El fogonero

 

 

 

FRANCISCO MOSQUERA

OTROS ESCRITOS II

(1977-1994)

 

 

13. COMUNICADO DEL FUP SOBRE

EL BÁRBARO ASESINATO DE

OSCAR RESTREPO HURT

 

Tribuna Roja No 39, agosto de 1981

 

En la tarde del lunes 18 de mayo, un campesino del lugar encontró botado en una rastrojera de Santiago Berrío, caserío distante tres kilómetros de Puerto Triunfo, Antioquia, el cadáver de Oscar Restrepo Hurtado, concejal del MOIR en este municipio. Sin uñas, sin lengua, cubierto de excoriaciones, con varios balazos en la cabeza y desfigurado por completo, el cuerpo presentaba señales inequívocas de que el compañero había sido salvajemente torturado. A pesar de que los sicarios actuaron con sumo sigilo, todo indica que los autores del sádico crimen fueron elementos de los aparatos de inteligencia del Estado. Desde hace rato el Magdalena Medio viene siendo militarizado gradualmente y en las últimas semanas han ido apareciendo allí sujetos extraños que esconden su identidad, y bajo la mirada complaciente de las autoridades se mueven a sus anchas en diferentes tipos de vehículos, indagando por los luchadores populares más reconocidos, especialmente por los activistas del MOIR. La misteriosa desaparición de Oscar Restrepo, ocurrida el viernes anterior, coincide según el testimonio de algunos de los pobladores de la localidad, con el notorio merodeo de dichos agentes secretos. Por los antecedentes de la sistemática persecución, los métodos utilizados, los brutales suplicios y demás marcas inconfundibles, así como el carácter netamente político del homicidio, no hay duda de que el directo responsable del mismo es el gobierno, que, a través del Ejército y del resto de instituciones armadas, apela a la violencia para estrangular el descontento del pueblo e impedir el sostenido avance de los partidos auténticamente revolucionarios.

El vandalismo de que fuera víctima el dirigente del MOIR no se trata de un hecho aislado. La lista de las personas vejadas, desaparecidas y muertas por la acción oficial en Colombia no se queda atrás de las que ostentan las satrapías militares del cono sur del Hemisferio. Debido a ello, el mandato turbayista, no obstante ufanarse de su índole civil y de origen comicial, tiene ganada, en el interior y en el exterior, una bien merecida fama de tiránico. Ante atrocidades como las denunciadas, cuán sarcásticas suenan las palabras del presidente, quien acaba de proclamar en Armenia que aspira para su período la distinción de que se le considere “la edad de oro de las garantías ciudadanas”. Y recalcó: “Que nadie sea perseguido, como nadie lo ha sido, por razón de su credo político(...); que los ciudadanos que dentro del marco de la constitución y de la ley quieran participar disputándose el favor de la opinión nacional, puedan hacerlo rodeados de las garantías que los miembros del gobierno estamos obligados a proporcionarles...”, (etcetera, etcetera)(1)

¿Cuáles garantías?, Oscar Restrepo era por segunda ocasión concejal de Puerto Triunfo. Su labor militante consistía en propagar las concepciones y los programas de la revolución, en organizar a las masas populares y apoyarlas en sus justos requerimientos, en señalar los desafueros del despotismo y las traiciones del oportunismo. He ahí compendiadas las más protuberantes infracciones que pagó con su vida. ¡Tal el artificioso funcionamiento de la actual democracia colombiana! Mientras los protagonistas de la coalición liberal-conservadora dominante disfrutan de prebendas monetarias y políticas, otorgadas a manos llenas por diversos órganos del Poder, las agrupaciones representativas de obreros y campesinos han de exponer su integridad y la de sus adherentes si desean llevar a cabo las tareas partidarias y expandir sus filas.

Las dulzonas promesas de imparcialidad de los mandatarios y las consabidas fórmulas democráticas de la Carta no pasan de ser meros formalismos, con los que se guardan las apariencias de que en Colombia existen idénticas oportunidades para la actividad pública de la minoría privilegiada y de la mayoría oprimida. Las libertades consagradas en el papel enmascaran la inclemente dictadura contra las masas trabajadoras. ¿Cómo hablar de garantías y condiciones iguales cuando, en vísperas de unos sufragios, las fuerzas represivas, para amedrentar a sus oponentes, masacran a mansalva, sin dar la cara y de manera tan bárbara a destacados voceros de los pobres de las regiones olvidadas?

Así resultan más que explicables las altas votaciones y la hegemonía que mantienen los dos partidos tradicionales en vastas porciones del territorio patrio.

Como quiera que el CAES, el tenebroso cuerpo encargado de reprimir la extorsión y el secuestro, se ha mostrado particularmente activo en aquellas zonas de Antioquia, que no se vaya a pretextar que Oscar Restrepo estuvo involucrado en proyectos de semejante jaez. Nadie, sin mentir, podrá sostener que el MOIR lo haya retenido o violentado para sacarle un peso, sencillamente porque sus métodos de lucha son contrarios por principio a tales modalidades. Tanto sus finanzas como sus batallas contra las clases expoliadoras vendidas al imperialismo dependen del respaldo consciente y organizado del pueblo, único recurso verdaderamente inobjetable e invencible.

La suerte corrida por Oscar Restrepo pesa como una condena sobre la cabeza de quienes persistan en refutar los dictámenes del régimen. Los integrantes del Frente por la Unidad del Pueblo alertamos al país sobre las graves repercusiones del atroz asesinato. Cada vez más la reacción recurre a inicuos expedientes intimidatorios, justificándolos con bajos ardides y calumnias contra sus contrincantes. Nosotros combatimos porque los inmensos sectores populares, incluidos los industriales y comerciantes que contribuyen al progreso de la nación, conquisten un ambiente para trabajar en paz y libres del sojuzgamiento externo y de las coacciones internas. No somos nosotros los que queremos ensangrentar a Colombia. Hemos puesto las víctimas, no los verdugos. Por eso exigimos que se atrape a los culpables de las torturas y la muerte de Oscar Restrepo y que sean castigados ejemplarmente. Conminamos al gobierno para que se pronuncie públicamente sobre los cargos que le estamos formulando, si es que tiene algo que decir.

En todo caso el triunfo definitivo de la clase obrera y sus aliados no podrá ser impedido con las artes del crimen. La revolución revive con sus mártires y los venga venciendo.

FRENTE POR LA UNIDAD DEL PUEBLO (FUP)

Consuelo de Montejo, del MIL

Jaime Piedrahíta Cardona, de ANAPO

Francisco Mosquera, del MOIR

Álvaro Bernal Segura, de ANAPO

Avelino Niño, del MOIR

Enrique Molinares, del Movimiento Unitario Liberal

Enrique Hernández, del Movimiento Insurgencia Liberal

Germán Pérez Ariza, del MIL José Zamudio, del MIL

Bogotá junio 4 de 1981

 

Nota

1) "El Tiempo", mayo 24 de 1981

 

 

 
 
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