El fogonero

 

 

 

FRANCISCO MOSQUERA

OTROS ESCRITOS I

(1971-1976)

 

8. ENTREVISTA A

FRANCISCO MOSQUERA EN

"COLOMBIA: TRES VÍAS A LA

REVOLUCIÓN"

 

Entrevista realizada por Umberto Valverde y Oscar Collazos para el libro "Colombia tres vías a la revolución", Círculo Rojo Editores, Bogotá, 1972

 

Pregunta: ¿Cuándo surge el MOIR y en base a qué proposiciones políticas se plantea su organización?

Francisco Mosquera: El Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR, aparece en Colombia a finales del año de 1969, en un gran Encuentro Nacional, que se realiza en la ciudad de Medellín, en el mes de septiembre. Tenía como finalidad inmediata la de unificar, a nivel nacional, las diferentes agrupaciones obreras en Antioquia, Valle, Santander, y algunas federaciones y sindicatos de trabajadores oficiales que en todo el país habían adoptado una posición diferente y de combate frente a las centrales obreras UTC y CTC, controladas por los partidos tradicionales. Desde sus comienzos el MOIR se propuso la creación de una organización gremial nacional de la clase obrera colombiana, para desembocar, después de un proceso, en una Central Obrera. Pero lo importante de este acontecimiento consiste en que es producto de la lucha ideológica y política que se ha venido dando en Colombia, especialmente en los últimos diez años.

A finales de la década de 1950 y comienzos del 60 se inicia un período de grandes conmociones y agitación en toda América Latina. Cuba había desatado la tormenta antiimperialista. En todos los países latinoamericanos era palpable el fracaso de sus respectivas burguesías para resolver los grandes problemas nacionales, y no sólo eso, sino la traición a sus patrias que habían vendido al imperialismo yanqui durante todo el correr de este siglo. También era evidente el fracaso de los partidos comunistas del continente, ya tradicionales, que, degenerados por el revisionismo contemporáneo, renegaron del marxismo y de los movimientos populares.

En Colombia, como en toda América Latina, surgieron una serie de organizaciones políticas nuevas e independientes. Organizaciones cuya base social era, principalmente, la pequeña burguesía intelectual y estudiantil, que aparecían con claridad en dos puntos: a) la necesidad de liberar el país del yugo del imperialismo norteamericano y b) la de que esa transformación tenía que hacerse mediante la utilización de formas de lucha violenta, mediante la utilización de la violencia revolucionaria.

Estas nuevas organizaciones políticas son un fenómeno continental y sus luchas patrióticas han sido supremamente positivas. Habrá siempre que aplaudir la insurgencia de estos sectores que se atrevieron a desafiar a la dominación extranjera norteamericana y a los lacayos proimperialistas en casi todos los países latinoamericanos y que dieron demostración de gran desinterés, de espíritu de sacrificio, y que rubricaron con su sangre las más hermosas páginas de heroísmo. Muchos de sus más destacados dirigentes inmolaron su vida por la causa de la liberación nacional. En Colombia, compañeros como Antonio Larrota, Federico Arango, Francisco Garnica, Pedro Vásquez Rendón, el Padre Camilo Torres Restrepo y decenas de nombres más. En el continente, dirigentes como Luis Turcios Lima, Fabricio Ojeda, Carlos Mariguella, Luis de la Puente Uceda y el más grande de todos, el comandante Ernesto Che Guevara.

En nuestro país esta nueva corriente revolucionaria dio a luz a una serie de organizaciones como el Movimiento Obrero Estudiantil Campesino (MOEC), el Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR), la Juventud del Movimiento Revolucionario Liberal, el Ejército de Liberación Nacional, el Frente Unido de Camilo Torres, el Partido Comunista Marxista-Leninista. Todas estas son agrupaciones diferentes, pero surgidas como resultado del fenómeno que estoy señalando: por el renacer de la lucha antiimperialista y por condiciones particulares de la situación de Colombia.

Entre estas últimas se destaca el hecho de bulto de que Colombia venía de la época de la violencia contra el pueblo y las fuerzas democráticas desatada por la alianza burgués-terrateniente proimperialista. Violencia que produjo la resistencia popular con el desarrollo de fuerzas guerrilleras de vastas proporciones. Después de la masacre de cerca de medio millón de colombianos y ante la amenaza del crecimiento de la lucha de las masas populares, los asesinos llamaron a la "paz" y a la "concordia", tomando como pretexto el derrocamiento de quien fuera su leal servidor, el general Gustavo Rojas Pinilla.

Apaciguaron los ánimos y pactaron el Frente Nacional, que no ha sido otra cosa que la constitucionalización de la alianza burgués-terrateniente proimperialista, a través de sus dos partidos, liberal y conservador, para preservarse en el poder.

Varias ventajas les proporcionó esta táctica contra el pueblo: engañar a las masas perseguidas y masacradas con falsas palabras de _convivencia_ y crear las condiciones para prolongar la dictadura bipartidista con sus viejas prácticas de pillaje, crimen y entrega de la riqueza nacional al imperialismo yanqui. Desmontaron la resistencia y burlaron las aspiraciones del pueblo colombiano. En ese momento comenzaron a surgir estas nuevas organizaciones revolucionarias, con la fundación del MOEC, el 7 de enero de 1959.

Me referiré al MOEC, porque es la agrupación que inicia este nuevo período de la lucha revolucionaria colombiana y de cuya experiencia el MOIR ha sabido heredar importantes enseñanzas de valor general. Sigue siendo válida la línea y el esfuerzo de crear una vanguardia revolucionaria, completamente independiente de los partidos tradicionales, así como de sus conceptos y políticas. Vanguardia que pueda aglutinar a su alrededor a la nación colombiana y realizar las grandes tareas de la revolución.

Es de trascendencia histórica que el MOEC se haya planteado este problema, en una hora que exigía visión y entereza para no marchar detrás de las ideas que, aun cuando viejas, aparecían triunfantes y con sus pestilencias enrarecían el ambiente de toda la República. Sin embargo, hubo un punto clave en el cual se falló. No hubo claridad en cuanto a la fuerza direccional de la revolución. No se sabía que tipo de vanguardia debía crearse, ni cual debía ser su composición y carácter de clase. Fue la pequeña burguesía intelectual y estudiantil la que jugó el papel de dirección y no bastaron su abnegación y sus buenos deseos para resolver los múltiples y complejos problemas.

Mediante la asimilación de la experiencia vivida y el estudio del marxismo-leninismo se fue esclareciendo que sólo la clase obrera, construyendo su propio partido, puede ser la vanguardia de la lucha revolucionaria del pueblo. Las concepciones ideológicas de las fuerzas que controlaban el MOEC, y a muchas de las organizaciones que he mencionado, eran opuestas al principio de que sólo la clase obrera, en las actuales condiciones históricas, podría resolver con acierto el problema de la organización y de la lucha de las masas por la independencia nacional y por el logro de las transformaciones democráticas que requiere la sociedad colombiana.

La clase obrera posee una ideología revolucionaria invencible: el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung. Ideología que le permite elaborar una estrategia y una táctica correctas. Además, la clase obrera colombiana cuenta con el apoyo del proletariado internacional que, a partir del triunfo de la Revolución Socialista de Octubre, está al frente de los cambios revolucionarios del mundo, del movimiento de liberación nacional de los países y pueblos dominados por el imperialismo y contra los reaccionarios de todos los países.

Pero este principio sólo se abrió paso a través de enconadas luchas internas y externas. Había que combatir el oportunismo de derecha encabezado por la dirección revisionista del Partido Comunista de Colombia y al oportunismo de "izquierda" que se había adueñado de la nueva corriente, desviándola de su cauce revolucionario. Se daba la característica de que para adelantar consecuentemente la lucha contra el revisionismo había que derrotar las desviaciones de _izquierda_ en nuestras filas. Sólo el marxismo-leninismo puede vencer al revisionismo.

Sin embargo, había dos factores favorables para librar exitosamente estas luchas. Uno eran los fracasos del MOEC durante seis años, que permitían adelantar una crítica muy seria y que ésta fuera escuchada y examinada por sectores consecuentes y revolucionarios. Estos sectores asimilaron con gran profundidad la necesidad de aplicar el marxismo-leninismo como guía fundamental de la acción política revolucionaria. Y hubo también un factor externo muy importante para que se pudiera desarrollar una concepción auténticamente proletaria aplicable a las condiciones actuales de nuestro país, y es la gran batalla que a nivel mundial se desarrolla en el seno del movimiento comunista: la lucha adelantada por el Partido Comunista de China y por su máximo dirigente Mao Tsetung contra el revisionismo soviético. Esta lucha ha sido supremamente saludable. Desempolvó y puso al orden del día todas las cuestiones de principio de la ideología y la política proletarias. Estudiando, comprendiendo y aun participando modestamente en esa lucha es como los marxistas colombianos se han armado para ir al combate a favor de la liberación nacional, la democracia y el comunismo.

Después de siete años de luchas, desde 1965 hasta hoy, hemos lanzado a nivel de las masas la consigna de la creación del Partido del Trabajo de Colombia, teniendo como base una organización extendida a nivel nacional y vinculada a considerables e importantes masas de obreros, campesinos, estudiantes y demás fuerzas populares.

Hubo otro error en que cayeron el MOEC y otros grupos que inauguraron este nuevo período revolucionario, y fue la aplicación esquemática de las principales lecciones de la revolución cubana. Se hizo el análisis simple de que bastaba con la creación de un foco guerrillero para que se dieran todas las condiciones insurreccionales y todas las formas de movilización y organización de las masas. No interpretaron un hecho fundamental de la revolución cubana: que Fidel Castro en la Sierra Maestra era el pueblo de Cuba en la Sierra.

Fidel había librado grandes batallas políticas, había ganado realmente el apoyo incondicional de las masas cubanas que lograron, por ejemplo, mediante acciones y movilizaciones de todo tipo, cosas tan importantes como su propia libertad de las prisiones del régimen de Batista, después del revés militar del asalto al Cuartel Moncada. Cuando las clases dominantes representadas por la dictadura militar se tambaleaban, sumidas en contradicciones insuperables, apartadas y repudiadas por la nación entera que decide levantarse, las masas populares cifran sus mayores esperanzas en Fidel y lo siguieron como a su máximo conductor. Es decir, se dieron las condiciones indispensables para el desarrollo victorioso de la guerra insurreccional del pueblo: la lucha decidida de las masas y la aceptación por parte de las masas de una dirección única revolucionaria, en el punto culminante de una crisis definitiva. Condiciones que no se presentaron en posteriores experimentos "insurreccionales" en el resto del continente.

Pero lo que vale la pena señalar es que muchos revolucionarios terminaron despreciando toda acción de masas y desconociendo olímpicamente la desventajosa correlación táctica de fuerzas frente al enemigo, que pudo, momentáneamente, propinar duros golpes. Se analizaron estas experiencias y se señalaron críticamente tales desviaciones liquidacionistas. Fue este otro de los puntos donde se concentró la lucha ideológica y política de las fuerzas marxistas. Son las masas populares en última instancia el factor determinante de toda revolución. Por lo tanto, la dirección revolucionaria debe vincularse a las masas, debe saber el estado de ánimo de las masas, su moral de combate, la real correlación de fuerzas y plantear tareas tácticas que correspondan a esas situaciones.

El proceso de la revolución es ir desarrollando luchas, desde las más simples y aisladas hasta las más elevadas y coordinadas. En ese proceso, las masas van adquiriendo conciencia y los revolucionarios se van fusionando a las masas. Pero no es posible para los intelectuales revolucionarios y marxistas vincularse a las masas si menosprecian sus problemas y las luchas que éstas adelantan porque les parezcan insignificantes.

La nueva corriente, orientada por las concepciones pequeñoburguesas de "izquierda", elaboró la falsa teoría de que las luchas gremiales, democráticas o por intereses inmediatos de las masas eran luchas innecesarias que distraían al pueblo de los grandes objetivos revolucionarios como la insurrección y la toma del poder. Con esta concepción, las nuevas fuerzas, minoritarias pero resueltas a sacrificarlo todo por la revolución, caían en el grave peligro de apartarse de las masas, de no poder conocer la realidad colombiana y de enfrentarse en condiciones infinitamente inferiores al enemigo. Era de vital importancia la lucha ideológica y política alrededor de esta cuestión. Había que insistir en la vinculación a las masas populares, especialmente a las masas de obreros y campesinos pobres, conocer a fondo sus problemas y adelantar sus luchas gremiales y democráticas, por más incipientes y aisladas que fueran. ?_nica forma de construir un partido auténticamente revolucionario y de masas y de crear a la larga condiciones insurreccionales para llegar al poder.

Como fruto de esta nueva orientación, buen número de revolucionarios e intelectuales de la nueva corriente se han venido vinculando a la clase obrera, al campesinado y al estudiantado.

Dentro de la clase obrera ha surgido un movimiento independiente y revolucionario que lucha por los derechos de organización, huelga y demás derechos democráticos del proletariado colombiano, sin perder un solo momento la finalidad de que todas estas luchas, de que todos estos esfuerzos organizativos deben desembocar en el reagrupamiento a nivel nacional del movimiento sindical colombiano, expulsando de la dirección y de sus filas a los agentes del imperialismo y de las clases dominantes, representados por las camarillas patronales de la UTC y CTC. Esta nueva fuerza proletaria es consciente de que debe estimular y apoyar las luchas y la organización de las masas campesinas, en primer lugar, del estudiantado y del resto del pueblo.

Como producto de todas esas luchas internas y externas, ideológicas y políticas, que hacen parte de los últimos siete años de la historia de Colombia, surge el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario. Así es como hemos venido esclareciendo los principales postulados de principio que orientan nuestra acción política.

Pregunta: Al plantearse el MOIR como partido marxista-leninista ¿en qué ideología enmarca a los otros grupos o partidos que se reclaman herederos y continuadores de esa misma tradición?

Francisco Mosquera: En primer término aclaro que el MOIR no es un partido político; es una organización que agrupa diferentes organizaciones gremiales de la clase obrera. Es una organización sindical que, por las particularísimas condiciones de nuestro desarrollo ha terminado por ser en la situación actual, la mayor expresión política de nuestra organización partidaria. Durante la campaña electoral hemos lanzado públicamente la consigna de la creación del Partido del Trabajo de Colombia, con lo cual, en parte, se va despejando el problema de la organización gremial y de la organización política, problema que ha traído alguna confusión, debemos confesarlo.

El anuncio de la creación de un partido marxista-leninista nos coloca en pugna con las organizaciones que en Colombia se dicen comunistas, se dicen marxistas. Tanto unos como otros aceptamos en general el criterio de que la clase obrera no puede tener más que un solo partido. Y nosotros agregamos, el partido que interprete fielmente sus intereses de clase, defienda el marxismo-leninismo y lo aplique correctamente a la práctica concreta de la revolución colombiana.

Es conocida la lucha de principios que hemos adelantado contra la dirección del Partido Comunista de Colombia, matriculada en la contracorriente del revisionismo contemporáneo que acaudilla la camarilla revisionista del Partido Comunista de la Unión Soviética. No puede ser auténticamente marxista ni revolucionario un partido que condiciona su línea a las componendas que hace el revisionismo soviético con el imperialismo yanqui en su afán de repartirse el mundo. No puede interpretar y defender los intereses nacionales y democráticos de la nación colombiana un partido que le da el visto bueno a la política socialimperialista y de dominación que la URSS adelanta a nivel mundial y especialmente con los países que están bajo sus dictados, así como a las aspiraciones coloniales soviéticas con los atrasados y dependientes de Asia, África y América Latina.

No puede ser auténticamente comunista un partido que le hace eco a la propaganda más negra y calumniosa contra los destacamentos avanzados del proletariado mundial, la República Popular China y la República Popular de Albania, que apoyan realmente la causa de los pueblos, construyen el socialismo y son leales al marxismo-leninismo.

Ahora bien, en cuanto al proceso de la revolución colombiana, la dirección del Partido Comunista ha obstaculizado siempre las tareas revolucionarias de nuestro pueblo. Una frecuente característica del Partido Comunista de Colombia, desde su fundación, hace más de 40 años, ha sido la de ir a la cola de la burguesía colombiana y de su partido liberal.

Pregunta: ¿Podría ilustrar esta última afirmación con algunos datos concretos? ¿En qué momento histórico, de qué manera el Partido Comunista ha traicionado los intereses de la clase obrera o ha detenido el desarrollo revolucionario del país? Seria interesante ilustrar con datos concretos para que no nos quedemos con una exposición de fe solamente.

Francisco Mosquera: Ante todo, un partido auténticamente comunista debe ser celoso guardián de su independencia de clase. Debe mantener la concepción del mundo y de la sociedad propias del pensamiento proletario. Debe interpretar la realidad nacional a la luz de la ideología de la clase obrera y elaborar la política que corresponda a esa realidad y a los intereses de la revolución. Si el partido proletario toma las concepciones y la política de las clases explotadoras, renuncia a dirigir la revolución y se convierte en un partido oportunista. Un partido auténticamente comunista debe tener una teoría y una práctica propias, acordes y consecuentes.

Colombia desde finales del siglo pasado y principios del presente comenzó a caer bajo la dominación directa del imperialismo, especialmente del imperialismo yanqui. En el transcurso de este siglo esta dominación se ha venido acentuando y el imperialismo ha desarrollado una burguesía intermediaria, parasitaria y antipatriótica: la gran burguesía. Esta burguesía junto con los grandes terratenientes han sido las clases a través de las cuales el imperialismo yanqui ha sometido y explotado a Colombia.

El imperialismo yanqui y sus aliados colombianos, la gran burguesía y los grandes terratenientes, han mantenido a Colombia como una neocolonia de los Estados Unidos, semifeudal y en permanente crisis. Por eso las tareas de la revolución en la etapa actual son las de liberar al país del yugo extranjero y eliminar el semifeudalismo. Son tareas democráticas. Y los blancos principales de ataque de la revolución son el imperialismo yanqui y sus aliados colombianos.

A la par de la dominación imperialista se ha ido desarrollando un capitalismo colombiano. Han aparecido la clase obrera y una burguesía nacional que tiene contradicciones con los dominadores extranjeros y sus lacayos. Como producto también de todo este proceso, se han venido desarrollando las fuerzas del campesinado que reclaman una reforma agraria que acabe la dominación terrateniente en el campo. Tanto la clase obrera y el campesinado como el resto de las fuerzas populares, y la burguesía nacional con contradicciones con el imperialismo, son las fuerzas de la revolución nacional y democrática.

Después de la primera guerra imperialista por el reparto de la Tierra y del triunfo de la gran Revolución de Octubre de 1917, se inauguró la era de la revolución mundial socialista. El proletariado pasó a ser la fuerza más avanzada y revolucionaria de la humanidad, mientras que la burguesía a nivel mundial pasó al campo de la reacción. Todas las revoluciones, motines, levantamientos contra el imperialismo, y, entre ellos, el poderoso movimiento de liberación nacional contribuyen en última instancia al desarrollo del socialismo y al fortalecimiento de la clase obrera.

Nuestra revolución en la etapa actual, no obstante ser nacional y democrática, a pesar de no ser socialista, sólo puede ser capitaneada por el proletariado y es una revolución que le sirve fundamentalmente a la clase obrera. El hecho de que en la revolución colombiana pueda participar hasta la burguesía nacional que tiene contradicciones con el imperialismo y que el proletariado deba buscar la alianza con esa burguesía, no significa que el proletariado pase a ser la cola de ningún sector burgués ni que adopte las concepciones y los puntos de vista de éste.

He descrito rápidamente la situación de la sociedad de Colombia, para entrar a hablar ahora sí de algunos pasajes sobresalientes del Partido Comunista de Colombia. Determinando el carácter, los blancos y las fuerzas de la revolución y, sobre todo, comprendiendo el lugar de primera importancia que ocupa la clase obrera colombiana en el proceso revolucionario, se podrá precisar mejor la naturaleza y el valor político de los hechos concretos.

La fundación del Partido Comunista coincide con la llegada del Partido Liberal al poder. De los dieciséis años que duró la llamada República Liberal, el Partido Comunista pasó los catorce últimos años apoyando, sosteniendo, arrastrándose detrás del liberalismo, incondicionalmente. El razonamiento que se hacía la dirección del Partido Comunista era más o menos éste: frente a los intentos de la reacción conservadora de regresar al poder, la única alternativa es apuntalar al Partido Liberal. Los más representativos pensadores del Partido Comunista sostenían que la independencia nacional de la dominación extranjera y la lucha de los campesinos hasta eliminar el régimen terrateniente sería la obra de la burguesía y de su partido liberal, "naturalmente aliados" de la clase obrera. Agregaban que a medida que la burguesía fuera fortaleciéndose, enriqueciéndose, iría reafirmando su posición revolucionaria y de vanguardia.

Repitieron hasta el ridículo, durante ese período, que la salida salvadora del país era el doctor Alfonso López, y cuando Eduardo Santos llegó, contra López, a la presidencia, apoyaron a Santos, según decían, para cerrarle el paso a la derecha. Apoyaron luego a Lleras Camargo.

La verdad fue que el régimen liberal sostuvo el sistema neocolonial y semifeudal, y su democratismo no pasó de ser demagogia en labios de los caudillos liberales que jamás se reflejó en sus decretos y medidas. Y el triste papel del Partido Comunista durante ese régimen fue facilitar la traición liberal al pueblo.

Pero lo más grave de todo fue que el Partido Comunista desistió hasta de orientar y organizar a la clase obrera, a la clase que se supone debía representar. El movimiento sindical lo entregaron al liberalismo, lo convirtieron en el acólito del oportunismo burgués. Desde entonces se supo qué entiende el Partido Comunista por la llamada teoría de la "unidad de acción". Desde ese período esta "teoría" ha inspirado y justificado las entregas y burlas al movimiento obrero por parte del revisionismo colombiano. Es la unidad por encima de los principios. Es la unidad alrededor de los intereses y estrategias de las clases reaccionarias.

Cuando los presidentes liberales dividían al movimiento sindical colombiano a favor de sus propósitos oportunistas, el Partido Comunista hacía todas las concesiones con tal de mantener la "unidad".

Toda esta vacilación, entrega y apoyo incondicional a la burguesía por parte de la dirección del Partido Comunista se dio, en la primera mitad de la década del 40, en el marco de la lucha que a nivel mundial realizaban las fuerzas democráticas contra la amenaza fascista. Fue la época de la Segunda Guerra Mundial, que terminó con el hundimiento de la Alemania de Hitler y que vio la alianza de la Unión Soviética, victoriosa en su justa guerra por la defensa de la patria socialista, con las potencias imperialistas occidentales en guerra también con Alemania. La época en que las fuerzas marxistas en el mundo insistían en el mantenimiento del gran frente democrático antifascista.

El ascenso internacional de las fuerzas revolucionarias, democráticas y amantes de la paz fue interpretado por la dirección del comunismo colombiano como la aparición en el mundo de una nueva etapa en que el imperialismo cambió su naturaleza agresiva y explotadora y en la que el capitalismo y el socialismo podrían en el futuro colaborar como hermanos por la felicidad de los pueblos. En esto siguieron a pie juntillas las orientaciones revisionistas del browderianismo, que aconsejaba incluso el cambio del nombre comunista a los partidos obreros del continente, cosa que desde luego corrieron a poner en práctica los llamados comunistas colombianos. Toda esta situación explica en buena parte, aunque no justifica, los entrañables afectos del comunismo colombiano de aquel período por el liberalismo burgués.

Se nos puede decir que todos estos errores fueron motivo de autocrítica y los responsables expulsados. Sin embargo, la crítica no fue sincera, ni la causa de tales "errores" atacada en su verdadera raíz, porque en los períodos posteriores aparecen innumerables acontecimientos tan indignantes como los anteriores.

Llegó el fin de la hegemonía liberal. El liberalismo se dividió entre Jorge Eliécer Gaitán, quien desató una campaña oposicionista arrolladora y dirigió el filo de las fuerzas democráticas contra la oligarquía liberal y conservadora, y Gabriel Turbay, a quien sostenía la vieja y podrida corriente liberal. De nuevo el Partido Comunista hipotecó su apoyo al oportunismo respaldando al candidato Turbay, y combatiendo al movimiento gaitanista, único movimiento que desenmascaraba la traición a la nación y al pueblo colombiano de las camarillas mancomunadas de los dos partidos tradicionales vendidas al imperialismo yanqui. Sobre esto también hay "autocríticas". Tamaña equivocación histórica colocó al comunismo colombiano en las filas de la reacción, y después del ascenso al poder de Ospina Pérez, del asesinato de Gaitán y de la violencia oficial desatada contra el pueblo, el movimiento revolucionario y democrático no podría creer ni confiar en un partido que siempre estaba al otro lado.

Con la llegada de Ospina a la presidencia, en 1946, se inicia un período de recorte total de las libertades públicas burguesas, de violenta represión y gran auge de la lucha revolucionaria, que va hasta 1957 con la caída del general Rojas y la fundación del Frente Nacional. Aunque la brutalidad de la violencia oficial durante este período era un factor favorable para que se desvaneciera hasta la más firme ilusión revisionista sobre el carácter progresista de las clases explotadoras dominantes, el portentoso y explosivo ímpetu de la lucha popular sería una prueba definitiva para medir la capacidad de dirección del Partido Comunista.

En esos años Colombia presenció el levantamiento popular más amplio e importante de su historia en este siglo. Las guerrillas se generalizaron como pólvora por casi todo el territorio nacional. Mientras las clases dominantes le hacían la guerra más brutal al pueblo que se insurreccionaba, los revisionistas recogían firmas para pedir la paz y editaban folletos contra el "extremo izquierdismo guerrillerista".

La camarilla liberal y conservadora que venía gobernando al país en el más perfecto acuerdo, para desmontar el movimiento guerrillero que se estaba volviendo incontrolable, resolvieron ofrecer la amnistía a los insurrectos, proclamar el retorno a la normalidad y constituir el Frente Nacional. Todas estas maniobras fueron llevadas a feliz término por el imperialismo yanqui y sus lacayos colombianos. El Frente Nacional constitucionalizaba el bipartidismo burgués-terrateniente proimperialista y le negaba la vida legal al resto de partidos y fuerzas políticas. A Alberto Lleras, uno de los más siniestros servidores del imperialismo, le tocó inaugurar el nuevo período como presidente de la República para los años de 1958 a 1962.

Alberto Lleras ha sido dos veces presidente. En 1945, por dimisión de López, y en 1958. En ambas ocasiones llegó al poder con los votos del Partido Comunista de Colombia. En la primera oportunidad los congresistas comunistas depositaron sus votos por él en el parlamento, y en la otra la dirección del Partido ordenó elegirlo ante la "amenaza" de la candidatura derechista de Jorge Leyva.

Desde el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, realizado en 1956, los dirigentes del Partido Comunista de Colombia echaron por el atajo del revisionismo jruschovista. Desconocieron con la teoría de "la lucha contra el culto a la personalidad" las más grandes luchas libradas en defensa del marxismo-leninismo por el camarada Stalin. Se convirtieron en pregoneros de la posibilidad de la _vía pacifica_ para la revolución, de lo bueno y aconsejable que sería transitar esta vía. Renegaron de las enseñanzas de la revolución china y de los aportes creadores del camarada Mao Tsetung al marxismo-leninismo. Todo siguiendo la orientación del revisionismo soviético.

En el movimiento obrero colombiano el Partido Comunista ha seguido aplicando lo que entiende por "unidad de acción". La táctica preferida del imperialismo yanqui ha sido la de reprimir a la clase obrera, negarle sus derechos de organización, movilización y huelga y demás derechos democráticos. Represión que se ha agudizado en los últimos años. Y para impedir el desarrollo político de los obreros y contener sus luchas, el imperialismo sostiene en el seno de la clase obrera una aristocracia dirigente pagada: las camarillas directivas de la UTC y CTC. El revisionismo colombiano siempre ha buscado la "unidad de acción" con estas directivas sembrando en algunos sectores proletarios la falsa creencia de que es posible y benéfico el entendimiento con tales camarillas.

En momentos de aguda represión y de luchas obreras, como lo ha denunciado el MOIR reiteradamente, los revisionistas pactaron acuerdos vagos, imprecisos, y en el fondo traidores, con las camarillas patronales de la UTC y CTC, con tal de aislar a las fuerzas independientes y revolucionarias de la clase obrera que, aunque minoritarias, son la esperanza del proletariado. Tal conducta condenable no ha contribuido más que a profundizar la división del movimiento obrero y le ha prestado un buen servicio al enemigo.

Se contribuye a la unidad de la clase obrera colombiana si se combate y desenmascara a las camarillas de la UTC y CTC como lo que son, agentes del imperialismo y la reacción, y si se busca la coordinación y agrupamiento de las fuerzas obreras independientes y revolucionarias.

Esta es, digamos a grandes rasgos, una enumeración de datos concretos, la enumeración de algunos protuberantes acontecimientos de la vida del Partido Comunista. Es el ejemplo vivo de cómo no debe ser la revolución. Las fuerzas marxista-leninistas colombianas han sacado valiosa experiencias de ese ejemplo que, de profundizarlas y sistematizarlas, fortalecerán la posición de principios proletarios y serán armas para ganarle al revisionismo la lucha ideológica y política más apasionante de nuestros días.

Pregunta: Ud. ha hablado especialmente del potencial revolucionario del proletariado colombiano, pero si nosotros vemos lo que se puede llamar la estructura de clases y de población colombianas encontramos una porción enorme de campesinado. ¿Significa que el proletariado guiaría las luchas del campesinado a partir de la ideología revolucionaria? ¿Aunque el campesinado siga contándose ya en la economía colombiana o en la vida política del país como una mayoría, estaría supeditado política e ideológicamente a las luchas o a la estrategia trazada por el proletariado?

Francisco Mosquera: La clase obrera como fuerza direccional de la revolución colombiana tiene que resolver el problema de la organización y conducción de las luchas revolucionarias en las condiciones actuales. Esto significa que tiene que ganarse a las masas populares, a todos los sectores oprimidos de la población colombiana, a más del 90% de las gentes colombianas, que son las que tienen contradicciones con el imperialismo y sus intermediarios. Para eso la clase obrera debe trazar una línea estratégica que contemple las reivindicaciones económicas y políticas fundamentales de las masas populares, del campesinado, de la pequeña burguesía, de los sectores nacionales de la burguesía colombiana.

La clase obrera tiene que entender lo que ha planteado ya el MOIR, que la revolución colombiana es actualmente una revolución democrática y solamente caracterizando la revolución de esta manera el proletariado tendrá en cuenta los intereses de las distintas clases revolucionarias en la presente etapa y podrá resolver el problema de dirección.

El campesinado es la fuerza principal de esta revolución democrática. El problema central de la revolución, en el fondo, es un problema campesino, que la revolución agraria debe cumplir con las dos tareas principales de la revolución:

a) La liberación nacional y b) la eliminación del régimen de explotación terrateniente que es, en esencia un régimen feudal. La revolución agraria abrirá el camino a las demás transformaciones democráticas de la sociedad colombiana.

A nadie más que al proletariado le interesa derrotar a los enemigos del campesinado, que son los enemigos de la nación; la gran burguesía y los terratenientes, íntimos aliados del imperialismo. Por eso el proletariado apoya consecuente y conscientemente la lucha de los campesinos por la tierra. El proletariado despeja sólo así el porvenir del desarrollo independiente de la economía nacional, que le permitirá pasar progresivamente bajo su dirección, a una sociedad socialista.

Pregunta: ¿Se trata de supeditar la lucha del campesinado a la lucha del proletariado?

Francisco Mosquera: No. Explicaba que la primera cosa que tiene que hacer la clase obrera es trazar una orientación estratégica que le permita la participación en la revolución a todos los sectores explotados por el imperialismo y sus lacayos. Claro que no basta con elaborar la estrategia; el proletariado necesita de un partido vinculado estrechamente al pueblo, que vaya a los rincones más apartados del país con sus soluciones, con sus cuadros, con sus programas y que pueda abanderar y conducir victoriosamente las diferentes luchas de las masas populares.

Pero lo que estamos explicando es que la clase obrera no se gana políticamente al campesinado exigiéndole que adopte la posición socialista propia de la clase obrera; todo lo contrario, se lo gana defendiendo los intereses del campesinado, que son intereses democráticos, que son intereses de clase diferentes a los del proletariado.

Los campesinos luchan por la tierra y por la destrucción del régimen de explotación terrateniente. En la primera etapa de la revolución los campesinos exigen la repartición y la propiedad privada de la tierra. O sea que como resultado del triunfo de la revolución agraria se instaurará la producción del campesino medio como forma principal de producción en el campo y los campesinos van a exigir que esa producción sea al máximo libre. El proletariado debe respetar la propiedad privada de los campesinos en la primera etapa de la revolución, así sus miras finales sean la colectivización de todos los medios de producción, a lo que sólo se llegará gradualmente mediante el desarrollo de las fuerzas productivas.

Pregunta: Una de las consignas más repetidas y esgrimidas por el MOIR es la del marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung. ¿En este sentido se trata de defender una interpretación surgida de la revolución china, a partir de la práctica y la teoría de su gran líder? ¿O de una diferenciación teórica producida en el seno de otras revoluciones contemporáneas?

Francisco Mosquera: Las leyes elaboradas por el marxismo en todos los campos: la economía, la política, la filosofía, el socialismo científico, son de aplicación universal. Es decir, son valederas como guías orientadoras generales para el proletariado de todos los países. El desarrollo del marxismo ha estado determinado por el desarrollo material del mundo. Los aportes y enriquecimientos del marxismo han correspondido a la aparición y solución de nuevos problemas en el transcurso de la historia mundial. El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo, y resuelve una serie de problemas nuevos, que no podían ser resueltos por Marx porque no se habían presentado como hechos de la vida social.

En esta forma Mao Tsetung desarrolla el marxismo-leninismo de la época en que el imperialismo se precipita a la ruina total y en la cual el socialismo avanza hacia la victoria en el mundo entero. El pensamiento Mao Tsetung es el marxismo-leninismo de esta época.

Mao Tsetung hace aportes al marxismo-leninismo en todos sus aspectos, desarrollándolo creadoramente. Contribuye a resolver entre otros problemas tan importantes los de las revoluciones de nueva democracia en la época de la dominación colonial y neocolonial. Hace aportes sobre la contradicción, máxima ley de la dialéctica; sobre la guerra popular, sobre la revolución cultural, sobre la solución de las contradicciones en el seno del pueblo, sobre la continuación de la revolución en la sociedad socialista. El proletariado debe tomar el pensamiento marxista-leninista de Mao Tsetung como guía para la acción. El desconocimiento de este principio es otra de las grandes diferencias que el movimiento comunista internacional tiene con el revisionismo contemporáneo.

El problema central de todo Partido revolucionario es el de hacer la revolución en su propio país. La revolución depende de saber aplicar de manera viva, teniendo en cuenta las condiciones concretas, las leyes generales del marxismo-leninismo-pensamiento de Mao Tsetung. Este es el secreto de toda conducción revolucionaria correcta. El sectarismo, pero especialmente el dogmatismo que ha campeado en las filas de todos los grupos revolucionarios colombianos que se dicen seguidores del pensamiento Mao Tsetung y que tratan de aplicar mecánicamente la experiencia china al país, han dificultado la consolidación de una fuerza proletaria realmente revolucionaria. En esto de aplicar con éxito la ideología del proletariado a las condiciones de nuestra revolución estamos completamente solos.

Pregunta: El MOIR, a través de su organización juvenil, Juventud Patriótica, JUPA, se ha planteado una "revolución cultural" en el seno de la sociedad y de la universidad colombiana. ¿Cómo define el carácter de esa revolución llamada de "nueva democracia" y su repercusión en los sectores estudiantiles e intelectuales?

Francisco Mosquera: En determinado sentido es cierto que el MOIR, a partir de la lucha de la JUPA, ha venido sosteniendo la tesis de la necesidad de una revolución cultural de nueva democracia. El aguerrido movimiento de las masas estudiantiles de 1971 por lograr en el seno de la universidad las reivindicaciones democráticas principales del estudiantado y defender una cultura nacional y científica al servicio de las masas populares, en contraposición con la dominación cultural que ejerce el imperialismo yanqui sobre la educación colombiana, nos ayudó a comprender una cuestión que ya estaba resuelta por el camarada Mao Tsetung: la de que a toda revolución la antecede una lucha en el terreno de la cultura y de que esta lucha a su vez hace parte integrante de la revolución.

La cultura de las diferentes clases es el reflejo de sus intereses económicos y políticos en el campo de la ideología. Por lo tanto, se presenta también una lucha inevitable en el campo ideológico entre las clases. Para la revolución es muy importante esta lucha. Esto es lo que hemos venido a reafirmar con las valerosas batallas de la Juventud Patriótica como máxima organización direccional del movimiento estudiantil del año pasado.

Las ideas nuevas surgen en una sociedad porque surgen clases nuevas, nuevos intereses de clase y nuevos conflictos de clase. La revolución logra avances indispensables para su triunfo allí donde las fuerzas revolucionarias producen mediante sus luchas el cambio de las concepciones de la vieja sociedad por las ideas nuevas.

Uno de los resultados concretos reivindicativos logrados el año pasado debido a las luchas de las masas estudiantiles fue arrancarle al gobierno la constitución de organismos provisionales de dirección de la universidad, en los cuales tienen participación los estudiantes y los profesores. En estos organismos se dan batallas para que se amplíen los cupos; para conseguir mejores condiciones de inscripción; para lograr y mejorar la participación de los estudiantes de extracción popular en la universidad. Así mismo se lucha para que las distintas ramas de la educación universitaria se orienten científicamente y teniendo como base las condiciones reales del país. La ciencia es universal, pero, como sucede también con el marxismo, la ciencia tiene que adoptar una forma nacional para que pueda estar al servicio del pueblo.

De todo este movimiento, lo más importante es que los estudiantes y la intelectualidad revolucionaria "como un gran ejército ideológico y revolucionario" se han lanzado a todo el país, aclarándole a las masas los verdaderos problemas; aclarando que mientras el imperialismo no sea expulsado de Colombia, mientras no sean derrotados los lacayos antinacionales, mientras no sea extirpada la explotación terrateniente en el campo, los grandes problemas del país: la miseria, el atraso, la desnutrición, el estancamiento industrial, etc. no se podrán resolver.

Se está creando una gran conciencia antiimperialista y se está demostrando que esta lucha cultural, esta lucha ideológica, esta revolución en el seno de la superestructura, en el seno mismo de las instituciones de la vieja sociedad, permite a las fuerzas revolucionarias plantearse el asalto a todas las fortalezas del enemigo.

Una de las grandes conquistas de esta revolución cultural es la comprensión más profunda de cuestiones tan decisivas como la de que sin intelectuales revolucionarios no es posible coronar la revolución. Y los intelectuales revolucionarios pueden colaborar con la revolución a condición de que se vinculen a las masas y se pongan a su servicio. Sin la formación de un ejército de intelectuales revolucionarios no es posible que el proletariado resuelva el problema de la construcción de su partido que conducirá la lucha popular.

Igualmente en esta revolución cultural se aclara que el arte revolucionario debe estar al servicio de las masas populares. La vieja concepción reaccionaria de las clases explotadoras de que el arte está por encima de la lucha de clases y de la lucha política, está siendo combatida en esta gran revolución cultural de nueva democracia que está viviendo el país. Centenares de artistas revolucionarios señalan y comprueban que la concepción del arte por encima de las clases no es cierta, que esta concepción no la pueden aplicar ni siquiera sus propios abanderados y que es un deber, para todo artista que se hizo revolucionario y que quiere contribuir a la lucha por la liberación nacional, poner sus canciones, sus obras de teatro, sus poemas, sus pinturas, sus cuentos, al servicio de la educación de las masas, de la clarificación de los problemas centrales de la revolución, bajo la dirección de la clase obrera, bajo la dirección de su partido.

Pregunta: El MOIR anunció oficialmente que irá a las próximas elecciones y está ya en plena campaña electoral. ¿No cree usted que participar en el parlamento es una forma de enmarcarse y quedar enredado en los aparatos del Estado?

Francisco Mosquera: Con la participación del MOIR en la lucha electoral sucede un caso muy similar al que ha sucedido con otras tareas que nos hemos propuesto, o mejor, que la dirección del MOIR, el Partido del Trabajo de Colombia, se ha propuesto. Ha sido atacada por el oportunismo de "izquierda" con la acusación de que se trata de una desviación reformista. Las mismas acusaciones recibimos, y del mismo flanco, cuando nos propusimos proponer la organización sindical independiente y revolucionaria, tarea esta que requiere de la lucha por conquistas de carácter democrático como los derechos de organización y huelga. Lo mismo nos sucedió con la lucha del movimiento estudiantil por el "cogobierno" de la universidad, por las reivindicaciones democráticas de las masas estudiantiles y por la defensa de una cultura nacional, científica y de masas. Fuimos combatidos sin pena ni gloria por todos los grupos y tendencias en que se haya dividido actualmente el oportunismo de "izquierda" en Colombia.

La discusión sobre si es permisible o no para el proletariado participar en las elecciones es algo que está suficientemente aclarado por el marxismo. Si nosotros no habíamos entendido este problema y habíamos sostenido la tesis de que la abstención es la línea general correcta, era precisamente por nuestro desconocimiento del marxismo, al menos en este punto.

Vamos a las elecciones con el mismo criterio con que han participado en diferentes épocas y en distintos países con instituciones parlamentarias burguesas los partidos proletarios auténticamente revolucionarios. Mientras no haya condiciones para derrocar las instituciones parlamentarias burguesas, y mientras haya por lo menos una minoría considerable de la población que aún crea en esas instituciones, es un deber de los comunistas participar en la lucha electoral y combatir desde el Parlamento _como desde afuera_ para producir las condiciones que permitan las destrucción de estas instituciones caducas y su suplantación por instituciones verdaderamente democráticas, representativas de los obreros, de los campesinos y del pueblo, en las cuales esté depositado todo el poder del Estado.

Participando en las elecciones los comunistas difundimos nuestros programas, ampliamos nuestra influencia y consolidamos nuestra fuerza. En las condiciones concretas del MOIR y de la situación nacional, esta tarea de participar en las elecciones nos resuelve de manera excepcional en este momento varios problemas. Por ejemplo, nos permite vincularnos a sectores campesinos que siguen creyendo en este tipo de lucha electoral pero que buscan orientación en sus luchas contra los terratenientes y el gobierno. Nos resuelve problemas de sectarismo y dogmatismo. Hemos tenido que cambiar la forma del lenguaje para poder comunicarnos con las masas y lograr su movilización, y hemos tenido que acercarnos a sectores populares y políticos que equivocadamente despreciábamos o no teníamos en cuenta.

Hemos acordado alianzas con organizaciones populares que, con nosotros, defienden las banderas antiimperialistas y democráticas. Con el Frente Popular Colombiano, dirigido por el representante a la Cámara Alberto Zalamea, el MOIR suscribió una plataforma de lucha electoral cuyos postulados fundamentales son los de la revolución de nueva democracia y por una república independiente, democrática, popular y próspera en marcha al socialismo. Se ha aprovechado la campaña electoral para impulsar la unidad de las fuerzas revolucionarias y para señalar los cimientos sobre los cuales se levantará en un futuro, con el avance de la revolución, las estructuras de un verdadero Frente Único Antiimperialista por la liberación nacional.

Pregunta: La crisis de los partidos tradicionales se hace evidente en los últimos periodos presidenciales del Frente Nacional. No sólo puede observarse en el bajo índice de participación electoral sino en los mecanismos extra-constitucionales y represivos adoptados por el sistema. Esta crisis ha dado nacimiento a una hipótesis: la del golpe de Estado militar. ¿Ven ustedes la posibilidad de esta salida?

Francisco Mosquera: El golpe de Estado militar ha sido siempre una amenaza en todos los países de América Latina que sufren la dominación del imperialismo yanqui. En la actualidad más de la mitad de la población latinoamericana vive bajo regímenes militares. Cuando avanza la lucha revolucionaria y se agudizan las crisis de las instituciones seudodemocráticas del sistema neocolonial, la salida más segura y a que más recurren las clases explotadoras dominantes es al golpe de Estado militar. En Colombia esta amenaza ha existido en todos los gobiernos del Frente Nacional.

A este respecto hay que tener en cuenta las recientes declaraciones de Alberto Lleras, quien, después de largos ratos de aparente marginamiento político, acostumbra hacer apariciones públicas esporádicas para notificar qué es lo que piensa la coalición gobernante. En su discurso de Medellín, al abrir la campaña electoral, fue explícito en afirmar que la continuación de la alianza burgués-terrateniente, liberal-conservadora, así como el control de esta alianza sobre el gobierno, estaban garantizadas por la Constitución Nacional, y que cualquiera que fuese el resultado de las elecciones de 1974, el ordenamiento jurídico exigía que los cargos de las distintas funciones públicas del Estado deberían llenarse paritariamente con elementos liberales y conservadores. Esta afirmación, respaldada con la referencia constitucional, significa nada más y nada menos que la negativa por parte de los partidos tradicionales a que las fuerzas de la oposición puedan llegar al poder, y puedan conformar, utilizando los medios de la representación democrático-burguesa, un gobierno diferente al actual. En el fondo es la anticipada legalización de un golpe de Estado. Si la coalición no gana las elecciones de 1974, habrá un golpe de Estado constitucional.

Estos hechos no pueden sorprender a la oposición y a las fuerzas revolucionarias en general. Por el contrario, deben darse por notificadas y pasar a prepararse organizativa y tácticamente para rechazar los golpes que se anuncian y movilizar las masas al combate.

Además, hay que comprender que el proceso que se vive es de un acelerado recorte de las libertades públicas y de los derechos ciudadanos. No hay ninguna posibilidad de que esta situación se mejore por iniciativa del régimen. La reforma constitucional de 1968 centralizó en el Ejecutivo mayores facultades y le quitó al Congreso nacional todas sus atribuciones legislativas sobre las materias fundamentales de la vida económica y social del país. El parlamento quedó convertido en un cuerpo protocolario. No lo cancelaron definitivamente porque hay que mantener las apariencias. Al mismo tiempo la justicia ordinaria ha ido pasando a manos del gobierno mediante la generalización de los llamados consejos verbales de guerra. Todo este proceso represivo hace parte de los planes imperialistas de saqueo de nuestras riquezas naturales y de nuestro trabajo.

Les corresponde a las fuerzas revolucionarias cambiar la situación, a condición, eso sí, de que no se permita la más mínima ilusión de que por la vía electoral las corrientes avanzadas y populares van a llegar al poder o van a democratizar a Colombia.

Pregunta: Uno de los temas más debatidos ha sido el de la llamada "integración latinoamericana". Este proyecto, encabezado por la iniciativa de los gobiernos de América Latina y sin duda, estimulada por el imperialismo norteamericano, tiene su expresión en el Pacto Andino. Quisiéramos conocer la posición adoptada por el MOIR frente a este tratado; lo que ello representa dentro del contexto general de la llamada "integración latinoamericana" y sus implicaciones en la situación económica.

Francisco Mosquera: Sobre la integración económica latinoamericana se viene hablando, y no sólo hablando, sino que se viene trabajando desde hace muchos años. Ya en 1958 se dieron los primeros pasos en este sentido con la constitución del Mercado Común Centroamericano. Después, en 1960, con el Tratado de Montevideo que firmaron los países de Suramérica y México, fue instituida la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y quedaron trazadas pautas exactas sobre la integración. El Pacto Andino es precisamente la aplicación de una recomendación contemplada por la ALALC, como es la de concertar acuerdos subregionales que faciliten la integración posterior de toda la región en un mercado común.

Antes de cualquier cosa se debe aclarar que el imperialismo yanqui es el que ha propuesto, promovido y planificado la integración latinoamericana. Lyndon B. Johnson, presidente de los Estados Unidos, al mando de la casi totalidad de los gobernantes latinoamericanos, hizo suscribir en Punta del Este, el 14 de abril de 1967, lo que se conoce con el nombre de Declaración de los Presidentes de América. Allí se comprometen los gobiernos títeres a sacar adelante la integración latinoamericana como unos de los objetivos fundamentales de la política de acción unitaria de los Estados de América. En el informe oficial al presidente Nixon, redactado por Rockefeller después de su desastroso viaje por América Latina, se destaca la propuesta de que la política de _bienestar_ y _progreso_de los Estados Unidos para los países atrasados del continente debe ser la de patrocinar la integración y facilitar la inversión de los capitales yanquis en Latinoamérica.

El imperialismo yanqui tiene a sus neocolonias como fuentes de materias primas, mercado para sus productos y área de inversión para sus capitales. En esta forma las explota y las mantiene en el atraso. La industria moderna que les deja desarrollar es la que el mismo imperialismo fomenta a través de la exportación de sus capitales y tecnología.

Pero la inversión imperialista en los países latinoamericanos, especialmente en los más pobres y débiles, ha chocado con la estrechez de los mercados. Por eso el imperialismo está interesado en crear el mercado común latinoamericano. De esta manera la industria que monten los monopolios, con las facilidades de recursos naturales y mano de obra barata que obtengan en determinado país, puede vender sus productos, sin trabas arancelarias, en cualquiera de los otros países del mercado común. El imperialismo busca establecer un orden único en sus neocolonias, unificar todas las legislaciones, lograr que sus capitales, sus mercancías y la mano de obra corran por Latinoamérica como si fuera una sola república.

Esta es la base económica de la integración latinoamericana. Favorece fundamentalmente al capitalismo extranjero y estrangula aún más la producción verdaderamente nacional. En confesiones excepcionales algunos funcionarios que han adelantado en nombre del gobierno colombiano las negociaciones del Pacto Andino, han reconocido que la mayor dificultad para la integración es el interés nacional de los distintos países.

En la integración latinoamericana propuesta por el imperialismo hay otro aspecto que se debe tener en cuenta, y es el siguiente: la inversión directa extranjera se hará de preferencia con la modalidad de la asociación con los capitales regionales. Nixon hizo hincapié en que la política de los Estados Unidos para Latinoamérica sería la del "buen socio". Sin embargo, los "socios" predilectos de los inversionistas extranjeros son los respectivos Estados. Por lo general, en los países subdesarrollados sometidos, sólo los Estados logran reunir los capitales necesarios para ser los socios ideales de los grandes monopolios internacionales. Además, el control que el imperialismo ejerce sobre los gobiernos títeres les permite a los inversionistas extranjeros sacar las mayores ventajes de un "socio" que corre todos los riesgos y concede toda las garantías.

La participación de los Estados latinoamericanos en el proceso de integración y de inversión extranjera ha producido una influencia decisiva del Estado en la economía, lo que ha dado lugar al desarrollo en una escala no conocida, por lo menos en Colombia, del capitalismo monopolista de Estado. Es la concentración en las manos del Estado de un gran poder económico y la vinculación del Estado en la producción y comercialización como regulador supremo. Y en ese capitalismo monopolista de Estado se basan el imperialismo y sus lacayos, la gran burguesía y los grandes terratenientes, para enriquecerse y redoblar la explotación al pueblo.

Sobre este punto también tenemos diferencias de principio con el revisionismo colombiano, que presenta la integración latinoamericana como jalonada por la industria nacional y como si a ella estuviéramos llegando por decisión soberana del país.

El proletariado no se opone al desarrollo del mercado internacional. La producción no puede en definitiva circunscribirse únicamente a los marcos nacionales. Pero el proletariado impulsa el mercado internacional mediante el respeto a la autodeterminación de las naciones y en beneficio de los diferentes países. El imperialismo impone el mercado internacional mediante la anexión violenta de las naciones y en su exclusivo beneficio.

Que sea el pueblo colombiano, independientemente, soberanamente, el que decida si participa o no en la integración latinoamericana. En todo caso el pueblo no autorizará participar en un mercado común en el cual las decisiones las toman los monopolios yanquis y cuyas consecuencias son las de perjudicar la producción nacional y aumentar la explotación y la miseria de las masas trabajadoras.

El proletariado colombiano está de acuerdo con la participación del Estado en el proceso económico de la sociedad. En la planificación y control estatales, sin embargo, lucha porque el Estado deje de ser monopolista y proimperialista y se transforme en un Estado de todo el pueblo. Lucha porque el Estado en lugar de golpear la producción nacional se coloque a su servicio.

Por lo demás, la integración latinoamericana, el auge de la inversión directa extranjera y el capitalismo monopolista de Estado van desarrollando las condiciones materiales de la revolución. Todo esto proporcionará un crecimiento de la clase obrera, agudizará las contradicciones de la nación con el imperialismo y de la producción nacional con los pulpos extranjeros y ahondará la crisis económica y social de Colombia.

Pregunta: Una de las discusiones fundamentales del momento entre los grupos de izquierda es sobre el carácter de la revolución colombiana, pero para definir este carácter es necesario hacer claridad sobre la caracterización de las clases sociales en Colombia. ¿El MOIR cree en la existencia de una "burguesía-nacional"?

Francisco Mosquera: Las tesis de la existencia de una burguesía nacional es uno de los puntos claves del carácter de nuestra revolución. No porque sea el problema principal, sino porque es el punto más discutido. Es el punto que no aceptan los distintos grupos y tendencias de la pequeña burguesía, de la intelectualidad revolucionaria, que han caracterizado a la revolución como una revolución socialista, aunque de acuerdo con nosotros, generalmente, en que el campesinado es una fuerza importantísima de la lucha revolucionaria.

Nosotros hemos señalado que la revolución en la presente etapa es democrática. Es decir, democrático-burguesa, porque las transformaciones que hace la revolución son fundamentalmente dos: la liberación nacional del yugo del imperialismo yanqui y la eliminación de la explotación terrateniente. Al lograr estas dos transformaciones se abre paso al resto de cambios democráticos que exigen las masas populares. La dictadura que se impondrá, como producto del triunfo de esta revolución, no será la dictadura de una sola clase, sino la dictadura de todas las clases revolucionarias que tienen contradicciones antagónicas con los dominadores extranjeros y su pandilla de intermediarios en nuestro país. Pero hemos señalado que esta revolución democrática es de nuevo tipo, porque la dirección de la revolución no va a estar a cargo de la burguesía sino del proletariado.

La burguesía colombiana _una parte de ella_ es una burguesía renegada, una burguesía que está al frente del Estado, conjuntamente con los terratenientes; es intermediaria de los Estados Unidos, parasitaria, que se enriquece con la especulación y la usura y es enemiga irreconciliable del progreso y del pueblo colombiano. Pero hay un sector de la burguesía que tradicionalmente ha luchado por el desarrollo de la producción, para imponer un desarrollo industrial burgués independiente y que ha recibido golpes duros por parte del imperialismo norteamericano: muchas de sus empresas, después de muchos esfuerzos de muchos años, han desaparecido o han ido a parar a manos de los monopolios extranjeros. No cuenta con el apoyo del Estado ni con créditos favorables, y su proceso es de permanente ruina. Esta burguesía es muy débil, es una burguesía media muy vacilante; por lo tanto no está en condiciones de ponerse al frente de la lucha revolucionaria del país. Le interesa, por un lado, el triunfo de la revolución; pero, por otro, le teme a la insurrección popular.

De todas maneras, las contradicciones que esta burguesía tiene con el imperialismo la hacen susceptible de engrosar las filas de la revolución de nuestro pueblo; especialmente cuando el proletariado y el campesinado consoliden y amplíen su fuerza política, se hace susceptible de convertirse en un aliado de importancia para las fuerzas revolucionarias, en parte integrante del gran Frente ?_nico Antiimperialista de nuestro pueblo.

La única clase, por las condiciones internas y externas, que puede dirigir la revolución democrática es la clase obrera. Por eso la revolución de nueva democracia, que no va a ser dirigida por la burguesía sino por el proletariado. El hecho de que sea dirigida por el proletariado no significa que cambie su carácter democrático-burgués: no va a ser una revolución que elimine todas las formas de producción capitalista, no va a ser un revolución socialista. Si el proletariado y su partido no entienden este problema, no serán capaces de aglutinar al noventa por ciento de la nación colombiana. Por eso la concepción de que la revolución que corresponde a esta etapa es socialista es una concepción reaccionaria; favorece a los enemigos del pueblo, impide movilizar a los amplios sectores de las masas populares, impide la contribución revolucionaria de los campesinos medios acomodados y los campesinos ricos que tienen contradicciones con el imperialismo y los terratenientes. Estas son fuerzas considerables en el campo.

El proletariado colombiano, a diferencia de la burguesía nacional, tiene condiciones internacionales favorables para realizar la tarea de la dirección de la revolución. Cuenta con el apoyo del proletariado internacional, con la República Popular China a la cabeza. Este apoyo, junto con la dirección obrera, garantiza que la revolución de nueva democracia por la cual estamos luchando hoy en Colombia, se corone, es su segunda etapa, en una revolución socialista. Es decir, que después de vencer a sus enemigos inmediatos _el imperialismo, la gran burguesía y los grandes terratenientes_ el proletariado, en íntima alianza, con el pueblo, puede comenzar a crear condiciones materiales para acabar con toda forma de explotación capitalista y pasar a construir la sociedad socialista.

Esta es, en general, la concepción marxista-leninista que el MOIR, el Partido del Trabajo en Colombia, viene sosteniendo a nivel nacional: es la base teórica fundamental de nuestra acción política, es la línea estratégica fundamental de la revolución colombiana.

Pregunta: ¿De qué forma se expresa la "burguesía nacional" de que está hablando y cómo se caracteriza ella, en cuanto a "clase" susceptible de alianza con el proletariado colombiano?

Francisco Mosquera: Todas las clases tiene su expresión política a través de diferentes organizaciones y por medio de determinados planteamientos, y sobre todo, las clases fundamentales, la burguesía y el proletariado, se expresan a través de sus partidos políticos. En el caso concreto de la burguesía nacional, en el momento actual, no tiene una configuración política definida, no tiene un partido organizado. El partido liberal, que ha sido tradicionalmente el partido de la burguesía colombiana, está bajo el control de la gran burguesía y los grandes terratenientes, y sirve a los intereses del imperialismo.

Pero las contradicciones que existen entre el sector de la burguesía colombiana que defiende los intereses de la producción nacional en contra del régimen de explotación terrateniente y en contra del imperialismo yanqui, es un hecho evidente: la concreción política de este fenómeno se dará indudablemente cuando se creen condiciones favorables en todo el país, con el auge revolucionario de nuestro pueblo, y sobre todo en el fortalecimiento del partido de la clase obrera, que, apoyado por el campesinado, la pequeña burguesía urbana y la intelectualidad revolucionaria, logrará el acercamiento a las posiciones auténticamente revolucionarias de esos sectores de la burguesía que tienen contradicciones con el imperialismo. Es este un problema de la política proletaria, que debe tenerse en cuenta, el saber aprovechar al máximo todas las manifestaciones de descontento y lucha no solamente de los sectores de la burguesía en contra del imperialismo, sino inclusive, de algunos sectores de terratenientes medios y pequeños que tienen contradicciones con el imperialismo norteamericano. Las expresiones políticas de estos fenómenos se consolidarán, se materializarán, en la medida en que el proletariado pueda constituirse en la fuerza determinante de la revolución, y pueda, por lo tanto, ofrecer una garantía para neutralizar la vacilación de estos sectores que están entre la espada y la pared: están entre la dominación del imperialismo, que los oprime y los arruina, y el avance revolucionario del pueblo, al cual temen.

Pregunta: ¿Ud. habla de que la burguesía nacional se va a expresar como fuerza política en un futuro, cuando el proletariado sea la fuerza determinante de la revolución? ¿No es una contradicción aquello que el proletariado revolucionaria le dé fuerza expresión política a una supuesta burguesía nacional?

Francisco Mosquera: Las tareas de la revolución determinan la táctica que tenga que seguir el proletariado en esta etapa. Ya dije que la causa principal de nuestro atraso y de nuestros graves problemas es la dominación imperialista. La otra traba es la supervivencia del régimen feudal, que tiene su forma en la explotación terrateniente, que igualmente impide el desarrollo nacional y que entorpece el desarrollo del capitalismo colombiano. Son enemigos estratégicamente condenados por la historia, son verdaderos "tigres del papel"; sin embargo, tienen aún fuerza y contra ellos habrá que concertar todas las fuerzas susceptibles de ser ganadas para la revolución en esta etapa.

Determinados los enemigos principales, se deduce que no está como tarea de la revolución la expropiación de todas las formas de explotación capitalista del país. No podemos acabar con la mediana industria, no podemos acabar con los centenares de miles de artesanos que aún existen en el país, no podemos acabar con los campesinos medios y ricos. Estas formas de producción existen realmente en Colombia, no son inventadas. Las únicas expropiaciones que hará la revolución será a los grandes monopolios extranjeros, a la burguesía intermediaria y a los terratenientes. Las demás formas de producción y propiedad serán respetadas. Inclusive se va a instaurar producción capitalista, que aparecerá como producto del triunfo de la revolución. Por ejemplo, la pequeña propiedad que va a salir favorecida con la expropiación de los terratenientes y el reparto de la tierra entre los campesinos pobres es base de producción capitalista. Y la revolución inicialmente no va a impedir esto. Va a impulsar estas formas de producción y después, en un proceso, el proletariado las eliminará, consolidará su dictadura y creará una economía socialista.

Pregunta: En la mayor parte de los partidos y organizaciones de izquierda revolucionaria en América Latina, continúa una discusión _resuelta en algunos de ellos por la práctica_ sobre las relaciones entre el Partido _la organización política que opera a nivel de base_ y la lucha armada. La pregunta va dirigida en este sentido: ¿qué lugar ocupa en la estrategia general del MOIR la lucha armada? En la adopción de todas las formas de lucha, como se explicita en la mayor parte de los documentos del MOIR, ¿la lucha armada ocupa un lugar privilegiado? Otra variante de esta pregunta: ¿Cómo se concibe esta lucha armada: subordinándola a un aparato político de masas o como la conformación de un grupo armado que opera independientemente, dentro de la lucha político-militar?

Francisco Mosquera: Ninguna revolución verdadera ha llegado al poder y ha logrado las conquistas que la hora exigía, por la vía pacífica. Toda revolución ha sido producto de la violencia revolucionaria. Nuestra revolución no será una excepción: las clases dominantes intermediarias del imperialismo, que contribuyen a apuntar el régimen neocolonial y semifeudal, dan muestras de que no están dispuestas a renunciar a sus privilegios por las buenas. Todo lo contrario: las justísimas aspiraciones de las masas populares son respondidas con la represión. Cada vez es más difícil en Colombia llevar adelante las luchas de las distintas organizaciones de masas por los canales que aún consagra la legislación nacional; es el gobierno quien pisotea su propia legalidad y obliga a los frentes de masas y al pueblo en general a pasar a situaciones de hecho. Todo esto tendrá que culminar inevitablemente en la guerra popular.

Nosotros consideramos que la guerra popular, como lo plantea el marxismo, es la lucha política por otros medios. Es la forma que adopta, en su punto más crítico, la lucha de clases. Por lo tanto, la conducción de la guerra y de la lucha armada del pueblo debe estar bajo una dirección política. El fusil debe obedecer a la política. Hay que aplicar las leyes de la guerra popular del camarada Mao Tsetung y desarrollar las fuerzas militares de la revolución bajo la dirección del Partido político de la clase obrera.

La lucha guerrillera no es una forma de lucha más simplemente para responder a las represiones oficiales en ciertas regiones del país. El proletariado debe crear los núcleos guerrilleros y en base de estos conformar el ejército popular de liberación, y éste a su vez, coronará la liberación nacional del yugo del imperialismo norteamericano.

Pregunta: Sería bueno que el MOIR hiciera una caracterización de la ANAPO, y a partir de ella pudiera establecer, sin entrar en el terreno de las predicciones, la naturaleza de un eventual poder anapista.

Francisco Mosquera: En la actualidad, entre los grupos y partidos que conforman la llamada oposición, sin duda el que cuenta con la militancia más numérica es la Alianza Nacional Popular. El crecimiento de la ANAPO y la importancia que ha tenido en los últimos años es un fenómeno que merece ser analizado. Muy amplios sectores de masas han seguido a la Anapo buscando el cambio que reclama toda la nación y mientras esas masas han mantenido la esperanza, la expectativa de que la Anapo podría convertirse en la alternativa del país, la han apoyado. Su momento de mayor auge, cuestión muy comentada, fue el 9 de abril de 1970, cuando ganó abrumadoramente las elecciones, pero también fue su prueba de fuego. Ante el desconocimiento del triunfo electoral de Rojas, con el más burdo y escandaloso fraude que conozca la historia reciente de nuestro país, las masas anapistas exigieron a su dirección una conducta que fuese por lo menos firme y digna.

El MOIR no vaciló ese día en manifestar públicamente su respaldo a la acción que la Anapo promoviera en defensa de su triunfo. Inclusive hablamos con la dirección anapista para examinar y para ver si era posible hacer coincidir la protesta del Paro Nacional Patriótico que el MOIR venía preparando por los derechos democráticos de la clase obrera y en especial de los trabajadores de los servicios públicos. En esa forma buscamos unificar fuerzas en medio de una profunda crisis contra el enemigo principal y común: el gobierno.

Pero la dirección anapista fue inferior a la hora y a las aspiraciones de sus seguidores. Las consideraciones que se hacen hoy muchos de los más fervientes anapistas es que evidentemente el general Rojas no peleó, no sacó provecho de la situación, hizo componendas y llegó a un acuerdo explícito o implícito con el gobierno. Y cuando estas cosas le suceden a una dirección que se dice abanderada de los intereses del pueblo es el principio del fin. Hasta los más adictos comienzan a dudar si en verdad la Anapo y Rojas son la alternativa, el cambio que necesita y busca el país.

El comportamiento posterior de la Anapo en estos dos años se ha caracterizado por componendas con los enemigos del pueblo, especialmente en los organismos en los cuales ejerce control, como concejos municipales y asambleas departamentales. Por ejemplo, la aprobación del "plan maestro", en el concejo de Cali, donde la Anapo en alianza con el partido comunista aceptó las condiciones que el BID le imponía a la ciudad de Cali para llevar adelante los planes de electrificación, acueducto y alcantarillado, aceptando préstamos a intereses elevadísimos y en condiciones arbitrarias contra las masas populares, como el alza en las tarifas de servicios públicos y contra el proletariado, como el recorte de los derechos de los obreros de EMCALI. Estos hechos de traición llevados a cabo por la Anapo han sido denunciados sistemáticamente por el MOIR.

Por otro lado, en las concepciones programáticas de la Anapo, en su plataforma de lanzamiento como "tercer partido", les hace el juego a las estrategias y políticas trazadas por el imperialismo yanqui. Les da el visto bueno, por ejemplo, a las inversiones de los monopolios extranjeros como salida para el desarrollo nacional, a las empresas "mixtas" y a la integración latinoamericana imperialista. Lo único que se atreve a sostener es que el Estado y los capitalistas nacionales deben tener alguna participación en la explotación de los recursos naturales y en la explotación conjunta de las empresas. En la cuestión nacional la Anapo asume los mismos puntos de vista de las clases explotadas dominantes. En cuanto a la cuestión agraria, la Anapo defiende el régimen de explotación terrateniente en el campo y se adhiere a la vieja fórmula de los partidos oficiales de adelantar la reforma agraria mediante los planes de colonización, respetando, desde luego, la propiedad de los grandes señores.

Con tales vacilaciones, programas y componendas la Anapo no tiene mayor cosa que hacer. La reacción dice que la Anapo se ha debilitado con el anuncio de salirse de los partidos tradicionales y convertirse en un "tercer partido". La cosa es al contrario. La Anapo se ha debilitado porque en el fondo no ha salido de las corrientes partidistas tradicionales.

En cuanto a la posibilidad de que la Anapo llegue al poder, hay una cosa clara, ya le impidieron llegar en 1970 y la Anapo hace esfuerzos por congraciarse con las clases exploradoras para lograr el visto bueno. Tal como está la situación, la Anapo va cada vez más a la derecha y las fuerzas populares continuarán organizando sus efectivos para enfrentar a cualquier tipo de gobierno títere.

 

 

 
 
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