía y los partidos tradicionales defenderían sus intereses, cosa que a la larga nunca hacen. Algunos creen que la revolución es un asunto completamente obrero o de gente que se vincula con amor y pasión a las luchas proletarias, pero no, como Pacho decía, las revoluciones las hace el 90 por ciento de la población y ese 90 por ciento tiene que convencerse de la necesidad de hacerla. Ahí fue donde yo aprendí en qué consiste ser democrático. Lo es quien sabe vincularse con todas las clases que deben participar en el proceso revolucionario y esa fue la gran enseñanza que Pacho le dejó al país.
Mosquera demostró su capacidad democrática al tener amigos personales como Pepe Gómez y Lía de Ganitsky. No eran marxistas, no eran de extracción proletaria sino burguesa, con grandes intereses económicos, pero los convenció de que tenían que participar en una revolución democrática y no solamente los convenció sino que esta gente lo apoyó de corazón y lo ayudó personalmente a hacer su política. Pacho te daba seguridad y eso mismo le dio a Consuelo, a Piedrahíta, y a todos los aliados que tuvo. Les daba seguridad a los que tenían una extracción no proletaria de que esa revolución no era contra ellos, que era por el país, una revolución del 90 por ciento. Lo enseñó y lo practicó.
En 1983, ante tantas dificultades que se presentaban para la revolución, Mosquera habla de aliarse con la burguesía y piensa en Turbay Ayala, así me lo da a entender en Roma, "sé que tú vas a estar de acuerdo", y lo estuve de la alianza con Hernando Durán Dussán, indudablemente una personalidad patriótica, y porque representaba las fuerzas que movían a la burguesía nacional, algo en lo que siempre insistí y porque Durán Dussán quería volver el liberalismo una fuerza nacional independiente, plantear unos principios democrático burgueses que en un momento determinado podían salvar a Colombia. Era la única esperanza que quedaba pues el galanismo defendía la política neoliberal. El ascenso a la presidencia de Gaviria consolidó la apertura.
Mosquera dejó una herencia importantísima, demostró que sí hay posibilidades de aliarse con un sector liberal que defiende la nación, hay que ser mosquerista en el hecho de que no todo se da como se presenta. Si bien se ve un liberalismo unido en torno a la política neoliberal, en el fondo existen sectores inconformes. Esa inconformidad se debe agudizar, eso hacía Mosquera en política, buscaba cuáles eran las contradicciones y las agudizaba. Vi tan clara la alianza con Durán Dussán, que regresé al país a hacerle campaña. Mosquera me decía: "Sé que tú nunca me vas a abandonar, tú nunca te irás con la burguesía, tú eres mosquerista y no estás aquí por interés, pero muchos de los que tengo aquí se me van a ir con la burguesía". En esa alianza la militancia aprendió a tratar a la burguesía, claro que muchos se quedaron, por desgracia, con la burguesía, y aparecieron moiristas en altos cargos públicos y otros militantes de menor importancia comenzaron a trabajar descaradamente por candidatos liberales.
En cuanto a lecturas, Mosquera me insistía en que leyera a autores como Kissinger. A él le impresionaba mucho los planteamientos de Kissinger, cómo se movía Estados Unidos a nivel internacional para conseguir aliados, la forma de llevar la lucha contra Rusia. Estas cosas gustan, porque te dan la información diaria de lo que sucede en el mundo. Era muy sabroso leer estrategas de la burguesía, que te enseñan a hacer alianzas, cómo se mueve el mundo. Cuando te reunías con Mosquera no ibas a oír hablar de marxismo leninismo pensamiento Mao Tsetung, sino el comentario último de lo que sucedía a nivel internacional, de cómo recibir esta información y dónde encontrarla.
Mucha gente admiró a Pacho por su capacidad de analizar las contradicciones. Yo no he visto una persona más capaz para entender cuál era la contradicción principal y cuáles las secundarias. Él, en un momento determinado de la vida política mundial o nacional, te decía "la contradicción principal es ésta", y no se perdía. Cuando las contradicciones secundarias se volvían la principal, él lo entendía mientras nosotros nos quedábamos atrás. Por ejemplo, después de muchos años vine a comprender por qué rompe con los mamertos. Él daba el viraje, mientras nosotros estábamos todavía pensando en otra cosa. Cuando se puso al lado de Reagan contra la Unión Soviética y cuando afirmaba que el escudo espacial era la salvación del mundo, entendió que en ese momento significaba defender la revolución mundial, sin embargo, nadie en la izquierda le comprendió esta gran verdad.
Si en Colombia la izquierda quiere progresar tiene que aplicar los principios de nueva democracia, del frente que Pacho nos enseñó. Y es fácil: cómo tratar a las clases sociales, cómo defender a las clases que van a participar en este proceso, cómo hacernos amigos de ellas y cómo tratar a nuestros enemigos. Le veo dificultades a la izquierda, al MOIR dividido, débil y sin una persona que con su espíritu revolucionario impulse la revolución o la defensa nacional. Se requiere el estratega que mueva a la gente y le inculque ese sentimiento revolucionario que le inculcaba Mosquera a sus militantes. Pacho era un desconocido para la gente, no figuraba ni como candidato ni como jefe, las figuras públicas éramos nosotros. Pero nosotros sólo éramos sus representantes y la gente no lo supo. A mí las condiciones económicas no me obligaban a ser revolucionario, me impulsa a hacer la revolución el espíritu de Pacho. Él hablaba con una persona y esa persona se levantaba de la mesa convencida de que había que hacer la revolución en Colombia.

Usted siguió muy de cerca el proceso de los descalzos y de Magangué. Cuéntenos lo que recuerde de todo eso.
La primera discusión que tuve con Pacho, que no fue de enfrentamiento sino de dudas, se presentó con motivo de los pies descalzos. En gran parte se debió a mi comodidad pues me daba pereza trasladarme de Cartagena al sur de Bolívar, además de considerarlo inútil. Cuando Mosquera vino a Cartagena le planteé mis dudas, la imposibilidad de realizar la política de pies descalzos por las condiciones económicas en que estábamos, pues había que sostener a cuadros en sitios donde ni siquiera había militancia. En un principio fui un escéptico, lo digo con sinceridad. Sin embargo, de mala gana lo empecé a aplicar y nos inventamos algo que dio mucho resultado, lo de los médicos descalzos, logrando que un profesional del prestigio y la importancia de Roberto Giraldo se trasladara de Medellín a Magangué, a aguantar mosquitos, en condiciones higiénicas deplorables y con muchas dificultades para ejercer la medicina. Eso fue un heroísmo que me hizo cambiar mi posición. Si Giraldo lo hizo lo iba a hacer mucha gente. La práctica me enseñó esto, indudablemente fue una política exitosa, hasta cuando la guerrilla de las FARC nos sacó, causándole uno de los golpes más duros al MOIR, pues las condiciones eran favorables para llegar a hacer un frente verdaderamente amplio si hubiéramos podido seguir con los pies descalzos. Porque con esa política, Pacho llevó al campo la experiencia que tuvo en la clase obrera al vincularse a los sindicatos y logra que el campesino vea en el MOIR una fuerza sana, revolucionaria, honesta, que no lo va a utilizar y por el contrario le ayudará a resolver sus problemas. Ahí está el éxito de Mosquera, él consideraba que sin esa política no se podía hacer la revolución y sabiendo que eso era lo principal y lo justo, lo impulsa contra viento y marea, pese a todas las dificultades.

¿Qué recuerda del paso de Pacho por Roma? ¿Cuál era su apreciación de Europa?
En 1981 salí para Roma con la convicción de que en Colombia existían dificultades muy grandes para trabajar políticamente, porque las FARC empezaron su arremetida contra el MOIR en el sur de Bolívar, dejándonos completamente bloqueados. Hablé con Pacho y le dije que estábamos muy cansados y es en la única ocasión en que me da la razón, inclusive me pregunta si quiero irme para Europa. Yo quería ir a estudiar la genética en Roma. Mosquera estuvo de acuerdo y me dijo "yo iré a visitarte", cosa que no le creí. En 1983 él va a China y de regreso a Colombia pasa por Roma con Héctor Valencia y Carlos Valverde. Tengo la satisfacción de recibirlo en mi casa y estar ocho días con él. Pacho considera que antes de caer el muro de Berlín ya el Partido Comunista de China estaba dando un viraje reaccionario, que abandona la lucha del proletariado internacional para dedicarse exclusivamente a sus problemas internos. Eso determina que las condiciones no sean favorables para una revolución socialista mundial. Esto lo golpeó mucho.
En esos ocho días hablamos muy poco de política, porque él, cuando veía que las condiciones eran difíciles y no tenía clara la situación evitaba hablar de política. En ese momento estaba dedicado a leer sobre cosmología, lo mismo que sobre ciencia biológica. Se interesó mucho por saber lo que estaba haciendo yo en medicina sobre la genética y el cáncer y nos dedicamos esa semana a hablar sobre ciencia y astronomía. Mi mujer, que odia la política, nunca había conocido ese aspecto de Pacho quedando muy impresionada con él, e inclusive pudimos hablar de arte. Pacho en esta cuestión era muy conservador, consideraba el arte al servicio de la revolución y del pueblo. Yo le decía: "tú tienes un concepto reaccionario del arte". Cuando fuimos a la Sixtina me dijo, "este arte sirve al pueblo, en ese momento el pueblo necesitaba de la religión, de la filosofía, y Miguel Ángel defendía la concepción religiosa que era la imperante en ese momento, es decir, se puso al servicio de la política". Las grandes discusiones con Pacho giraban sobre qué es lo que determina, qué es lo principal y qué lo secundario. Para él el arte siempre tiene una misión: la de enseñar en un momento determinado lo que quiere la clase dominante. Duramos, pues, ocho días muy deliciosos hablando de política, de arte y de ciencia.

¿Qué opinaba Pacho sobre la medicina?
Pacho era un convencido de que la medicina era tecnología y desarrollo y consideraba atrasada a la medicina china. No le daba importancia a la tradición de esa medicina milenaria, pues consideraba que la ciencia está por encima de esas posibilidades. Era mejor un analgésico que la acupuntura, el antibiótico que el tratamiento con yerbas. Yo al respecto mantengo una posición intermedia. Creo que esa medicina tiene importancia por su historia, porque sirvió en ciertos momentos de la vida, aunque la medicina occidental ha hecho grandes avances tecnológicos e investigaciones muy serias y muy profundas, pero los resultados de algunas cosas de la medicina china son importantes, y eso era lo que yo quería decirle a Pacho. Llegamos a una conclusión: que esa medicina podría servirle al pueblo chino, pero no a Occidente, porque se aplicaba a un país educado para recibirla. En cambio la medicina occidental sí se podía exportar a Asia, y eso lo demostró la historia. Mao defendió e impulsó la medicina occidental, importó médicos e hizo amistades con centros clínicos del mundo. Hoy en China es más importante la medicina occidental que la tradicional.

Usted hablaba mucho con Pacho sobre las luchas internas, ¿qué recuerda de ello?
A nivel nacional no trascendían las luchas internas porque Pacho no tenía rivales dentro del MOIR; no porque no quisieran hacerle oposición sino porque en realidad no tenían la fuerza ni la convicción para hacer progresar políticamente una corriente antimosquerista en el Partido. No existía una persona que se le enfrentara. Sin embargo, y esto Mosquera lo sabía, esas tendencias de oposición que no daban la pelea a nivel nacional, entorpecían las actividades a nivel regional, era allí donde se veían las posiciones antimosqueristas.

Ustedes pasaron juntos vacaciones en Cartagena, jugaron fútbol, ¿cómo más se divertían?
Pacho era un admirador de la buena vida, de la buena mesa, era una persona de mucha sensibilidad, buen tomador de vino, buen tomador de trago. Pero no le gustaban los chistes, especialmente rechazaba los chistes vulgares. No era una persona que pudiera pasar la noche bailando. Él consumía el doble de la energía. Por ejemplo, si estaba comiéndose una carne él tenía que saber de dónde provenía, dónde se crió la res, y si tomaba vino, quién lo produjo y cuánto costó la producción. Con Pacho mantuvimos una amistad no sólo política sino personal. Mucha gente consideraba muy difícil el trato personal con Pacho, sin embargo nuestra relación fue diferente, algo que se dio por simpatía mutua. Él venía a Cartagena a descansar, a tener una vida normal sin pensar en política, ni en la tragedia de la revolución. Nos divertíamos con cosas como el fútbol. Le parecía una cosa estupenda podernos reunir con la gente desconocida de las playas y jugar un partido de fútbol. La primera tarea era convencer a los que estaban allí para que jugaran con nosotros. Formábamos el equipo y teníamos que ganar, porque Pacho no podía perder. Él veía quiénes eran los mejores y al siguiente partido los escogía para su equipo. Después de esto nos divertíamos en las cosas más simples, dando una vuelta por la bahía, yendo a buenos restaurantes, y algunas veces organizábamos viajes a las Islas del Rosario, donde nos quedábamos dos o tres días hablando de muchas cosas que no eran importantes: Nunca lo vi en una actitud de desafió, lo digo, porque la pasión de Mosquera era desafiar, discutir. Creo que conmigo mantuvo una relación dé amistad sin desafió, confiaba en mí y yo confiaba en él.

¿Qué otras cosas destacaría usted de Mosquera?
Otra de las cosas que legó Mosquera fue su lealtad con la gente, cuando era amigo era amigo, y lo demostraba a veces en las discusiones políticas, te protegía, te defendía a pesar de que estuvieras equivocado. Yo le agradezco siempre el hecho de que nunca me dejó de defender a pesar de que era la figura más fácil de atacar en el MOIR. Aún más, yo era el blanco cuando querían atacar a Mosquera, decían: "mira lo que tiene allá en Cartagena, a ese burgués".
Además, era un estratega para el convencimiento, él mantenía las relaciones siempre. Nunca en la discusión política partía de "tú no tienes la razón, la tengo yo", sino que te llevaba por muchos caminos a convencerte de que él la tenía.
El éxito de Mosquera es la lucha contra el foquismo y luego contra el abstencionismo. Mosquera fue el antiterrorista número uno del mundo, creo que una de las cosas que más me identificaba con Pacho era el odio al terrorismo. Lo odiaba por principio, como la cosa más nefasta para las revoluciones mundiales, y lo mismo que al secuestro, lo condenaba tajantemente. Nunca aceptó siquiera la posibilidad de una alianza con algún sector terrorista y recalcaba constantemente que de ninguna manera se puede utilizar el terrorismo como forma de lucha.
Creo que Mosquera dejó un legado que será imborrable en la historia de Colombia y en la historia de la izquierda colombiana: cómo hacer política. Primero, el ir a elecciones, en un momento en que se consideraban el abstencionismo y el terrorismo como las principales formas de lucha. En segundo lugar, la conformación del frente único. Empezó la enseñanza al aliarse con el Partido Comunista, prosoviético y procubano, y Mosquera consigue que el frente impulse una política nacional, que no se alinee alrededor de la Unión Soviética ni que considere a Cuba como el faro de la revolución colombiana. Luego viene la alianza con la burguesía y el liberalismo. Algún día la burguesía colombiana tendrá que reconocer que Mosquera tuvo la razón al plantear una política de nueva democracia y de autonomía nacional. Ahora, si la dirección, si los herederos de Mosquera no saben cómo aplicar esto, si el legado que dejó se pierde... En política es una verdadera tragedia que se olviden los legados, que las enseñanzas no se apliquen. Se pudo tener divergencias con Mosquera sobre los pies descalzos, con la ruptura del frente único, o tener problemas con la táctica, pero en la estrategia de la revolución colombiana no puede haber un solo moirista que esté contra Mosquera y no puede haber división en cuanto a lo que planteó, cómo hacer la revolución en Colombia y cuál es la estrategia.

Tomado del libro 21 Autores en busca de un personaje


* Médico de la Universidad Nacional de Bogotá. Médico de la Clínica de Tumores en Cartagena. Se especializó en Hematología y Oncología en la Universidad de la Sapiencia en Roma. Fue médico de la FAO y de la Embajada de Colombia en Roma.

 
 
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