El fogonero




 

FRANCISCO MOSQUERA

OTROS ESCRITOS I

(1971-1976)

 

 

17. A LA REVOLUCIÓN

SÓLO LA SOSTIENE EL PUEBLO

 

RESPUESTA A "El Tiempo"

Tribuna Roja, Nº 21, segunda quincena de marzo de 1976


A continuación reproducimos la carta que la dirección del MOIR envió a “El Tiempo” como respuesta a las acusaciones calumniosas que este diario hiciera contra nuestro partido.

Señor Doctor

ROBERTO GARCIA PEÑA

Director de “El Tiempo” La Ciudad.

Señor Director

En la edición dominical del pasado 21 de marzo, después de calculada introducción en la que con confusa mezcla de turbación y de cinismo asegura su periódico no estar opacado “por sombra alguna de desviación a la derecha o de asustado reaccionalismo, lo cual constituirá en nuestra historia claro imposible de moral”, el editorial de “El Tiempo” consigna textualmente lo siguiente: “los muros de la ciudad están atiborrados de carteles con la efigie de los candidatos dependientes de directrices extranacionales. Por ejemplo los del MOIR, que al parecer es el conjunto mejor organizado y mejor financiado, seguramente ya no por el ‘oro de Moscú’ sino por el ‘oro de Pekín’ y quizá por la criminal industria de los secuestros, ya que no cabe imaginar que tan abultada y costosa publicidad pueda ser costeada por las precarias finanzas de los militantes criollos. Nos dicen personas que entienden de estos menesteres que –valga el ejemplo- en solo avisos murales la aguerrida y fanática secta pekinesa ha gastado alrededor de un millón de pesos, y eso sin contabilizar lo que pudo derrochar en la multitudinaria concentración del 5 de marzo en la Plaza de Santamaría”.

Ni a usted, ni a nosotros, ni a nadie se le escapa la gravedad y las implicaciones de la temeraria insinuación de que el MOIR está siendo financiado por medio de la “criminal industria de los secuestros”. Se está preparando meticulosamente y a sangre fría un plan escalonado para proceder sin contemplaciones contra las fuerzas democráticas, patrióticas y revolucionarias. Las afirmaciones aventureras de “El Tiempo” coinciden sospechosamente con el anuncio reciente hecho por el señor López Michelsen ante la llamada Comisión de Reforma Constitucional, de apelar a “medidas drásticas” después de las elecciones de mitaca “para preservar el orden”; con la muchas declaraciones que en el mismo sentido han proferido el Ministro Cornelio Reyes y los mandos de los cuerpos represivos, y con los desaforados editorialistas de otros órganos de expresión de Bogotá y de provincia. No hay duda que nos encontramos frente a una provocación de inocultable magnitud, cuyo desenlace lógico, de continuar, sólo será el terror oficializado, como ha sido frecuente en la historia de nuestro país y como hoy sucede en Brasil, Chile, Uruguay, Argentina y otras repúblicas latinoamericanas. Para ello ya se han dado los primeros pasos, al mantenerse por cerca de un año el estado de sitio y utilizar los consejos verbales de guerra y demás procedimientos violentos y represivos para acallar las justas demandas de las masas trabajadoras y del estudiantado.

Ahora se escucha el furioso alarido del coro de la más oscura reacción liberal–conservadora que no vacilan en recurrir al perverso expediente de señalar falsariamente a los partidos políticos de avanzada como organizaciones de delincuentes comunes y para los cuales reclama de las autoridades un ejemplar castigo. Antes de iniciar en forma la cacería de brujas, se prefabrica una opinión pública favorable a todos los excesos, labor en la que “El Tiempo” ha sido experto durante los 65 años que lleva al servicio de la mentira y la calumnia. Tan viejo como nuestra nacionalidad es este procedimiento. Los colonialistas españoles acusaban de facinerosos a José Antonio Galán y sus comuneros, versión que todavía alientan los historiadores a suelo de la crema oligárquica. Por atracador de caminos los reyes católicos de España le pusieron precio a la cabeza de Simón Bolívar. Miles de falacias se han tejido por parte de las minorías privilegiadas contra Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliéce Gaitán y el sacerdote Camilo Torres Restrepo, mártires de la libertad y de la democracia. Hoy se les quiere endilgar a los revolucionarios colombianos en el mote de secuestradores para justificar la barbarie oficial. ¿Pero qué es lo que en verdad llena de pánico a la coalición gobernante, desde el presidente de la República hasta los gacetilleros de las grandes rotativas? Esta es la situación a donde ha legado la sociedad colombiana y que comienza a salirse del control de los poderes establecidos. Una crisis económica irreversible expresada en el estancamiento de la producción nacional, el desempleo, la inflación, el encarecimiento acelerado del costo de la vida. Una descomposición social que ha entronizado como ley suprema la violación del Código Penal burgués y en la que los principales desfalcadores de los dineros públicos son a la vez los encargados de fiscalizarlos y de velar por la seguridad del Estado. Un desbarajuste crónico de los partidos tradicionales que han agotado su capacidad de engaño al pueblo. Y sobre todo el ascenso de las luchas de las masas explotadas y oprimidas, resueltas a no postergar por más tiempo sus reclamos centenarios. A lo que en definitiva temen las clases dominantes es a si propia obra. Durante más de siglo y medio ha gobernado a esta nación y el resultado desastroso está a la vista.

Los partidos políticos que como el MOIR plantean un cambio revolucionario, sobre la base de la unidad de todas las fuerzas y personas que nada tengan que ver con los turbios negocios del Estado ni con la entrega del país al imperialismo norteamericano y que estén dispuestas a sacrificar por una Colombia verdaderamente soberana, democrática y próspera, no pueden menos de recibir el respaldo amplio, entusiasta y decidido de quienes nunca contaron con voz ni voto en la conducción de los destinos nacionales. En esta política fundamenta nuestro partido el éxito de su acción presente y futura. Dependemos, por tanto, de nuestros propios esfuerzos y de los esfuerzos de las masas. Cuestión incomprensible para la minoría dominante que deriva su poder y su riqueza del soporte y del contubernio con los neocolonialistas norteamericanos. Si el pueblo colombiano no apoya con sus inagotables recursos a la revolución, no habrá quien la sostenga ni financie, dentro o fuera de nuestras fronteras. Como tampoco habrá quien la contenga si se decide a hacerlo. A la liberación nacional y a las transformaciones democráticas por las que luchamos está supeditada la suerte de Colombia. Esto no es una invención de los comunistas. Hace cerca de medio siglo que Gaitán denunciaba que “en este país el gobierno tiene para los colombianos la metralla homicida y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”. He ahí esbozado un camino de salvación para Colombia: suprimir este tipo de gobiernos despóticos y antinacionales y en su lugar erigir un Estado independiente, popular y democrático. Un Estado que rechace de igualdad las relaciones con todos los países de la Tierra. Los ideólogos del bipartidismo tradicional se quejan a menudo de que la “extrema izquierda”, al participar en las elecciones organizadas por le régimen, no cree en ellas ni en la bondad de los cuerpos parlamentarios. Al descrédito de unas y otros han contribuido más que la propaganda de los partidos revolucionarios, la rica e insustituible experiencia directa de las masas, las cuales han comprobado, generación tras generación, como los mecanismos de la democracia burguesa en siglo y medio de vigencia nunca dejaron de ser una farsa ni unos instrumentos de la más cruel y despiadada dictadura contra el pueblo. En la memoria de los colombianos se mantiene fresca, por ejemplo, la manera espectacular y vergonzosa como el entonces presidente Lleras Restrepo y hoy de nuevo candidato presidencial, le ordenó, a la media noche del 19 de abril de 1970, a su ministro de gobierno que alterara al machamartillo el resultado de las urnas y evitara así el inobjetable triunfo electoral del general Rojas Pinilla. ¿Qué tratamiento puede esperar entonces los integrantes de las organizaciones sinceramente partidarias de una política democrática y nacional? Sobre todo cuando desde las paginas de la gran prensa se les indica de secuestradores y bandidos, simplemente porque durante el transcurso de la misma campaña electoral han obtenido un determinado éxito, han adelantado una propaganda llamativa, sacado un periódico o realizado concentraciones que ningunos de los figurones del liberalismo ni el conservatismo ha igualado. Y cuando además tales sindicaciones se hacen desde una posición de fuerza, con estado de sitio y bayoneta calada.

Como nuestro pueblo, también nosotros queremos la paz y anhelamos que las transformaciones democráticas indispensables para la prosperidad de Colombia se efectúen con el menor desgaste de energías y de vidas, pero no le tememos a la guerra. Si la minoría dominante pretende resolver sus agudas contradicciones políticas recurriendo a la violencia y ensangrentando el país, el territorio patrio será escenario de otra gesta comparable a la que culminara con el triunfo de nuestra primera independencia. Sabemos que la lucha será larga y dura y los sacrificios incontables, pero al final la victoria se pondrá del lado de las mayorías que marchan en el sentido de la historia y defienden una causa noble y justa.

Iluso pensar que “El Tiempo” publique esta declaración rectificatoria de las mendaces acusaciones contra nuestro partido, sin embargo ella quedará como una constancia de nuestra diáfana actitud política en estas horas difíciles para Colombia.

 

Atentamente,

Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR)

FRANCISCO MOSQUERA

Secretario General

Bogotá, marzo 23 de 1976.

 

 
 
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