El fogonero

 

 

 


FRANCISCO MOSQUERA

OTROS ESCRITOS I

(1971-1976)

 

1. ¡LUCHEMOS POR UNA

POLITICA PROLETARIA!


Editorial de Tribuna Roja, No 1, julio de 1971.


LAS LUCHAS DEL PUEBLO COLOMBIANO

Han sido muy variados y positivos los acontecimientos ocurridos en Colombia durante el primer semestre del año. La tendencia predominante es el auge de las luchas populares contra el imperialismo yanqui y sus aliados, la gran burguesía y los grandes terratenientes.

Los acontecimientos principales son los siguientes:
Los campesinos sin tierra organizaron centenares de invasiones simultáneas a las posesiones de los grandes terratenientes. El resurgir del movimiento campesino repercutió hondamente y colocó en primer plano la enconada lucha que se da en el campo colombiano entre las inmensas mayorías de campesinos explotados y oprimidos y los terratenientes apoyados y protegidos por el gobierno. La lucha de los campesinos dejó al descubierto la farsa de la llamada reforma agraria oficial y puso en evidencia el hecho de que la auténtica reforma agraria que requiere el país para salir del estado de atraso en que se encuentra depende fundamentalmente del grado de organización, unidad y decisión de combate de las masas campesinas. Lo más importante de destacar es que la base del conflicto en el campo es la tierra, hoy en manos de los grandes terratenientes y por la cual luchan los campesinos desposeídos, y este conflicto va adquiriendo formas cada vez más violentas.

La clase obrera también contribuyó decididamente durante el semestre último a fustigar los enemigos del pueblo colombiano. En innumerables movilizaciones, paros y huelgas, el proletariado salió a la palestra en defensa de los derechos democráticos pisoteados por la pandilla antipatriótica que detenta el poder y ha prestado un invaluable y consciente apoyo a las luchas de los campesinos, de los estudiantes y del resto de las fuerzas populares. Importantes sindicatos de la UTC y CSTC presionaron y llevaron a cabo el Paro Nacional de Protesta del 8 de marzo, enfrentando valerosamente las amenazas y maniobras de las clases dominantes que hicieron cuanto estuvo a su alcance para evitar el paro. Esta protesta resaltó la situación de explotación, miseria y opresión en que se halla el proletariado colombiano y la necesidad que éste tiene de emprender grandes batallas en defensa de sus derechos de organización, movilización, expresión y huelga, y por mejores condiciones de vida. Ha sido el anuncio de nuevos enfrentamientos contra la política imperialista de controlar el movimiento sindical mediante el soborno, la coacción y el sostenimiento de camarillas patronales e inescrupulosas que, al frente de las centrales sindicales, impiden, sabotean o desvían la lucha de la clase obrera.

El imperialismo yanqui responsabiliza calumniosamente a la clase obrera de las calamidades del país, trata de aislarla y apartarla de las masas populares y la oprime y priva de los derechos democráticos. Pero el proletariado responderá cada día con mayor conciencia a esta estrategia imperialista, unirá sus fuerzas, defenderá sus intereses, expulsará el oportunismo de sus filas y se convertirá en el estado mayor de la revolución colombiana.

De las luchas libradas por el proletariado se destaca la ardua batalla de los obreros del Sindicato del Catatumbo contra la Colombian Petroleum Company (COLPET), pulpo imperialista que saquea nuestro petróleo desde hace 40 años. Los obreros del Catatumbo, en un prolongado movimiento, efectuaron un cese de actividades, se ganaron el apoyo de los campesinos de la región, movilizaron a la ciudad de Cúcuta en un paro cívico contra la COLPET y plantearon como su primera exigencia la reversión al país de la concesión de explotación petrolera otorgada en 1931 a la compañía norteamericana. El combate de los obreros petroleros en defensa de los recursos naturales y de la soberanía nacional es un magnífico avance en la lucha del pueblo colombiano contra el imperialismo yanqui y sus lacayos.

Capítulo aparte merece la portentosa lucha de la juventud colombiana. El actual movimiento estudiantil no tiene paralelo en la historia del país. En primer lugar, por la claridad de sus objetivos, ya que en esta ocasión la juventud y los estudiantes han dirigido su justa ira contra el enemigo principal, el imperialismo yanqui y contra sus aliados, la gran burguesía y los grandes terratenientes, que le imponen a Colombia una cultura neocolonial, y han consignado en su programa de lucha, en el Programa Mínimo de los Estudiantes, la defensa de una cultura nacional, científica y de masas como base de la reforma revolucionaria de la universidad colombiana. En segundo lugar, porque el movimiento ha contado, precisamente por la claridad de sus objetivos y su acertada dirección, con la participación combativa de los universitarios de toda Colombia, los estudiantes de secundaria, los profesores y sectores progresistas de las directivas universitarias, ganando el respaldo de los obreros, los campesinos y el resto del pueblo.

Enérgico rechazo tuvo por parte del estudiantado y de la nación en general la contrarreforma universitaria esbozada por Misael Pastrana el pasado 4 de mayo, en la que el gobierno anuncia cínicamente mayores privilegios al imperialismo yanqui en el campo de la cultura y nuevas medidas represivas contra el movimiento estudiantil. Ni los asesinatos, ni los allanamientos y cierre de los claustros universitarios, ni las violaciones de compañeras por las hordas uniformadas, ni las detenciones, ni los demás crímenes perpetrados por el gobierno han hecho retroceder a los estudiantes en su heroica contienda.
El actual movimiento de la juventud deja una gran enseñanza a toda la sociedad colombiana; sus banderas constituyen una verdadera revolución en el campo de la cultura. Es el enfrentamiento de la nueva cultura nacional, científica y de masas, defendida por los obreros, los campesinos y el resto del pueblo contra la vieja cultura antinacional, anticientífica y antipopular, defendida por el imperialismo yanqui y sus colaboracionistas colombianos. Es una lucha no sólo de los estudiantes, sino también y fundamentalmente del proletariado y del resto del pueblo, una lucha que hace parte del gigantesco proceso de nuestra revolución.

A las movilizaciones de los obreros, campesinos y estudiantes se agregan las realizadas con gran repercusión por los maestros, los profesionales y los artistas revolucionarios. Todos estos acontecimientos demuestran el auge de la lucha del pueblo colombiano contra el imperialismo yanqui y su odiado régimen neocolonial, y auguran nuevas y más poderosas tormentas revolucionarias. La situación es excelente para la revolución, mientras que para el imperialismo yanqui y sus aliados es cada vez más difícil.

LA BANCARROTA DEL FRENTE NACIONAL

El atolladero en que se encuentran las clases dominantes es el resultado de su traición a Colombia y de su política fascista contra el pueblo colombiano. Como agentes que son del imperialismo yanqui, la gran burguesía y los grandes terratenientes mantienen una alianza desde el poder para explotar y oprimir al país y al pueblo. Con el Frente Nacional llevaron esta alianza a la categoría de norma constitucional y se garantizaron que ambos socios gobernarían a Colombia en estrecha coalición a través de sus dos partidos, el liberal y el conservador. Eso ha sido el Frente Nacional, la confabulación antipatriótica de la gran burguesía y los grandes terratenientes para explotar y oprimir a Colombia y al pueblo colombiano en nombre del imperialismo yanqui.

El Frente Nacional ha intensificado el sometimiento de Colombia a los Estados Unidos como una de sus neocolonias. Todas las medidas adoptadas por el régimen han sido antinacionales, antidemocráticas y antipopulares. Esto explica la desesperada situación por la que atraviesa nuestro país, la crisis que sacude hasta los cimientos el poder de las clases dominantes, la descomposición de los partidos tradicionales y la indignación que siente el pueblo colombiano contra sus opresores. El repudio popular contra el gobierno se expresó rotundamente el 19 de abril de 1970 con la derrota electoral del candidato oficial Misael Pastrana, quien fuera impuesto mediante el fraude y la violencia. Tales hechos dejaron en claro que no habrá crimen que el imperialismo y las clases dominantes no cometan con tal de salvaguardar sus intereses de expoliadores, pero también tales hechos acabaron con la ilusión de muchos que acariciaban la vana esperanza de que la democracia y el triunfo del pueblo colombiano se podrían lograr por medio de la lucha electoral y legal.

Todo colombiano honesto reconoce que los 13 años de vigencia del Frente Nacional están entre los más negros de la historia del país. Ninguna de las promesas hechas fueron cumplidas. Los ríos de leche y miel ofrecidos no corrieron jamás por el desolado territorio patrio; la cacareada "convivencia nacional", sobre la que tanto hablaron los testaferros del imperialismo, tampoco trajo la paz y la tranquilidad a la convulsionada sociedad colombiana. La realidad ha sido bien distinta. Nuestras riquezas naturales y el trabajo de nuestro pueblo son saqueados por los monopolios norteamericanos, el atraso económico tanto en la industria como en la agricultura es escandaloso, la miseria de las masas en el campo y la ciudad llega a extremos intolerables y la violencia oficial cobra víctimas inocentes cuando se exigen los más elementales derechos.

LA ESTRATEGIA DELA REVOLUCIÓN

Ante la oprobiosa situación que vive nuestra patria se hace necesaria una política revolucionaria que unifique al pueblo en las tareas de expulsar al imperialismo yanqui del sagrado suelo de Colombia y de imponer las reformas democráticas exigidas por las clases explotadas y oprimidas. Una política nacional y democrática, que siente las bases para el socialismo, es lo que hoy necesita Colombia. Debido a la actual situación internacional y nacional, al proletariado le corresponde realizar esta política, aliándose íntimamente con las masas campesinas y el resto del pueblo. Tal característica determina que la actual revolución nacional y democrática de Colombia sea una revolución democrática de nuevo tipo, una revolución de Nueva Democracia que instaure la dictadura conjunta de las clases populares bajo la dirección del proletariado, y que culmine, en una segunda etapa, en la revolución socialista.

Desde el punto de vista internacional, una revolución de Nueva Democracia en vía al socialismo será ferozmente combatida por la burguesía imperialista. Sólo el proletariado mundial, los países socialistas, con China a la cabeza, y los pueblos y naciones oprimidos del mundo darán el respaldo a esta revolución. Desde el punto de vista interno, el proletariado, el campesinado, la pequeña burguesía, los intelectuales y las demás clases y capas oprimidas son las fuerzas de la revolución de Nueva Democracia, de estas fuerzas es el proletariado la clases más avanzada y revolucionaria de la sociedad colombiana, tiene el apoyo del proletariado internacional y cuenta con un arma poderosa como guía ideológica para dirigir la revolución: el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung. Sólo el proletariado podrá garantizar los dos pasos: el de la revolución de Nueva Democracia (contra el imperialismo y sus lacayos colombianos) y el de la revolución socialista (contra toda forma de explotación capitalista). De estas históricas tareas se desprende la necesidad de la creación y fortalecimiento del partido del proletariado colombiano, capaz de convertirse en la vanguardia de la revolución colombiana.

NOVEDOSAS APERTURAS

Sin embargo, con la crisis de las clases dominantes y la descomposición de sus partidos, han aparecido agrupaciones y organizaciones con planteamientos aparentemente nuevos, pero que en el fondo no son más que las viejas fórmulas imperialistas o revisionistas. El reciente caso del triunfo electoral de Salvador Allende en Chile inspira también a varias de estas agrupaciones y partidos los cuales, o no han estudiado la realidad del proceso chileno, o se sirven de él para tratar de abrirle paso a sus tesis y consignas oportunistas. En Chile, el imperialismo yanqui y las clases pro-imperialistas le han permitido gobernar al seudo-marxista Salvador Allende con el previo compromiso de que mantenga el viejo orden económico y social, respete los intereses de los imperialistas y de las clases pro-imperialistas, sostenga el aparato burocrático y militar opresor del pueblo chileno y no altere la educación tradicional y antinacional. En una palabra, que deje intacto todo el sistema que hace de Chile una neocolonia de los Estados unidos. En este sentido, Allende, quien presume de marxista y revolucionario, no es más que un agente del revisionismo contemporáneo que en la actualidad presta sus servicios al imperialismo yanqui como cabeza del gobierno chileno. Esta es en esencia la "novedosa apertura chilena", como la llama el renegado revisionista Gilberto Vieira, y a la que recurre el oportunismo como ejemplo digno de imitarse con el fin de empantanar la revolución y tratar de desviar la lucha del proletariado colombiano. Entre tales agrupaciones y organizaciones se destaca de manera especial la ANAPO, fundada como partido político por su jefe máximo, el exgeneral Gustavo Rojas Pinilla, el pasado 13 de junio en Villa de Leyva. El análisis de los aspectos más importantes de la plataforma de la ANAPO, lanzada en Villa de Leyva, demuestra que el nuevo partido es un abanderado de la política de las podridas clases dominantes.

EL PACTO ANDINO Y LA CUESTION NACIONAL

En toda la plataforma de la ANAPO no se menciona al imperialismo norteamericano, enemigo número uno de nuestro pueblo, cuya dominación es el blanco principal de ataque de la revolución. Hay sólo una referencia tangencial en relación al control de la natalidad y eso para defender las enseñanzas del Papa Paulo VI, reconocido instrumento del imperialismo. Frente al saqueo de nuestros recursos naturales por los monopolios yanquis, la ANAPO habla de una "política de nacionalización progresiva" , fórmula copiada de los partidos tradicionales. Tomando igualmente del programa que sirvió de presentación a la candidatura de Pastrana, firmado por liberales y conservadores en la Casa de Moneda, en el que se consigna la necesidad de las empresas mixtas con el capital monopolista yanqui para el saqueo de nuestros recursos y de nuestro trabajo, la ANAPO dice en su Plataforma: "Se propiciará la creación de empresas mixtas, con participación extranjera que aporte tecnología, experiencia y capital para la producción en beneficio de las grandes masas populares". En el punto más particular de las privilegiadas concesiones a las compañías petroleras norteamericanas, la Plataforma no va más allá de pedir algunas reformas de mayor participación para Ecopetrol, "fijando una base mínima de participación no inferior al 50%". Las exigencias que hace la nación entera son bien distintas a de proponer reformas que no sólo dejan intactas las relaciones neocoloniales, sino que consolidan la explotación y dominación del imperialismo sobre nuestro país. La nación exige el control total de los recursos naturales , la confiscación de todas las empresas y posesiones de los imperialistas y en general de todo monopolio que domine la vida material del pueblo.

En cuanto a la estrategia para el desarrollo industrial y la ampliación del mercado internacional del país, se declara la ANAPO fervorosa defensora del llamado Pacto Andino. Al respaldarlo, lo presenta como una reivindicación máxima de los intereses del país y la soberanía nacional. Esta es otra de las grandes farsas que el oportunismo quiere hacer pasar de contrabando en unión de los agentes del imperialismo. El Pacto Andino hace parte de la nueva política del imperialismo yanqui para consolidar su dominación neocolonial en el continente, mediante los acuerdos de integración subregional que permitan la ampliación del mercado para los productos norteamericanos, y condiciones más favorables para que los monopolios imperialistas aumenten la inversión en América Latina y la explotación de sus recursos naturales; todo esto con la doble ventaja de una mayor colaboración financiera y jurídica de los respectivos gobiernos títeres y de una aparente defensa de los intereses nacionales latinoamericanos. Según los explica el mismo informe Rockefeller a Nixon , en agosto de 1969, es ésta política la que mejor se acomoda a las nuevas condiciones y a las crecientes manifestaciones nacionalistas de los países de América Latina .

El llamado Grupo de la Cuenca de la Plata y el Mercado Común Centroamericano, junto con el Pacto Andino, están dentro del espíritu del Tratado de Montevideo de 1960, promovido por los Estados Unidos y que dio nacimiento al organismo imperialista Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). La integración subregional del Grupo Andino, acordada en Bogotá durante el gobierno de Lleras Restrepo (agosto de 1966), recibió el visto bueno de los presidentes de América, convocados a reunión en Punta del Este por el entonces presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Jhonson, en agosto de 1967, para fortalecer la dominación imperialista sobre el continente. Es natural que en el proceso de discusión de los acuerdos del Grupo Andino se hayan manifestado contradicciones entre los monopolios imperialistas y entre el imperialismo yanqui y las clases gobernantes proimperialistas; a pesar de ello, la orientación fundamental de esta política de integración subregional responde a los intereses del imperialismo yanqui. Por lo tanto, tomar el Pacto Andino como el programa o la línea a seguir en la cuestión nacional o en la cuestión del desarrollo económico, es adoptar en estos asuntos la estrategia imperialista.

En una situación como la que padece el país, no fijar una posición clara frente al problema principal de la cuestión nacional que es la dominación del imperialismo yanqui, o enmarcar la lucha por la soberanía en las soluciones propuestas por el mismo imperialismo, es caer inevitablemente en el campo de la reacción. Y esto es lo que le ha sucedido a la ANAPO al trazar sus lineamientos programáticos, constituyéndose en una nueva amenaza para la seguridad del país y el porvenir del pueblo colombiano.

LA REFORMA AGRARIA Y OTROS PROBLEMAS

El programa agrario de la ANAPO es la defensa descarada de las actuales relaciones feudales predominantes en el campo colombiano con el deliberado propósito de defender a los grandes terratenientes que oprimen a las masas campesinas y constriñen el desarrollo económico del país, la ANAPO echa mano de las retrógradas concepciones del liberalismo, del conservatismo y de la Iglesia Católica sobre la materia. Pregona cínicamente que el problema agrario en Colombia no es la tierra; a las masas hambrientas y desposeídas del campo las amonesta diciendo que "es más importante el ser que el tener", y, apoyándose en una de las encíclicas del Papa Paulo VI condena la lucha de los campesinos por la tierra como expresión de "codicia", "avaricia" y "materialismo sofocante". En uno de los apartes de la Plataforma de Villa de Leiva se lee: "la tenencia de la tierra no ha de ser el único y central objetivo de una reforma agraria". Se comprende claramente que en este punto de su programa la ANAPO también busca congraciarse con el imperialismo y las clases dominantes que le arrebataron por la fuerza el triunfo electoral del 19 de abril. La ANAPO asimila en esto muy bien la experiencia chilena, en la cual Salvador Allende para tener el "derecho a gobernar" se comprometió previamente a no tocar al imperialismo ni a las clases pro-imperialistas.

Después de la cuestión nacional es la reforma agraria la más importante de las conquistas democráticas de la revolución colombiana. Los campesinos, fuerza principal de la revolución exigen la confiscación de todas las tierras de los grandes terratenientes y su distribución entre quienes las trabajan. Esta medida la apoyan incondicionalmente el proletariado y demás clases democráticas y patrióticas como la transformación fundamental de la revolución agraria. La posición que se adopte en este asunto determina igualmente si se está o no con las masas populares, si se apoya la revolución o la contrarrevolución. La ANAPO en este asunto tomó partido al lado de los tradicionales explotadores y opresores de los campesinos y del pueblo colombiano. La cuestión nacional y la cuestión agraria son en la actualidad dos problemas fundamentales para cualquier partido político colombiano y definen el carácter revolucionario o reaccionario según la línea que se adopte.

Frente a las Fuerzas Armadas reaccionarias, brazo militar del sistema, la Plataforma anapista adopta el punto de vista de las clases dominantes, y pide mayores garantías para sus oficiales y organismos. Divulga la falsa creencia de que las Fuerzas Armadas reaccionarias, sostén del poder neocolonial del imperialismo en nuestro país, son benefactoras de la sociedad colombiana. La Plataforma al respecto dice: "los militares son víctimas indefensas de la misma forma que todo el pueblo colombiano"... "deben responder por el orden público durante veinticuatro horas diarias y sacrificar la tranquilidad del hogar a su propia existencia en beneficio de la sociedad". A la vez que se afirman tales cosas, la Plataforma habla de que Ernesto "Ché" Guevara y Camilo Torres "son los símbolos de la revolución en la América Latina", pero desfigurando el verdadero ejemplo de estos revolucionarios que entregaron su vida en la lucha anti-imperialista, estos sí en beneficio del pueblo, y enfrentaron con las armas a los aparatos burocráticos y militares de los gobiernos pro-yanquis como su más heroico aporte a la liberación nacional. En esto los colombianos también tenemos que definirnos: o respaldamos la conducta revolucionaria y anti-imperialista de Camilo y el "Ché" o respaldamos a sus verdugos. Los reaccionarios por el temor a las masas y a la revolución pretenden conciliar lo inconciliable.

El imperialismo y las clases pro-imperialistas no entregarán por las buenas ni uno sólo de sus privilegios. Esta es la más importante, la más decisiva, la más clave de las experiencias de los pueblos del mundo. Hay que aclarar esta cuestión vital, combatir las ilusiones oportunistas tipo Chile, preparar y organizar consecuentemente a las masas para la lucha y responder a la violencia reaccionaria con la violencia revolucionaria, si es que se quiere con sinceridad la revolución y el beneficio de Colombia y del pueblo colombiano.

Otra diferencia de principio que el MOIR tiene con la ANAPO, y consideramos nuestro deber plantearla en la hora actual, para la correcta orientación de las masas populares, es lo referente al trato paternalista y oportunista que en la Plataforma se le da a la clase obrera. El movimiento sindical colombiano debe luchar por sus derechos democráticos y por mejores condiciones de vida para los obreros, y en esto estamos de acuerdo con todos los demócratas sinceros. Pero la clase obrera no puede limitarse a esta tarea. Su misión histórica fundamental consiste en ponerse a la vanguardia de la revolución, aliándose para ello íntimamente con el campesinado y demás fuerzas revolucionarias en un amplio frente único anti-imperialista por la liberación nacional. Esta grandiosa misión del proletariado exige la acertada aplicación del marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung a las condiciones concretas de Colombia, la lucha constante contra el revisionismo actual acaudillado a nivel internacional por la camarilla dirigente de la Unión Soviética y la construcción y fortalecimiento del partido de la clase obrera colombiana. El MOIR para alcanzar estas metas se unirá lealmente con los auténticos comunistas, con los revolucionarios y luchadores anti-imperialistas.

 

 
 
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