El fogonero

 

 

 

MOIR Unidad y Combate

 

7. ALGO MÁS SOBRE LA POLÍTICA

DE "UNIDAD Y COMBATE"

 

CONCENTRAR LOS ATAQUES EN LOS ENEMIGOS PRINCIPALES

Editorial de Tribuna Roja No. 9, septiembre de 1973.

En diciembre del año pasado y a través de su órgano central, "TRIBUNAS ROJA", el MOIR planteó la consigna "Unidad y Combate". La directiva consiste esencialmente en procurar el acercamiento del mayor número de fuerzas políticas para que acuerden entre sí el ataque unificado contra los enemigos fundamentales del pueblo colombiano. Esta ha sido una vieja aspiración de los más sinceros revolucionarios. Sólo consecuencias benéficas podrá traer para el futuro inmediato de la revolución colombiana el hecho de que diferentes organizaciones, movimientos y partidos de envergadura nacional y regional unifiquen esfuerzos en un plan revolucionario conjunto.

La política de "Unidad y Combate" representa un cambio en la táctica del MOIR. Desde su nacimiento, éste se ha visto asediado tanto por el ataque acérrimo de reacción y del oportunismo mercenario, como por el hostigamiento sistemático de una serie de agrupaciones tendencia y origen pequeñoburgués que han descubierto en el embrión del nuevo partido la condena de sus vacilaciones y charlatanería. Bajo el fuego cruzado de unos y otros que pretendían exterminarlo en la cuna, el MOIR se ha ido extendiendo poco a poco a toda Colombia, y, en sus cuatro años escasos de vida, se ha convertido en una nueva fuerza política, distinta de las existentes, portaestandarte de la revolución democrática y del socialismo. Allí donde han llegado los moiristas, entre los obreros, los campesinos o los estudiantes e intelectuales, se han desatado debates ideológicos que redundan en la ampliación y profundización de las luchas populares.

En la clase obrera, estimulada e influenciada por el MOIR, se ha renovado la corriente independiente y revolucionaria que resiste con heroísmo la desaforada persecución del imperialismo yanqui y sus lacayos y señala al movimiento sindical colombiano su derrotero de clase, lo llama a dar el paso primordial de combatir y expulsar de sus puestos de comando a los agentes de ese mismo imperialismo, las camarillas dirigentes de UTC y CTC. Si bien en el pasado la clase obrera constató por doquier la explosiva proliferación de la nueva corriente, en especial en sus bases más empobrecidas, lo cierto es que no logró un desarrollo coordinado de sus luchas ni pudo contar con una dirección sindical única nacional que agrupara a todas sus fuerzas independientes y revolucionarias. Tales avances no se alcanzaron debido a las medidas represivas del régimen que conserva mucha de su iniciativa y capacidad de maniobra; pero no se alcanzaron sobre todo porque paralelamente surgió una contracorriente oportunista que, en su propósito de aniquilar al MOIR, elaboró la absurda teoría de que la división sindical obedecía no a la política de la reacción, ni a las actividades antinacionales y patronales de las directivas de UTC y CTC, sino a la presencia del movimiento independiente y revolucionario de los obreros colombianos. El MOIR no rehuyó nunca esa lucha. Por el contrarío ha denunciado siempre la conducta vil y despreciable de quienes de dientes afuera hablan de la unidad obrera y de hecho apoyan las tretas urdidas desde las cumbres gubernamentales para burlar las justas aspiraciones de las masas trabajadoras. Y todo eso sin importarle las temporales dificultades determinadas por una correlación de fuerzas desventajosa. Al fin y al cabo la emancipación de las clases esclavizadas es el resultado de miles y miles de batallas, adversas y victoriosas, de la prolongada guerra a muerte contra sus explotadores y verdugos. En tales condiciones, la perspectiva que ahora se abre de conformar una nueva central que albergue a todos los sectores sindicales independientes y opuestos a la política patronal y proimperialista de la UTC y CTC, es un cambio favorable para el MOIR y una conquista del movimiento sindical colombiano.

En 1972 el MOIR utilizó por primera vez la lucha electoral, lucha permisible y útil para los partidos marxista-leninistas de los países con gobiernos imperialistas o proimperialistas donde se realizan elecciones generales y en los cuales no haya aún condiciones de ascenso revolucionario para barrer las instituciones seudo-democráticas imperantes. El MOIR tuvo que enfrentar entonces, además de la reacción liberal y conservadora fortificada en el Estado, las embestidas de la ANAPO y del Partido Comunista, que en tácita alianza destinaron buena parte de su campaña electoral a sitiarlo y aislarlo. A la vez los abstencionistas creyeron deber suyo concentrar los ataques contra la organización que, en su opinión, había apostatado y los había traicionado al defender teórica y prácticamente la participación electoral como una de las formas de la lucha proletaria. Así pues, en la batalla electoral pasada, con muy pocos aliados, el MOIR combatió y fue combatido por todos los flancos. Hoy, por el contrario y en relación a 1972, la posibilidad de que varias organizaciones políticas de importancia lancen en la actual campaña un candidato presidencial único de la izquierda, con base en una plataforma electoral nacional y democrática, como lo ha propuesto la Unión Nacional de Oposición (UNO), significa igualmente un cambio favorable para el MOIR y para las fuerzas revolucionarias en general. Esto es más cierto si se considera que en las próximas elecciones se van a "elegir" el mismo día no sólo concejales y diputados como en 1972, sino también representantes, senadores y presidente, lo cual le confiere al debate más interés y a la pelea mayor beligerancia.

La central obrera independiente y el frente electoral de izquierda son dos tareas cuya realización exige que el MOIR trabaje en ellas conjuntamente con el Partido Comunista y otras organizaciones partidistas. Para ello tendremos que hacer, y hemos hecho, modificaciones adecuadas a nuestra política. Es obvio que con la actitud anterior de frontal enfrentamiento con el Partido Comunista no podríamos adelantar con éste ningún tipo de acuerdos. El partido revolucionario que piense en serio en el Poder y en el cumplimiento de sus programas no puede renunciar a pactar las alianzas y compromisos que la lucha le imponga. El marxismo-leninismo enseña como verdad universal confirmada por la historia que las alianzas transitorias o duraderas efectuadas durante el largo y complejo proceso de una revolución, están determinadas por el curso forzoso y contradictorio de los acontecimientos y dependen en grado sumo del comportamiento de los sectores conscientes y avanzados, de la vanguardia revolucionaria. Estas lecciones han sido aprendidas por nuestra militancia, no sólo en los libros sino en la práctica de todos los días.

La política de "Unidad y Combate" busca el cumplimiento de las tareas mencionadas y se halla enmarcada en la estrategia de la revolución nacional y democrática. Esta política principia por reconocer la lucha que contra el imperialismo yanqui y sus lacayos adelantan las grandes mayorías nacionales. La creación de una Colombia independiente y próspera será producto de la victoria del frente único antiimperialista que integrarán los obreros, los campesinos, la pequeña burguesía urbana y el resto de los sectores patrióticos. En la actualidad no hay condiciones para conformar un frente de esas dimensiones. A la revolución colombiana aún le falta recorrer mucho trecho para lograrlo. Sin embargo, unificar fuerzas susceptibles de aliarse en la actualidad contra el imperialismo yanqui y las oligarquías coligadas, principales enemigos del pueblo y la nación colombiana, es una política que interpreta el espíritu de frente único aunque se circunscriba a tareas particulares de la revolución.

La política de "Unidad y Combate" le permitirá al MOIR ampliar el círculo reducido de su actividad. Liberaremos esfuerzos ocupados hasta ahora en atender una serie de flancos para trasladarlos al frente común de combate contra los enemigos principales. Pactaremos la paz con quienes en la actualidad puedan en una u otra forma contribuir a la lucha contra la reacción imperialista y oligárquica y no saboteen las tareas de la central obrera independiente y del frente electoral de izquierda. Neutralizaremos adversarios y ganaremos aliados y amigos. Todo esto es indispensable para superar las dificultades del momento y poder avanzar en la actual situación nacional. "No gastar pólvora en gallinazos", aconseja la sabiduría popular. Y eso es lo que precisamente haremos. Concentraremos nuestras energías con las de los aliados y amigos en la movilización y organización de decenas y decenas de miles de obreros, campesinos, estudiantes, escritores, artistas, demócratas y patriotas en general. Constituiremos con todas estas fuerzas un poderoso frente de combate que en el corazón del pueblo avive la llama de la revolución, cuyos primeros resplandores comienzan a espantar a la coalición gobernante proimperialista. Unificar todo lo unificable en la situación actual contra el enemigo principal: este es el eje de la táctica del MOIR para el presente período de la revolución, el meollo de nuestra consigna de "Unidad y combate".

Para la correcta formulación y aplicación de una consigna no bastan los nobles propósitos que la inspiran si no existen condiciones políticas que la hagan posible y necesaria. Hemos dicho que la consigna de "Unidad y Combate" significa un cambio en la táctica del MOIR. ¿A qué cambios de la situación nacional responde la nueva política? Veamos los rasgos sobresalientes de la actual situación colombiana.

DOCE PUNTOS DE LA SITUACION ACTUAL

1. EL DOMINIO DE LOS ESTADOS UNIDOS ES CADA VEZ MAS INTOLERABLE

La injerencia de los monopolios norteamericanos en los asuntos del país ha llegado hasta el extremo de que no hay una sola actividad importante o accesoria del Estado colombiano que escape a la supervigilancia de aquellos y no corresponda a los planes del imperialismo yanqui. Desde las "estrategias para el desarrollo" hasta la instalación de una tienda del IDEMA necesitan del visto bueno y de los préstamos de las agencias financieras norteamericanas. Colombia adeuda a éstas más de 3.000 millones de dólares. El imperialismo yanqui controla las empresas básicas del país mediante la inversión directa y la llamada "asociación del capital extranjero con el nacional". De esta modalidad, el imperialismo pregona que tiene en cuenta equitativamente los intereses nacionales, pero no es más que una de las formas neocolonialistas de inversión a que recurre para encubrir y redoblar el saqueo de nuestros recursos naturales y la explotación del trabajo del pueblo colombiano. El sistema de "asociación de capitales" ha sido insertado en la legislación colombiana como la llave maestra de la "integración latinoamericana". En los últimos meses, el gobierno colombiano ha dado al conocimiento público un buen número de proyectos para establecer grandes consorcios internacionales en el país. Entre ellos vale la pena señalar los de la producción minera de níquel en Córdoba, de carbón en la Guajira y de esmeraldas en Boyacá, para lo cual se ha procedido en esos departamentos al desalojo violento de miles de familias campesinas e indígenas, despojadas de sus trabajos y propiedades con el objeto de abrirle el camino a las compañías norteamericanas que se vienen a sumar a la larga lista de las que desde hace tiempos nos roban el petróleo, el oro, el platino, la madera, el pescado, etc. Airadas protestas de diversos sectores se han producido contra aquellos proyectos por lesivos a Colombia y por los tortuosos procedimientos de que se ha valido el gobierno colombiano para imponerlos.

El comercio exterior de Colombia con los Estados Unidos se deteriora progresivamente. Nuestras importaciones son cada día más caras y nuestras exportaciones cada día más baratas. Esta tendencia se ha agudizado con las devaluaciones del dólar y con las medidas de emergencia adoptadas por el gobierno de los Estados Unidos. El alto costo de las maquinarias, de las materias primas y de la tecnología importadas ha lanzado a la quiebra a una gran cantidad de industrias medianas y pequeñas de productores nacionales. Esta situación ha golpeado también duramente al campesinado y es uno de los factores principales, junto con el régimen de explotación terrateniente, del retroceso de la producción agropecuaria. La consecuencia ha sido una acelerada escasez de productos, no solo fundamentales para la alimentación del pueblo, sino para la industria, tales como la carne, la leche, el maíz, el trigo, la papa, la cebada, la soya, el fríjol y muchos otros. Algunos de estos productos los viene importando el gobierno colombiano de los Estados Unidos a precios muy superiores a los que rigen dentro del país.

Al cuadro de las calamidades económicas se agrega el de la opresión cultural. La educación colombiana está bajo la influencia directa o indirecta del imperialismo yanqui. A través del Pacto Andino y otros tratados internacionales que hará suscribir al gobierno colombiano como el de la televisión educativa por satélite, el imperialismo yanqui perfecciona los instrumentos jurídicos que le garanticen la dominación cultural del país.

Ninguna de las funciones como nación la ejercemos soberanamente. Han transcurrido cerca de tres cuartas partes de este siglo desde la separación de Panamá. Durante ese tiempo, Estados Unidos ha subyugado y obligado al pueblo colombiano a trabajar para el enriquecimiento de un puñado de monopolistas. Los tentáculos del pulpo imperialista han ido atenazando los conductos arteriales de la economía, la política y la cultura de Colombia, hasta reducirla a lo que es hoy, una seudorepública atrasada, enajenada y miserable.

Al breve resumen que hemos hecho de las más recientes y principales manifestaciones del imperialismo en Colombia le caben dos observaciones. La primera es que Colombia padece también la explotación de los imperialismos de Europa y del Japón. Aunque estos imperialismos pugnan y se asocian con el imperialismo yanqui en su obra de pillaje y expoliación, el poder de éste es infinitamente superior al de aquellos. El imperialismo yanqui se queda con la tajada más grande del botín y en la práctica se constituye en el enemigo número uno del pueblo colombiano. La segunda observación es que las características esenciales de Colombia son las mismas del centenar de países coloniales y neocoloniales de la órbita imperialista, países que, como nuestra patria, necesitan de la revolución de liberación nacional y en cuyas barricadas y trincheras se decidirá la suerte del mundo en los próximos decenios.

2. EMPEORA LA VIDA DEL PUEBLO COLOMBIANO

La escasez de artículos de primera necesidad debida a la quiebra de la producción nacional ha provocado la mayor hambruna de Colombia en los últimos años. Los precios de los alimentos, de la vivienda, de las drogas, del vestido, del transporte y de otros bienes y servicios vitales han alcanzado topes inaccesibles para el grueso de la población. En el primer semestre de 1973 según reconoce estadística oficial el costo de la vida aumentó el 17.1%. El solo renglón de alimentos ascendió en un 35% de junio del 72 a junio del 73. Desde luego, estos porcentajes son en realidad más altos. El gobierno que habla de "bonanza económica" los recorta para velar la crisis nacional y la desesperada situación de las masas populares. Muchas panaderías han sido clausuradas por falta de harina de trigo. La industria avícola informó recientemente del peligro de muerte por hambre de millones de pollos. Mediante decreto se estableció la veda de carne de res los martes y viernes en los restaurantes de todo el país. Se ha aconsejado descontinuar la fabricación de estufas de gas argumentándose carencia de combustible. La producción lechera no alcanza a suplir ni el 50% de su demanda. La industria del calzado se declaró en emergencia a causa de la disminución vertiginosa de materias primas. Los ingenios paneleros han ido desapareciendo.

La gasolina blanca y el petróleo de consumo doméstico de las familias pobres han disminuido notablemente en el mercado. A estos fenómenos que expresan la traumatización de la economía colombiana se les podría agregar muchísimos más. Con la ruina de la pequeña y mediana empresa crece el paro forzoso de los trabajadores. Las secuelas de la escasez y el encarecimiento se centuplican en las zonas rurales. Son las abrumadoras mayorías de obreros, campesinos, pequeños y medianos productores y comerciantes y el resto de indigentes, que conforman el pueblo colombiano, quienes reciben en carne propia el impacto de la insondable crisis generada y agudizada por la cruel explotación del capital internacional.

Únicamente la gran burguesía y los grandes terratenientes obtienen beneficios de la dominación externa, lo que explica la abyección y la colaboración de estas clases con el imperialismo yanqui y su naturaleza profundamente reaccionaria y antipatriótica. En efecto, ya se han conocido los balances de 1972 y del primer semestre de este año de las gigantescas sociedades anónimas, de la banca y las corporaciones financieras, de las grandes federaciones, todos los cuales registran multimillonarias ganancias. La Sociedad de Agricultores de Colombia, la Federación Nacional de Cafeteros y la Federación Nacional de Ganaderos, organizaciones gremiales de los grandes terratenientes y de la gran burguesía han expresado varias veces su satisfacción por la prosperidad de que han disfrutado en los tres años del actual gobierno. Contrasta la "bonanza económica" del imperialismo yanqui y sus intermediarios con las penurias del pueblo colombiano. A medida que se ahonda ese abismo, se va acercando Colombia inexorablemente a la única salida del atolladero en que se encuentra: la revolución liberadora de los pobres y los humildes.

3. LOS DECRETOS Y LA CORRUPCION OFICIAL AGOBIAN A LAS MASAS

Las últimas disposiciones del Estado colombiano, así como las que se anuncian, recalcan su línea antinacional y antipopular. El Congreso aprobó por iniciativa del Ejecutivo el "acuerdo de Chicoral". Se trata de otra modificación a la reaccionaria reforma agraria del Frente Nacional que la hace aún más regresiva. La finalidad de la nueva ley agraria es dar mayores garantías a los terratenientes, proteger sus enormes propiedades y su explotación de las masas campesinas. Como solución a la carencia de tierra para trabajar se les ofrece, a los campesinos pobres, cuando no la colonización del Amazonas, las ya tristemente célebres "empresas comunitarias", que traen a la memoria las "aldeas estratégicas" en donde el ejército agresor norteamericano obligaba a vivir a los campesinos vietnamitas. La filosofía de las "empresas comunitarias" consiste en meter la mayor cantidad de familias campesinas en la más mala y menor extensión de tierra posible. Los campesinos de estas empresas no pueden disponer libremente de la tierra y quedan hipotecados de por vida. Son verdaderos siervos del INCORA. El Ministerio de Agricultura expuso hace unas cuantas semanas dos proyectos que están en elaboración. El primero es un plan de nuevos privilegios a los grandes ganaderos, principales terratenientes del país, quienes en la actualidad, por la explotación de carne, cotizada a precios elevados en los mercados externos, gozan de un subsidio estatal en bonos tributarios correspondiente al 15% del valor de las exportaciones. El segundo proyecto pretende instituir otra vez en Colombia el antiquísimo sistema feudal de la aparcería, "suspendido" con la Ley la. de 1968.

Entre otras ventajas oficiales concedidas a la gran oligarquía y al imperialismo en contra del pueblo están las exenciones tributarías a las sociedades anónimas, mientras se aumentan los impuestos a las sociedades limitadas de la mediana y pequeña industria y a las masas trabajadoras en general. Están también los anuncios insistentes del gobierno de que habrá, dentro de una supuesta "crisis energética", escasez de hidrocarburos en los años venideros, a manera de preparación del terreno para autorizar nuevas alzas en los precios de la gasolina y demás derivados del petróleo y justificar más privilegios a las compañías petroleras norteamericanas.

Uno de los proyectos más debatidos y combatidos por la opinión pública es el conocido con el nombre de la "Avenida de los Cerros" para la ciudad de Bogotá. Ha sido censurado no sólo en Bogotá sino en todo el país porque para su realización el gobierno se endeuda en 69 millones de dólares, porque es una obra suntuaria, porque afecta gravemente a los habitantes de los barrios orientales de Bogotá, porque es la "Avenida de los serruchos". Sin embargo, el Cardenal le impartió su bendición y las autoridades civiles han dicho que es una obra "irreversible", aunque no han convencido a nadie.

Las gentes no confían en una administración mentirosa y minada por la corrupción. Funcionarios de la aduana han caído como contrabandistas, jefes del DAS como traficantes de drogas, oficiales del ejército como desfalcadores. Todos los días se destapan fabulosos peculados en las entidades públicas. La Cámara de Comercio de Medellín, junto con algunos diarios de la gran prensa se vieron obligados a iniciar una tímida campaña moralizadora de la administración oficial. La campaña concluyó con las amenazas proferidas por el propio presidente de la República. El enriquecimiento ilícito de la alta burocracia lo paga el pueblo. Tenemos un gobierno chanchullero y carísimo.

El Congreso aprobó recientemente también por sugerencia del Ejecutivo el Pacto Andino y el Estatuto de Capitales Extranjeros. Estas leyes corresponden a los acuerdos firmados por los gobiernos de los países andinos dentro del marco de la "integración latinoamericana" que viene propiciando el imperialismo yanqui a partir del Mercado Común Centroamericano en 1958, la ALALC en 1960 y la Declaración de Presidentes de América en 1967. Ese extraordinario plan es el siguiente: unificar a los países latinoamericanos por bloques primero y luego integrar una sola y gigantesca agrupación desde el Río Grande hasta la Patagonia. Los grupos ya están prácticamente constituídos: el Grupo Andino, el Mercado Común Centroamericano, la Asociación del Caribe de Libre Comercio y además México, Brasil y Argentina que por su relativo desarrollo se consideran de por sí bloques aún de mayor poder e importancia que los otros. La política de la "integración latinoamericana" es típicamente neocolonialista y arranca de la teoría de que el desarrollo de los países latinoamericanos dependientes estará determinado por la inversión extranjera, por su caudal, por los estímulos que se le ofrezcan. El mejor estímulo, el más apetecido por el capital monopolista internacional es el de que sus neocolonias unifiquen las legislaciones, armonicen los planes económicos, barran entre sí las barreras arancelarias en tal forma que el inversionista de las Bahamas, por ejemplo, pueda sin trabas, sin licencias, sin aduanas, vender sus productos en cualquier país latinoamericano y viceversa. El Pacto Andino y el Estatuto de Capitales Extranjeros son pasos hacia el Mercado Común Latinoamericano, hacia ese país de las maravillas en el que los capitales, los productos y la mano de obra corren de un lugar a otro, traspasando paredes fronterizas, al conjuro del imperialismo.

La reforma constitucional de 1968 entregó ilimitadas atribuciones al Ejecutivo mientras al Parlamento lo convirtió en un cuerpo meramente protocolario y a la iniciativa de aquel. Apoyándose en el nuevo ordinal 14 del artículo 120 de la Constitución el gobierno decretó la creación de las Corporaciones de Ahorro y Vivienda que trabajan con “Unidades de Poder Adquisitivo Constante”(UPAC), es decir, que van reajustando intereses y ganancias automáticamente con el ritmo y la proporción de la devaluación monetaria. Esta ley favorece a las corporaciones financieras y a los grandes urbanizadores y desatará una espiral especulativa con la vivienda en detrimento de las clases populares. Haciendo uso de la misma atribución constitucional, el presidente Pastrana ordenó la formación de los Fondos Regionales de Capitalización Social, usurpando las cesantías de los trabajadores. Esta medida que el presidente Lleras Restrepo quiso pasar con el mote de Fondo Nacional del Ahorro pero que la repulsa generalizada se lo impidió, es un verdadero atraco a la clase obrera y para la mediana y pequeña industria un golpe sumamente fuerte. Con el denominado ahorro público obligatorio, el gobierno centraliza en sus manos miles de millones de pesos del pueblo, fortalece sus institutos de "inversión", alivia el déficit fiscal, sirve de "socio nacional’ predilecto para los monopolios extranjeros. Es el acrecentamiento del capitalismo monopolista de Estado que, alimentado y controlado por el imperialismo yanqui, cada día se inmiscuye con mayor potencia en la vida económica del país. El capitalismo monopolista de Estado eleva al máximo los colosales poderes económicos del Estado, convierte a éste en el planificador por excelencia de la producción y el comercio y es prerrequisito y efecto de la "integración latinoamericana.". Esto, sin embargo, al agudizar las contradicciones de clase, reafirma los cimientos de la revolución, desarrolla las condiciones materiales de ésta. La alianza burgués-terrateniente proimperialista que detenta el Poder, va reduciéndose a los sectores más privilegiados y poderosos de la gran burguesía y de los grandes terratenientes estrechamente vinculados al Estado. El resto de la nación colombiana, al margen de las prerrogativas estatales, abocada a la proletarización y a la ruina progresivas, agudiza antagónicamente sus contradicciones con la coalición gobernante. Los enemigos jurados del régimen son los obreros, los campesinos y la pequeña burguesía urbana, fuerzas principales de la revolución; pero la polarización del país en dos bandos tan irreconciliables, la monopolización del Estado por una minoría cada vez más excluyente, las trabas del gobierno a la producción nacional, crean las condiciones para que inclusive la burguesía media, que conocemos con el nombre de burguesía nacional, engrose las filas de la revolución. Todas estas condiciones objetivas de lucha están dándose en Colombia. Los que no corresponden, aunque están en proceso de gestación, son los factores revolucionarios de dirección, organización y unificación nacional; y que no se alcanzarán plenamente sin el desarrollo de un partido auténticamente revolucionario, fuerte, enraizado en lo más hondo de las masas populares, y dispuesto a tejer la red de la unidad nacional entrelazando las luchas de todas las clases y fuerzas necesarias a la revolución.

4. EL AUMENTO DE LA EXPLOTACION CONLLEVA EL AUMENTO DE LA REPRESION

En Colombia hace tiempo que las masas populares no pueden hacer uso de sus mínimos derechos. Las pocas garantías democráticas consignadas en la Constitución son letra muerta que en nada obliga a los gobiernos. A la clase obrera se le han venido suprimiendo uno a uno sus derechos de organización, contratación, reunión, movilización, expresión y huelga. Igualmente a las organizaciones de los campesinos, estudiantes, maestros y de otros sectores gremiales se les ponen múltiples obstáculos, desde los más refinados hasta los más burdos y violentos, con el objeto de entorpecer sus funciones. Las justísimas protestas del pueblo son reprimidas a sangre y fuego y los dirigentes populares, asesinados o encarcelados. El país lleva 25 años bajo un estado de sitio casi ininterrumpido. Por períodos muy fugaces, por días para ser exactos, los gobernantes levantan este régimen de excepción, para luego reimplantarlo durante años. Actualmente, estamos en estado de sitio, declarado desde febrero de 1971. A su amparo se decretan los consejos de guerra verbales para obreros, campesinos, estudiantes, profesionales e intelectuales; se dictan las prohibiciones a los partidos políticos opuestos al gobierno, se introducen al antojo del presidente modificaciones a la legislación y demás medidas antidemocráticas y represivas.

El Frente Nacional es una dictadura ominosa contra el pueblo colombiano. Una dictadura a la que no le tiembla el pulso en derramar sangre popular con tal de salvaguardar los mezquinos intereses del imperialismo yanqui y de sus lacayos colombianos. La "democracia" de que hace gala el gobierno, su orden jurídico, su "sensibilidad social", sus órganos representativos, sus elecciones, su "pluralismo ideológico", no son sino la fachada, el mascarón de una dictadura desbocada sin dios ni ley. Los "derechos" que concede al pueblo, son favores de su inefable, bondadosa y omnipotente voluntad. La tiranía nos los dio, la tiranía nos los quitó.

Las clases populares tendrán exclusivamente lo que conquisten y respalden con su lucha. Sólo la acción unitaria de todas las organizaciones de las masas de los partidos opuestos al sistema, de los demócratas sinceros, podrá resistir a la represión oficial, arrancar sus legítimos derechos y desbrozar el sendero a la democracia, a la auténtica democracia, a la dictadura de las clases populares contra la gran burguesía y los grandes terratenientes proimperialistas, a la dictadura de la inmensa mayoría de los oprimidos sobre la ínfima minoría de los opresores.

5. EL LIBERALISMO Y EL CONSERVATISMO DECIDIERON IR CON CANDIDATO PROPIO EN EL 74

Los intentos por unificar al los dos partidos, o por lo menos a "sectores considerables" de uno y otro en una sola candidatura "nacional" fracasaron definitivamente. Los abanderados de esta propuesta, Carlos Lleras en el lado liberal y Hernán Jaramillo en el lado conservador, quedaron tendidos en la lona. Los jefes naturales de la coalición burgués-terrateniente proimperíalista gobernante, Mariano Ospina y Alberto Lleras, así como sus diarios más influyentes, "El Tiempo" y "La República", eran también adictos a la idea de un candidato "nacional". Sin embargo, la derrota de las tesis de los viejos mandarines en el seno de sus propios partidos no representa cambio alguno en la política frentenacionalista, ni siquiera un relevo de mandos. La contradicción se presentaba sobre la forma de cómo debían encarar los liberales y los conservadores las elecciones próximas: si iban con candidato único o cada cual con el suyo. En materias de fondo, por ejemplo, la prórroga del Frente Nacional, la interpretación del artículo 120 de la Constitución sobre la paridad administrativa hasta 1978, la urgencia de apuntalar contra la historia el sistema con todos sus horrores, en eso, no existe ni hubo nunca discrepancias, salvo los distanciamientos planteados por el llero-lopismo en 1972. Pero se trataba de una simple y pasajera treta electoral para derrotar a la otra ala liberal, el turbayismo. Pronto se comprobó que tanto Lleras como López aspiraban a la candidatura presidencial con el solemne y voluntario compromiso de gobernar paritariamente con el conservatismo en el más puro olor frentenacionalista. En el caso de Lleras Restrepo, éste se extralimitó tanto en su defensa de los pactos, del entendimiento, del programa único, del candidato único, de la prórroga del bipartidismo, que terminó decapitándose.

La convención liberal de junio candidatizó a Alfonso López y la convención conservadora de septiembre candidatizará a Álvaro Gómez, ambos hijos de presidentes, como corresponde a los dinásticos partidos dominantes de un país semifeudal. Alrededor de estos nombres se han aglutinado la casi totalidad de los efectivos de los partidos oligárquicos. Los dos candidatos ya han hecho público el convenio de que inmediatamente después de las elecciones, sea cual fuere el vencedor, se concretará la coalición conforme a la Constitución, ejercerán el Poder conjuntamente y continuarán la obra de los Lléras, Valencia y Pastrana. Trabajarán separados para un mismo fin. Gómez inspira confianza a los grupos más reaccionarios, confesionales y entreguistas del conservatismo y el liberalismo y con los cuales el candidato liberal tiene antecedentes que aclarar. Comprendiendo que su triunfo depende del apoyo de esas fuerzas, Alfonso López se ve obligado a respaldar con más veras que el candidato conservador todas las exigencias del imperialismo yanqui, la gran burguesía y los grandes terratenientes. La lucha entre los candidatos de los dos partidos gobernantes es el pugilato de quién será más obsequioso con los ricos y con los pobres más cicatero, ruin y despiadado.

Las fuerzas revolucionarias tendrán que desplegar un gran esfuerzo, rechazar con todas las energías la estrategia de la reacción de prolongar el Frente Nacional y desenmascarar esa trapisonda. Hay que poner en la picota a los dos "delfines". Las condiciones son excelentes para abrirles los ojos a muchos colombianos y mostrarle al país que sí existe una verdadera alternativa de cambio revolucionario. Después de soportar los cuatro últimos gobiernos, el pueblo no desea por ningún motivo seguir viviendo bajo un régimen que tantos dolores, sufrimientos y angustias le ha costado. Un frente de distintos movimientos y partidos con una definida orientación nacional y democrática, podrá encauzar la indignación de las masas y dar una batalla de importancia en las elecciones de 1974 contra la alianza liberal-conservadora.

6. LA ANAPO HA LLEGADO A UN PUNTO ÁLGIDO DE DESMORONAMIENTO

Desde su triunfo electoral de 1970, desconocido por el gobierno mediante el fraude y la fuerza, la ANAPO viene en un proceso de descomposición. En las elecciones de 1972 se ubicó muy por debajo de cualquiera de los dos partidos tradicionales. Hasta hoy ese proceso se ha acelerado. La ANAPO registra desgajamientos hacia la derecha y hacia la izquierda. Un número no despreciable de parlamentarios anapistas liberales y conservadores han regresado a sus antiguas guaridas. Otros de los más esclarecidos y consecuentes de sus jefes, decididos a continuar batallando al servicio del pueblo y de Colombia, han conformado una nueva organización política: el Movimiento Amplio Colombiano (MAC). Parece que la ANAPO cumplió ya con su papel histórico, o no cumplió papel histórico alguno porque se redujo a capitalizar el infortunio popular para convertirse en la "leal oposición de su majestad”. El general Rojas atacó a los cabecillas del Frente Nacional con los que había caído en desgracia, pero en forma oportunista contemporizó siempre con las dos más grandes tragedias nacionales, la opresión extranjera y el semifeudalismo. Esa doble posición de la dirección, su vacilación, en el fondo traidora a las masas, su oportunismo, fueron determinando la heterogénea composición de la ANAPO, su momentáneo crecimiento y el posterior desenlace.

Por un lado, la ANAPO se nutrió de un núcleo de dirigentes populares sinceros y de gente común anhelante de un vuelco en la situación, sin saber exactamente cuál y cómo. Estos constituyeron la izquierda de la ANAPO. Por el otro, fueron llegando círculos de politiqueros arribistas cuyas aspiraciones personales no tenían cabida por varios motivos en los partidos tradicionales y de personas extraídas o con vínculos al gran capital y a los terratenientes, pero marginados del control de los organismos claves del Estado. Estos círculos constituyeron la derecha de la ANAPO, tomaron su mando y le imprimieron su política de oposición respetuosa del sistema.

Llegada la hora de partir cobijas los sectores más avanzados y progresistas de la izquierda anapista, convencidos de la inutilidad de seguir en un partido cuya dirección despótica conciliaba con el enemigo, resolvieron declararse en franca rebeldía y crear el MAC o pasar a militar en otros movimientos revolucionarios. Los sectores recalcitrantes de la derecha, al ver a la ANAPO en peligro de irse a pique, la han abandonado y se han acogido a la amnistía de Gómez y López, quienes hicieron un llamado a los desertores del conservatismo y el liberalismo, para que se reincorporaran a los viejos partidos y colaboraran en sus campañas presidenciales.

La ANAPO continúa siendo escenario de lucha entre sus dos alas, notablemente mermadas. Las fuerzas revolucionarias deben tratar de influenciar a los sectores de izquierda que aún quedan en la ANAPO y ganarlos para una posición realmente antiimperialista y antioligárquica. El fracaso del "tercer partido" abre claras perspectivas para que una fuerza revolucionaria verdadera ocupe tanto cuantitativa como cualitativamente el puesto de principal contradictor de la política oficial. Debemos atrevernos audazmente a ocupar ese puesto. Las fuerzas revolucionarias tienen la obligación de contribuir a que amplias masas salgan de la "leal oposición de su majestad" y pasen a militar en una política revolucionaria no solo contra el títere de turno sino contra las clases que lo sustentan, no únicamente por reivindicaciones y reformas, sino por la reivindicación fundamental de transformar revolucionariamente la sociedad entera.

7. EL MOIR SE HA IDO CONVIRTIENDO EN UNA FUERZA POLITICA DE ENVERGADURA -NACIONAL

Surgido al fragor de las luchas revolucionarias de una época especialmente convulsionada, progresa apoyándose en sus recursos y en los recursos de las masas populares. En la labor de impulsar en Colombia la construcción de un partido proletario, la nueva organización ha tenido que librar una aguerrida lucha contra el economismo, el gremialismo y las demás formas del oportunismo de derecha, que durante décadas ha hecho de las suyas en el seno del movimiento obrero colombiano. Igualmente ha combatido al oportunismo de izquierda", tan ruidoso en los últimos tiempos y tan perjudicial a la estrategia y a la táctica obreras. La misión de clase del MOIR es lograr que el proletariado colombiano, como el proletariado de otras latitudes, erguido sobre sus propios pies y encabezado por su propio partido, encarne las necesidades y esperanzas del pueblo y lo conduzca en procura de una república nueva, independiente y democrática en marcha al socialismo. Enmendando errores y esforzándose por interpretar y aplicar correctamente el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung a la situación fluctuante del país, el MOIR ha obtenido sus primeras victorias. De unos cuantos militantes relegados a dos o tres ciudades nos hemos multiplicado en miles de combatientes destacados en casi todos los departamentos. Aunque nuestro trabajo se ha concentrado en la clase obrera, nos hemos vinculado en mayor o menor grado a los campesinos, estudiantes, profesionales, artistas, según el desigual desarrollo de la revolución en los diferentes lugares.

Representamos un movimiento del cual esperan una orientación responsable y valerosa una gran cantidad de fuerzas revolucionarias y personas sin partido. Sin embargo, nos queda mucho por andar. Hemos dado apenas el primer paso de una gran marcha de mil leguas. Si comparamos lo que éramos hace algunos años con lo que somos hoy, podemos afirmar que hemos avanzado considerablemente. Pero si miramos el porvenir en lugar del pasado y comparamos nuestras fuerzas con la magnitud de las tareas de la revolución nos veremos obligados a admitir, de no ser ilusos, que hemos avanzado poco. Los 19 mil votos depositados por el MOIR y sus aliados en las elecciones del 16 de abril son un índice aproximado de nuestro justo desarrollo e influencia. Un año y pico después somos algo más fuertes. No obstante, con miles de seguidores no se corona una revolución. Necesitamos organizar y movilizar a millones de seres para aplastar la reacción y despejarle a Colombia un panorama de ventura y de progreso.

Nuestro principal problema es llegar a más vastos sectores populares, ampliar la influencia en las masas. Hay factores positivos que debemos tener en cuenta: la actual crisis económica y política del régimen, el creciente descontento del pueblo y la proliferación de sus luchas. Hay factores negativos que también, debemos analizar: la violenta persecución a que están sometidas nuestras fuerzas por parte del gobierno y el cerco que, desde nuestro nacimiento, nos han tendido tanto los enemigos principales como los secundarios, con el fin de apartarnos de las masas y exterminarnos. Nuestro futuro inmediato depende de la manera, como tratemos estos dos factores. Para aprovechar los primeros y superar los segundos, el MOIR no tiene disyuntiva distinta de la de aplicar una política que le permita ganar el mayor número posible de amigos y concentrar los ataques en los enemigos principales. Esa política es la esbozada por nuestro Partido, la política de "Unidad y Combate".

8. EL RUMBO DE LOS ACONTECIMIENTOS RECLAMA UN FRENTE ELECTORAL DE IZQUIERDA

En el desarrollo de esta tarea ha sido determinante la activa agitación adelantada desde hace casi un año en todo el territorio colombiano por la Unión Nacional de Oposición, fundada por el Partido Comunista y el Movimiento Amplio Colombiano. El Segundo Encuentro de la UNO, realizado en el mes de marzo pasado, reiteró en su Plataforma Mínima de nueve puntos los lineamientos generales de un programa electoral nacional y democrático y autorizó a sus directivas para convocar la convención que habrá de escoger su candidato presidencial. El MAC proclamó la candidatura del senador Hernando Echeverri Mejía con el propósito de someterla luego a la consideración de la convención de la UNO. Esta candidatura clarificó mucho la situación para varios sectores revolucionarios y contribuyó al ingreso formal del MOIR a la UNO. A pesar de haberse logrado en el transcurso de reiteradas reuniones con el Partido Comunista y el Movimiento Amplio Colombiano entendimientos sobre los postulados básicos de una plataforma electoral de izquierda y sobre los principios de democracia interna y funcionamiento de la UNO, el MOIR venía postergando su ingreso debido a las imprecisiones en cuanto a la cuestión del candidato único de la izquierda.

Es de público conocimiento que el Partido Comunista sigue perseverando a través de sus declaraciones oficiales, de manera explícita o implícita en propiciar un pacto con la ANAPO. El Partido Comunista se quejaba de que la Alianza Nacional Popular, a comienzos del año, hubiese lanzado la candidatura del General como "una imposición sobre los grupos de la Oposición", porque "los comunistas hemos dicho en varias ocasiones que no podemos votar por el señor Gustavo Rojas Pinilla"[1], pero cuidándose de dejar las puertas abiertas para el acuerdo si la ANAPO cambiaba de candidato. Candidato que sería controlado en todas formas por el General y los grupos reaccionarios que éste representa. No hay fundamento alguno para pensar que la izquierda anapista, visiblemente minoritaria y preocupada en otras cosas, esté dispuesta y en condiciones de darle un vuelco de tal proporción a su partido que, además de destituir al jefe supremo y a su grupo, llame a los movimientos revolucionarios a lanzar conjuntamente, alrededor de un programa antiimperialista y antioligárquico, un candidato unitario. Gilberto Vieira, secretario del Partido Comunista, nos da una prueba de sus afanes por acercar a la ANAPO o acercarse a ella, en un artículo suyo publicado recientemente en "Voz Proletaria" y en el que dice: "Algunos sectores anapistas insinúan sorpresas en materia de candidaturas presidenciales y María Eugenia ha presentado un interesante programa de doce puntos, que podría ser base de discusión para los demás sectores oposicionistas"[2]. El MOIR, por su parte, ha explicado también públicamente cómo en las condiciones actuales no hay posibilidad de acuerdo con la dirección anapista, a no ser que se quiera dejar escapar la oportunidad de realizar una campaña electoral unificada de izquierda, esclarecedora, que le señale al pueblo un camino, una alternativa realmente distinta a la de la alianza burgués-terrateniente proimperialista. No rechazamos el ala izquierda de ANAPO; por el contrario, con esta orientación estamos estimulando a sus sectores más progresistas a que asuman una posición consecuente, como en realidad lo están haciendo centenares de anapistas que en todo el país han cerrado filas con la UNO.

La suerte está echada. Los viejos partidos postularon a los vástagos de dos casas de abolengo que copan entre ambas medio siglo de oprobios. En las toldas anapistas, la candidatura de María Eugenia ’ acaba de ser proclamada por su progenitor, el expresidente Rojas Pinilla; y familia que lanza candidato unida permanece unida. A la izquierda le incumbe, convenidos los lineamientos básicos de su plataforma electoral, escoger como candidato presidencial a la persona que la pueda aglutinar lo más ampliamente posible, que le permita desarrollar una actividad revolucionaria entre las masas, que le dé garantías fundamentales de honestidad y lealtad con la plataforma aprobada y que sea un factor de respeto a la democracia dentro del frente electoral de izquierda. Creemos que Hernando Echeverri Mejía llena estos requisitos. El MOIR anunció que depositará su voto por él en la próxima convención de septiembre para candidato de la Unión Nacional de Oposición.

9. LA BANCARROTA DE LAS CAMARILLAS DE UTC Y CTC ES INATAJABLE

La política reaccionaria de manipulación del movimiento sindical colombiano por medio de las centrales UTC y CTC ha entrado en una crisis sin precedentes. La copa se ha rebosado. El proletariado no quiere soportar más los engaños y las traiciones de una aristocracia obrera, minúscula y ridícula, que recibe canonjías y ministerios traficando con los intereses sagrados para una clase productora de riqueza y condenada, al hambre. Las más recientes determinaciones de las directivas de UTC y CTC han provocado la tormenta. El 20 de marzo de 1972, en los despachos del antiguo Palacio de San Carlos y con la anuencia y tutoría del señor presidente, los esquiroles de UTC y CTC informaron al país la decisión de propiciar la fusión de las dos centrales patronales. Fue como el anuncio de un nuevo período de mayores entregas, villanías y crímenes en su largo y macabro historial de vendeobreros.

La CTC viene respaldando el proyecto de recorte de los días festivos, que cursa en el Congreso, presentado por el gobierno y patrocinado por la ANDI, cuyas repercusiones serán la mengua de la remuneración y del descanso de los trabajadores en beneficio de los grandes capitales. La UTC celebró con aplausos el arbitrario decreto 098 creador de los Fondos Regionales con las cesantías de los asalariados. Conjuntamente la UTC y CTC intrigan ante las máximas autoridades para que se constituya un "Banco Obrero" con aportes de los Fondos Regionales y con las cuentas corrientes de los sindicatos. Este contrasentido es una dádiva, una recompensa, un pago que ya les prometió a las camarillas el Ministerio del Trabajo. El "Banco Obrero", de tal no tendrá sino los dineros robados a la clase obrera, busca afianzar el poder destartalado de las centrales patronales, que podrían ejercer chantaje y coacción mediante el uso de ese instrumento de control sobre los fondos sindicales.

El señor Tulio Cuevas y su pequeña corte han llegado al extremo de respaldar la candidatura de Álvaro Gómez con el cínico argumento de que en sus programas están contempladas las peticiones de los trabajadores. Hechos como estos, además de destapar la podredumbre y degeneración de la dirección utecista, prueban el grado de influencia, de inspección, la relación de dominio absoluto del gobierno sobre las centrales patronales y la forma como la coalición gobernante le saca el jugo político. Lo mismo hicieron los dirigentes de la CTC, lopistas confesos.

A esta cadena de fechorías se le agregan otros eslabones. Ante el naufragio inminente las directivas de la UTC y CTC han echado mano del anticomunismo y del macartismo como tabla de salvación, han expulsado sindicatos enteros, han complotado con las empresas los despidos de los dirigentes obreros y con las oficinas del trabajo la ilegalización de las huelgas y de las organizaciones sindicales. Pero estas acciones no las han sacado de las dificultades. Por el contrario, desatan la ira redoblada de las masas trabajadoras. Muchas de sus federaciones han expresado el completo desacuerdo con tales procederes. Decenas de sus sindicatos se les desafiliaron en los últimos meses y pasaron a las filas del sindicalismo independiente. Brotes de división como los de UTRAN en Antioquia amenazan a sus principales federaciones regionales. La hegemonía de la UTC y CTC sobre la mayoría del movimiento sindical colombiano es cosa del pasado. Su estabilidad, su autoridad, su poderío, están minados por la base. Se configura una situación especialmente favorable para las fuerzas independientes y revolucionarias de la clase obrera. Ha. quedado aplastada por el peso de los acontecimientos la falsa teoría de que la conciliación con Cuevas y Mercado conduciría a la unidad de la clase obrera colombiana. Las condiciones están dadas para que los sectores independientes y revolucionarios del movimiento sindical colombiano reagrupen sus fuerzas, todas sus fuerzas, y preparen organizada, correcta y efectivamente el asalto a la fortaleza contraria, ahora que la crisis debilita los alientos y corroe la moral de sus enemigos.

10. ARROLLADORAMENTE AVANZA LA POLITICA REVOLUCIONARIA DE UNIDAD DE LA CLASE OBRERA

Los obreros de todo el país, recurriendo a las más variadas formas de expresión, burlando las prohibiciones oficiales, en sus boletines, en sus mítines, en sus manifestaciones públicas, en sus huelgas y paros, por intermedio de las luchas internas de sus organizaciones, con sus encuentros, han manifestado su inquebrantable decisión de, combatir hasta conseguir un sindicalismo de clase, que responda a sus necesidades y se ponga a su servicio y al servicio de las masas populares. El sector más organizado del pueblo colombiano es la clase obrera y lleva desde su nacimiento más de 70 años luchando incansablemente contra el imperialismo, la gran burguesía y los grandes terratenientes. Sin embargo, sus luchas no han sido más efectivas porque carecen de una organización gremial nacional que las coordine, las respalde y las vincule a las luchas de todo el pueblo. De esta irregularidad han tomado conciencia no solamente los marxista-leninistas y los elementos avanzados del proletariado colombiano, sino vastos sectores de las bases obreras. Estamos frente a un nuevo despertar del proletariado colombiano que presagia extensas y más profundas batallas revolucionarias en Colombia. Entre sus grandes objetivos se destaca como paso previo la conquista de una central obrera que acoja a todos los sindicatos y federaciones independientes, es decir, que no sean filiales de las centrales patronales. Una central amplia y fuerte de ese tipo apresuraría la radicalización del movimiento sindical y el debilitamiento de la UTC y CTC, hasta lograr a la postre, como uno de los frutos de la lucha revolucionaria del pueblo, la creación de la central única de los trabajadores colombianos.

El Partido Comunista interpreta justamente la situación y contribuye a la política de la unidad de la clase obrera colombiana cuando pide que se debata sobre "el estudio de un nuevo reagrupamiento de todas las fuerzas sindicales que no se hallan vinculadas a ninguna de las centrales sindicales que culmine en un congreso del cual nazca, si es el caso, una nueva central de trabajadores, que aglutine el mayor número de sindicatos y federaciones"[3]. Este debate se ha venido dando a través de los encuentros sindicales organizados por la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC), sus federaciones regionales y demás agrupaciones sindicales independientes, y, dentro de estas últimas con el más cálido entusiasmo, por las que reciben orientación del MOIR.

Los encuentros sindicales del Valle, Santander, Cundinamarca, Meta, Boyacá, Nariño, Antioquia y de otros departamentos que congregaron a delegados de varios centenares de organizaciones sindicales, se han pronunciado invariablemente a favor de la política revolucionaria de unidad de la clase obrera, señalando al imperialismo yanqui y sus aliados como los principales enemigos del pueblo y la nación colombiana y como los responsables de la división del movimiento sindical colombiano, planificando acciones unitarias en defensa de los derechos democráticos de los trabajadores y del resto de las masas populares, enarbolando el principio fundamental de la alianza obrero-campesina, apoyando sin distinción las luchas revolucionarias y proponiendo la convocatoria de un encuentro nacional obrero que demarque los mojones de la central obrera independiente. Los encuentros obreros regionales realizados en lo que va corrido de este año demuestran el alto desarrollo de la conciencia y de las luchas del proletariado colombiano. La CSTC ha estimulado ese desarrollo y ha expresado acertadamente en su órgano "Unidad Sindical": "La actual directiva de la CSTC es la más interesada en la realización del Encuentro (Nacional Obrero) y en lograr la unificación del movimiento obrero en torno a una central más amplia, más poderosa, más influyente en la vida política nacional".

Quienes desde posiciones oportunistas de derecha, o de "izquierda" se atreven temerariamente a formular reparos al proceso unitario que vive la clase obrera colombiana, son reprendidos enérgicamente por los trabajadores. Pequeños y grandes afluentes desembocan en el indomeñable y proceloso torrente de la causa obrera. El Primero de Mayo más de un centenar de miles de asalariados, de compañeras y compañeros revolucionarios, con motivo de la fiesta universal del proletariado, salieron a las calles de la Capital, y del resto de ciudades del país a testimoniar su perentorio y alegre respaldo a la política unitaria de la clase obrera colombiana. La unidad revolucionaria de la clase obrera. ha dejado de ser en Colombia la quimera de unos cuantos soñadores; hoy es una bandera roja victoriosa empuñada por multitudes de combatientes de carne y hueso.

11. LAS MASAS ADELANTAN EN SUS LUCHAS Y EN LA PROYECCION Y DEFENSA DE SUS ORGANIZACIONES

Durante los tres años de gobierno de Misael Pastrana Borrero los obreros no son los únicos que registran auges en sus luchas y en su organización. En este período las otras clases revolucionarias también han aumentado el número y la calidad de sus batallas contra el régimen y desde el punto de vista organizativo han obtenido importantes logros. El campesinado colombiano se ha rebelado contra la clase terrateniente. Las invasiones de las grandes fincas son un rechazo categórico a la reforma agraria imperialista, proterrateniente y la confirmación de que los campesinos toman como asunto suyo la transformación revolucionaria del campo. Una buena cantidad de invasiones ha salido triunfante. Aunque en la mayoría de ellas los campesinos invasores han sido desalojados por la fuerza pública, las invasiones son de todos modos una propaganda, una. lección, una escuela viva de la revolución agraria, cuyo fundamento es la eliminación de la explotación terrateniente, mediante la confiscación de la tierra de los grandes señores y su reparto entre los campesinos que la trabajan. La revolución agraria quiebra el poder de la clase terrateniente y a la vez hiere de muerte al imperialismo y a la gran burguesía. Las luchas del campesinado hacen parte esencial por eso de la revolución nacional y democrática del pueblo colombiano.

Uno de los triunfos de las movilizaciones campesinas, es el estruendoso fracaso de los funcionarios del Ministerio de Agricultura y del INCORA en su empeño de crear y mantener una organización campesina de bolsillo. Los campesinos proyectan sus propias. organizaciones independientes del tutelaje oficial y buscan el apoyo en las fuerzas revolucionarias.

Los estudiantes sostienen el movimiento juvenil más importante de nuestra historia. Son prácticamente tres años de constante lucha a favor de una cultura nacional y científica que sirva a las masas populares, y en defensa de derechos democráticos sustanciales. Las luchas de los maestros de las escuelas públicas y de los profesores de los colegios y universidades hacen causa común con las luchas del estudiantado colombiano. La importancia histórica del actual movimiento estudiantil radica en su desarrollo consciente, en su elevado nivel político, en su contenido nacional y democrático. Es un movimiento que apunta contra la dominación del imperialismo norteamericano y sus testaferros colombianos, que se solidariza con todas las luchas revolucionarias y que hace eco a las fundamentales exigencias del pueblo y de la nación colombiana. Es un destacamento de primera fila en la revolución. El terror impuesto en las universidades y demás planteles educativos, así como el debilitamiento de la educación pública. en beneficio de la privada, no han acallado al estudiantado. Cuando parece que el movimiento estudiantil ha sido sometido, resurge con renovado brío, no solo en las principales ciudades, sino en la provincia colombiana.

La Juventud Patriótica y otras organizaciones juveniles revolucionarias vienen agitando, como una labor prioritaria del movimiento estudiantil, la consigna de la creación de una organización universitaria nacional.

A su turno, hondas repercusiones en el país han dejado las enérgicas batallas de los profesionales, los paros cívicos y las protestas de las gentes de los municipios apartados y de los barrios pobres de las ciudades, las luchas y reclamos de las minorías indígenas nacionales, las denuncias valientes y patrióticas de los intelectuales y escritores, el movimiento artístico revolucionario. Todos, esos, combates, levantamientos, motines, “desórdenes” , qué tienen su raíz en la situación, de explotación y dominación a que se halla, abocada la sociedad colombiana, aumentarán su magnitud, serán más frecuentes, se apoyarán estrechamente entre sí, hasta lograr las proporciones de una situación revolucionaria en la cual, según la expresión de Lenin, "Los ’de abajo’ no quieren y los ’de arriba’ no pueden seguir viviendo a la antigua". A la orden del día están las tareas de la revolución. El papel de los verdaderos revolucionarios no se limita a observar las turbulencias sociales ni a disertar sobre las vertiginosas mutaciones de los acontecimientos. Quienes quieran participar de verdad en la revolución y especialmente los marxista-leninistas, los comunistas, deben apoyar todas las luchas revolucionarias del pueblo, alentarlas, organizarlas, encarrilarlas y cifrar sus esperanzas del gran cambio que reclama Colombia, no en los "progresos" constitucionales de la "democracia", sino en la fuerza organizada e insurrecta de las masas.

Jamás debemos perder de vista que la revolución depende en última instancia de la alianza obrero-campesina. La insurgencia de los campesinos, sus luchas democráticas y nacionales, su contribución al progreso, hacen de ellos en la Colombia actual la principal fuerza de la revolución. La conciencia de los obreros, su ideología invencible, el marxismo-leninismo-pensamiento, Mao Tsetung, el espíritu internacionalista de sus luchas, su partido, erigen a la clase obrera en factor fundamental de dirección de la revolución. Sobre la base de la alianza obrero-campesina se levantará el frente único de todas las clases revolucionarias que, bajo la dirección proletaria, expulsará a los imperialistas del suelo, colombiano, aplastará a los vendepatrias y creará una república democrática y soberana.

12. LA SITUACION MUNDIAL ENTRAÑA CONTRADICCIONES INSUPERABLES PARA LA REACCION Y MARCHA HACIA LA REVOLUCION

El ascenso vertiginoso del imperialismo norteamericano, iniciado principalmente a partir de la Segunda Guerra Mundial y que se caracteriza por su extensión a todo el planeta, sojuzgando pueblos y pisoteando naciones, llegó ya a su punto culminante y empezó su eclipse. El imperialismo norteamericano ha entrado en un período de retroceso y de crecientes dificultades. Los imperialismos de las superpotencias, los europeos y el japonés, compiten entre sí en los mercados mundiales y se disputan influencias en las colonias y neocolonias. En permanente avance, el movimiento de liberación nacional de los pueblos de Asia, África y América Latina ha obtenido resonantes triunfos y propinado golpes demoledores a la opresión extranjera. El proletariado mundial, dirigido por el movimiento comunista internacional, a cuya cabeza están el Partido Comunista de China y el camarada Mao Tsetung, reagrupa fuerzas, arrecia sus combates contra el imperialismo y el revisionismo y apoya en estrecha amistad las revoluciones liberadoras de las colonias y neocolonias. Estos son los rasgos destacados de la situación mundial, las contradicciones fundamentales que la distinguen y le imprimen su rumbo. Vivimos un período nuevo de la época en que, como dice en el proyecto de nuestro programa, "el imperialismo se precipita hacia la ruina total y el socialismo avanza hacia la victoria en el mundo entero". Es la época de la revolución socialista mundial inaugurada por la gloriosa Revolución Socialista de Rusia. Este es un período de especial avance de la revolución, mientras la reacción se hunde en un pantano pestilente de problemas insolubles.

Nuevas y brillantes victorias alcanzan los pueblos de la península indochina en su guerra de liberación. El pueblo vietnamita derrotó a los Estados Unidos, los obligó a tocar vergonzosamente a retirada y a firmar la paz. En Camboya las tropas revolucionarias tienen sitiada en la propia capital a la pandilla títere de Lon Nol y los Estados Unidos no pueden hacer prácticamente nada para salvarla. El pueblo laosiano ha liberado la mayor parte de su territorio. Estos triunfos contundentes de Vietnam, Laos y Camboya le están recordando al mundo que el poder de los Estados Unidos no es invencible, qué un país, por pequeño y débil que sea, es capaz de derrotar un país grande y poderoso cuando, en defensa de su soberanía y libertad, su pueblo se decide a empuñar las armas en una guerra justa. Crece la lucha de los pueblos africanos, de los pueblos árabes y en especial la del pueblo palestino en defensa de sus riquezas y liberación.

En Latinoamérica también explota el temporal revolucionario. Desde la victoria de la Revolución Cubana se ha agigantado en todo el continente el movimiento antiyanqui. Los pueblos latinoamericanos pelean por la nacionalización de los grandes monopolios y la independencia económica y política de sus países, reclaman las 200 millas de mar territorial, respaldan las batallas de los panameños en defensa de su soberanía, sobre la zona del Canal, exigen de las grandes potencias un tratamiento equitativo para sus exportaciones. Todas estas luchas tienen un blanco principal: el imperialismo yanqui, y hermanan a los pueblos latinoamericanos. Son escaladas de la revolución continental antiimperialista.

Exitosos logros conquistan los países socialistas en su construcción económica y en su política, entre esos se destacan los enormes adelantos de la República Popular China. La política imperialista de bloquear y aislar a China ha sido agrietada por la lucha del pueblo chino y los pueblos revolucionarios del mundo. Una inmensa cantidad de países reconocen hoy a la China socialista como la única y legítima representante de los 800 millones de seres del pueblo chino, y a Taiwan como parte inalienable de su territorio, incluyendo el obligado reconocimiento que le tuvieron que otorgar los países imperialistas en las Naciones Unidas.

Tanto la situación mundial como la situación latinoamericana en particular es ampliamente favorable para la revolución colombiana. Nuestra revolución en la etapa actual es una revolución nacional y democrática, de nueva democracia, contra el imperialismo yanqui y sus aliados nacionales e internacionales y forma parte de la revolución socialista mundial. Los triunfos del socialismo debilitan al enemigo común y nos favorecen y a la vez los triunfos de la revolución colombiana y de las otras revoluciones de las colonias y neocolonias favorecen la marcha luminosa del socialismo. Las dificultades del movimiento revolucionario mundial son transitorias. El imperialismo y la reacción, junto con sus íntimos aliados, el oportunismo y el revisionismo contemporáneo, serán barridos de la faz de la tierra. El pueblo y el proletariado colombianos cooperan en estas grandes tareas revolucionarias internacionalistas y cooperarán aún más con la victoria de su revolución democrática y con el paso subsiguiente al socialismo.

UNA CAMPAÑA ELECTORAL UNIFICADA DE IZQUIERDA

Ante todo, es indispensable comprender que cualquier compromiso político significa que dos o más partidos resuelven conceder en un momento dado algunas de sus propias exigencias a favor de aquellas en las cuales coinciden. Una campaña electoral unificada de izquierda es el compromiso político de un grupo de organizaciones partidistas alrededor de una plataforma programática revolucionaria con el fin de participar conjuntamente en la lucha electoral. ¿Qué concesión hacen estas organizaciones? La de limitarse a la plataforma aprobada de común acuerdo. ¿Qué ventajas obtienen? Las que se desprenden de la unión de fuerzas. Durante la campaña electoral, el MOIR y las otras organizaciones del frente electoral de izquierda nos abstendremos de tocar determinados puntos de nuestros respectivos programas que nos separan y enfrentan. Agitaremos solo las reivindicaciones que nos permitan concentrar el ataque contra los enemigos principales, única forma de llegar a aliarnos. Dejando de hacer algunas cosas podremos hacer otras. Echamos un pie atrás para saltar hacia adelante. Cedemos pero ganamos.

¿Cuáles son los enemigos principales? Los mismos del pueblo y la nación colombiana: el imperialismo yanqui y sus lacayos, la gran burguesía y los grandes terratenientes; o sea, la coalición burgués-terrateniente proimperialista que detenta el Poder y cuya expresión política es la alianza liberal-conservadora. Los dos partidos oligárquicos lanzaron sus candidatos con el programa de prolongar el Frente Nacional. Sus idénticos propósitos tienden a mantener indefinidamente a Colombia como una neocolonia de los Estados Unidos y al pueblo colombiano explotado y oprimido por el imperialismo yanqui, la gran burguesía y los grandes terratenientes. El programa, de un frente electoral de izquierda tendrá que ser diametralmente lo contrario, exigirá la independencia integral de Colombia y la supresión definitiva de la explotación y opresión del imperialismo y sus aliados sobre nuestro pueblo. No se trata de un acuerdo cualquiera. Vamos a agitar en la campaña electoral una plataforma programática que contenga las reivindicaciones fundamentales y más urgentes del pueblo y la nación colombiana. No existe otra forma de concentrar los ataques contra los enemigos principales ni de dar una batalla que valga la pena en las próximas elecciones contra la alianza liberal-conservadora. Esta es la táctica de las fuerzas revolucionarias, la que contribuirá a nuestro avance.

Sin embargo, aparecen desviaciones de derecha y de "izquierda," que interfieren la aplicación de una táctica revolucionaria correcta para, las próximas elecciones. Ambas redundan en beneficios para la coalición oligárquica y ahondan las divergencias entre los partidos y movimientos susceptibles de engrosar el frente electoral de izquierda. Los portadores de la desviación de derecha insinúan que lo importante es abarcar a todas las fuerzas de la oposición, así sea al precio de aceptar un programa "amplio", impreciso y difuso, como fórmula expedita para llegar a acuerdo con la ANAPO o adherir sin condición alguna al candidato anapista. Estas personas desconfían de la capacidad de lucha de un frente electoral pequeño, aunque armado de una política revolucionaria; renuncian por temor a la batalla en pro de una verdadera alternativa popular; confunden las condiciones de 1970 con las que se presentarán en 1974; no quieren apoyarse en la experiencia de las masas ni ayudarlas a avanzar, lo juegan todo a la carta de un socialismo presidenciable y "a la colombiana". La dimensión del frente electoral de izquierda depende del real desarrollo de las fuerzas revolucionarias y su crecimiento. no puede fincarse en las "arnpliaciones" a su orientación y a su plataforma. No vamos a discutir si esta estratagema después de muchas "ampliaciones" y diversas súplicas conduzca a que la ANAPO participe en la UNO, o a que la UNO se diluya en la ANAPO, si eso es lo que se busca. Pero estamos absolutamente convencidos de que en la actualidad ese no es el camino para ganar vastos sectores de masas, organizarlos, educarlos y movilizarlos hacia las luchas revolucionarias; es un callejón sin salida en cuya penumbra resultará muy difícil distinguir entre lo correcto y lo erróneo, entre la posición consecuente y la oportunista, entre la revolución y la reacción. Una cosa es que la ANAPO no sea el blanco de nuestro ataque y otra cosa es que lo embrollemos todo de manera que. terminemos por nuestra propia cuenta amarrados e impedidos para jalonar la izquierda. El momento no está para lamentarnos por lo que haga o no haga el general Rojas. La ampliación del frente electoral de izquierda estriba en llegar a las masas populares con una política nacional y democrática, coherente y clara. Tres pautas definen esta política: concentrar el ataque contra la alianza liberal-conservadora; criticar las vacilaciones y el manzanillismo de la ANAPO, estimulando a la vez a sus sectores de izquierda para que asuman una posición consecuentemente antimperialista y antioligárquica, y estrechar los vínculos entre los partidos y movimientos políticos de envergadura nacional y regional que estén resueltos a abanderar la alternativa revolucionaria, los cuales, dispersos y enfrentados, no tienen mayor iniciativa, pero que, aliados, acumulan una fuerza de consideración.

La desviación de "izquierda" consiste en impugnar cualquier compromiso necesario para la conformación del frente electoral. Los defensores de este criterio raciocinan más o menos así: no debemos ceder uno solo de nuestros puntos programáticos ni estamos obligados a pactar la paz con quienes nos han combatido en el pasado; si no conseguimos aliados, no interesa, nosotros solos podremos adelantar la campaña electoral contra el Frente Nacional, contra la ANAPO, contra el Partido Comunista y demás fuerzas que se nos enfrenten. Ahora si esto no es posible, decretaremos de nuevo la abstención, y sanseacabó el problema. Estos compañeros no tienen en cuenta la actual correlación de fuerzas; piensan que basta con el entusiasmo y los deseos sinceros de unos cuantos miles de revolucionarios para producir de la noche a la mañana cambios de situación que no hemos logrado en años de tenaz y abnegado batallar; desprecian la urgencia que tienen las fuerzas revolucionarias de romper el cerco y ganar amigos; no distinguen entre los enemigos principales, las fuerzas intermedias y los aliados; olvidan en el fondo la naturaleza neocolonial y semifeudal de la sociedad colombiana y el carácter democrático de la actual etapa de nuestra revolución. El retorno a la abstención es la infantil invitación a que volvamos a enterrar como el avestruz la cabeza en la tierra y nos desentendamos de todo cuanto acontece a nuestro alrededor. Las elecciones y su utilización están determinadas por las actuales contradicciones políticas de Colombia, por la influencia que mantiene la reacción oligárquica en importantes sectores populares, por el desarrollo aún incipiente de la revolución.

Aprovechemos con decisión la campaña electoral para combatir a la reacción e ir a las más amplias masas con una política revolucionaria que eduque y oriente. Si tenemos prisa de llegar a otras batallas verdaderamente revolucionarias y en las que participen millones de hombres y mujeres, no podemos prescindir de esta lucha. Para ello procuremos las mejores condiciones, las más favorables, y estas son las que nos proporciona un frente electoral de izquierda, integrado por el mayor número de organizaciones posible, sin renunciar al ataque frontal contra los enemigos principales del pueblo colombiano, con lo cual traicionaríamos la revolución.

La concreción de un frente electoral de la índole que hemos señalado está pendiente de la victoria tanto sobre las desviaciones de derecha como de "izquierda". A diferencia de otras tareas de las fuerzas revolucionarias, ésta es a término fijo y concluye, como es lógico, el día de las elecciones. Jamás fue más exacto agregar que lucharemos hasta el último día, de manera constante y enérgica, para constituir este frente electoral de izquierda.

Ya dijimos que en las elecciones de abril de 1974, además de fijarse la composición de concejos, asambleas, Cámara y Senado, se "elegirá" el presidente de la República. Habrá que resolver la cuestión del candidato presidencial de izquierda. El Movimiento Amplio Colombiano designó a Hernando Echeverri Mejía y la próxima convención de la UNO decidirá sobre su nombre, según lo previsto por las tres organizaciones que integran la Unión Nacional de Oposición. La conveniencia de postular un candidato presidencial de izquierda ha sido estudiada, discutida y en general aceptada no porque tenga probabilidades así sean remotas de salir victorioso, sino porque la alianza electoral de izquierda necesita una cabeza visible que la represente y que con el respaldo de su candidatura aglutine la lucha y la votación a nivel nacional.

La imposibilidad de victoria de un candidato presidencial de izquierda se desprende de la correlación de fuerzas y de las reglas del juego electoral. Alfonso López y Alvaro Gómez como candidatos del régimen contabilizan a su favor el aparato estatal, la autoridad del dinero, la gran prensa, la radio, la televisión y se apoyan en las fuerzas del atraso y de la tradición bipartidista del país. Las clases explotadoras dominantes organizan y reglamentan sus elecciones y sus instituciones en tal forma que puedan perpetuarse en el poder "democrática" y "pacíficamente". Desde los albores de la alianza burgués-terrateniente proimperialista ésta gobierna a Colombia. En 1957 con la fundación del Frente Nacional, fue elevada a categoría constitucional la Gran Cóalición por medio de la cual se excluyó de las funciones del Estado, incluso de las de elegir y ser elegido a sus cuerpos representativos, a cualquier otro partido diferente del Liberal y Conservador. La oligarquía, para justificar la implantación de un régimen tan ignominioso como éste y que ella misma calificaba de antidemocrático, hizo la solemne promesa de que duraría únicamente dieciséis años. No obstante lo ha prolongado sin el menor empacho. En la reforma constitucional de 1968 suspendió la paridad de las corporaciones públicas y la alternación de la presidencia de la República, pero a cambio prorrogó hasta 1978 la paridad en la rama gubernamental, es decir, continuará la Gran Coalición por cuatro años más. Bajo el imperio de esa norma constitucional se efectuarán las elecciones de 1974. El presidente Pastrana sintetiza la paradójica situación en las siguientes palabras: "Si en las elecciones de 1974 triunfare un partido distinto al conservador o al liberal, ese partido tendría un presidente pero no obtendría el gobierno"[4].

Esta situación no puede ser velada ni desconocida por ninguna organización que se precie de ser un partido político. Los dirigentes del liberalismo y del conservatismo la han explicado hasta el aburrimiento. Sería insólito que cualquier partido de oposición encarara unas elecciones presidenciales ignorando tamaña prohibición que lo saca de antemano, sin importar el resultado de las urnas, no digamos del Poder, sino del ejercicio del gobierno. Y para un partido revolucionario que no está a la caza de los ministerios ni de las inspecciones de la dictadura oligárquica proimperialista, resultaría una monstruosa deslealtad a sus principios no denunciar las reformas que las clases dominantes hacen para "embellecer" y compactar su Estado. ¿Qué interés diferente al de engañar a las masas mueve a un partido, de avanzada o no, al silenciar o tergiversar el problema constitucional? Hay más: la última reforma de la Constitución complementa que el "espíritu nacional en la rama Ejecutiva y en la Administración Pública" ha de prescribirse con "carácter permanente", e instituye de 1978 en adelante los mencionados "gobiernos nacionales", una forma refinada de Frente Nacional, ordenando dar "participación adecuada y equitativa al partido mayoritario distinto al del Presidente de la República". Para modificar estas disposiciones se han establecido los dos tercios de los votos de la Cámara y el Senado. No cabe duda de que el "espíritu" del régimen frentenacionalista de coalición liberal-conservadora ha sido prolongado indefinidamente. Esta fue la intención de las oligarquías en 1968 y esto fue lo que quedó consignado en la Constitución Nacional. Lo debemos indicar para alertar y educar al pueblo sin limitarnos a la cantinela de que ahora gozamos de mayores libertades políticas como fruto del levantamiento de la paridad en las corporaciones públicas y de la supresión de la alternación presidencial.

La reforma constitucional asimismo demolió las prerrogativas que aún le quedaban al Congreso, y lo ató de pies y manos al Ejecutivo, El Congreso actual de Colombia carece de iniciativa para legislar sobre ninguno de los aspectos claves económicos y sociales del país. Las leyes referentes a la banca, a los planes de desarrollo, al comercio, a la inversión pública y privada, al endeudamiento externo, al reglamento del presupuesto oficial, etc., o son proferidas por el gobierno, o solo pueden ser tramitadas por el Congreso cuando aquel elabora los proyectos y se los presenta. Nada puede esperar el pueblo colombiano de una, corporación de esas, corrompida, hasta el alma, subasta de politiqueros inescrupulosos y convertida en una especie de celestina del sistema, cuyo único y verdadero sentido, razón por la cual se la mantiene abierta, es darle a Colombia la apariencia de una república democrática.

En realidad, porciones enormes de las masas populares aprendieron más por experiencia propia que por la propaganda de los partidos de avanzada a repudiar el Parlamento y las asambleas y concejos, igualmente mutilados por la reforma de 1968. Saben que esos cuerpos petrificados, tuerca y tornillo de la actual maquinaria estatal oligárquica proimperialista, vienen funcionando bien o mal en Colombia desde hace siglo y medio y en nada han contribuido, ni ahora ni en el pasado, a remediar los sufrimientos de los desposeídos. Por el contrario, son organismos fácilmente sobornables por las clases dominantes y en los que la mayoría de electores no tiene voz ni voto. La abstención en Colombia, que ha pasado del 70% y que obedece a la despreocupación de las masas por los asuntos políticos, a su vez motivada por el grado de miseria y atraso en el que se encuentran, tiene en parte su origen también en el desgano del pueblo de votar por enésima ocasión para unas corporaciones y por unos candidatos tan alejados y opuestos a sus intereses.

Una campaña electoral de izquierda debe procurar despertar a las masas abstencionistas a la lucha política revolucionaria. Ese es uno de sus objetivos. Pero inalcanzable si se oculta, imitando a los políticos de la burguesía y de los terratenientes, la putrefacción de las corporaciones públicas vigentes. Combatimos el abstencionismo, alentado por las ilusiones pequeñoburguesas; sin embargo, no le dejamos exclusivamente a los abstencionistas la crítica del Parlamento. Participaremos en las elecciones organizadas y controladas por la oligarquía proimperialista sin perder de vista que la fuerza de ésta se basa en el aparato burocrático-militar de su Estado. No vamos a hacerles creer a las gentes que el imperialismo yanqui y sus lacayos se han sostenido en el Poder debido a la abstención y a que tradicionalmente mantuvieron la superioridad numérica en los organismos representativos, ni cosas por el estilo. Las clases explotadoras dominantes realizan elecciones o las suspenden, abren sus parlamentos o los cierran, imponen gobiernos civiles mediante votaciones o caudillos militares mediante "cuartelazos", según, cuando y donde les convenga. Esta ha sido la historia hasta hoy de la casi totalidad de las repúblicas latinoamericanas, para no salirnos de nuestro continente, o por lo menos es la experiencia de Colombia. El Estado y sus instituciones representativas tienen su definida naturaleza de clase y son instrumentos de dominación de una determinada clase. Las clases revolucionarias no pueden esperar a que el Estado de las clases reaccionarias y sus instituciones representativas se pongan a su servicio, así aquellas consigan las mayorías en unos comicios generales. Si aspiran a emanciparse y a transformar la sociedad, las clases trabajadoras oprimidas están obligadas a construir, sobre los escombros del Estado opresor destruido revolucionariamente, su propio Estado con sus instituciones diferentes a las desaparecidas.

Entonces, ¿para qué participamos los revolucionarios colombianos en las elecciones y en el Parlamento? Aprovechamos la campaña electoral y vamos a las corporaciones públicas con la finalidad de desenmascarar la política antipatriótica y antidemocrática del Frente Nacional y sus instituciones reaccionarias, de agitar un programa revolucionario y de apoyar las luchas de los obreros, los campesinos, los estudiantes y los demás sectores populares. Así acumularemos fuerzas. Para eso utilizan los partidos revolucionarios el sufragio en los regímenes explotadores: para acumular fuerzas. Luchamos y exigimos respeto por las libertades políticas, por los derechos de reunión y expresión de las organizaciones populares; pero a cada paso recordamos que bajo el régimen de explotación y represión, en el cual los grandes potentados internacionales y sus sirvientes criollos se hartan de riquezas a cambio del sudor y la sangre de las mayorías, y continúe el imperialismo controlando los resortes vitales de la economía y por ende se mantenga en lo fundamental intacta su influencia política, bajo este régimen, la mejor democracia del mundo es falsa; que sólo en un Estado de obreros, de campesinos y del resto del pueblo, independiente y soberano, con sus organismos representativos auténticamente democráticos, las masas podrán gozar de todos sus derechos y participar plenamente en la política. Educaremos a las clases revolucionarias en la idea leninista de que "la revolución debe consistir no en que la clase nueva mande y gobierne con la vieja máquina del Estado, sino que destruya esa máquina y mande, gobierne con ayuda de otra nueva (...) La esencia de la cuestión radica en si se mantiene la vieja máquina estatal (enlazada por miles de hilos a la burguesía y empapada hasta el tuétano de rutina e inercia) o si se le destruye, sustituyéndola por otra nueva".

LA UNIDAD OBRERA: UNA POLITICA DE PRINCIPIOS

En sus luchas destinadas a frenar la ofensiva de patronos y gobierno y a conquistar dentro de la presente sociedad mejores condiciones de vida y de trabajo, la clase obrera necesita armarse de una central única. Está comprobado que debido a la dispersión y división reinantes en el sindicalismo colombiano los trabajadores se hallan sin mayores defensas, a merced de los abusos del gran capital. Acorralados por ingentes privaciones y soportando la presión económica ante la cual sucumbe buena parte de sus directivos gremiales; bisoños frente a la pericia política de la minoría opresora y perseguidos cuando se deciden a sacar avante con criterio de clase sus agrupaciones sindicales, los obreros emprenden las tareas organizativas en medio de enormes contratiempos y penalidades. A la clase obrera, bajo el yugo imperialista y en la situación de esclavitud asalariada, le resulta muy difícil conseguir y consolidar una organización nacional sindical única. Aproximadamente lleva medio siglo el proletariado colombiano tras esta meta y sus titánicos intentos no han sido aún recompensados.

La ausencia de una vanguardia política, fuerte y acatada por las masas trabajadoras proletarias y no proletarias, ha sido uno de los obstáculos más serios para que la clase obrera colombiana corone con éxito ésta y las otras tareas revolucionarias. Múltiples esfuerzos han dedicado los obreros de avanzada y los marxista-leninistas para llenar el vacío en Colombia de un partido proletario vigoroso y triunfante. Sin embargo, es un hecho irrebatible el de que son 1as masas con sus victorias, con su adelanto ideológico y político, con su respaldo, a quienes corresponde dar el fallo inapelable sobre la existencia y el vigor de un partido revolucionario. La dirección política revolucionaria no se discute; se impone o no se impone por el peso específico de los aciertos o de los errores en la conducción de las luchas revolucionarias. Decimos esto no porque deseemos eludir la controversia sobre el partido obrero; creemos, al revés, saludable que el proletariado estudie y debata apropiadamente tales problemas, que al fin y al cabo son sus problemas fundamentales y a nadie más que a él le competen.

En la actualidad al movimiento obrero colombiano le interesa vivamente la cuestión de una organización gremial nacional que por lo menos abarque a los sectores sindicales independientes. Por otra parte, las actitudes que asuman los distintos partidos frente a esta cuestión contribuirán a medir su verdadero calibre y a conocer mejor sus inclinaciones reales de clase. El MOIR está dispuesto a impulsar esta tarea en compañía de todas las fuerzas políticas, grandes y pequeñas, comprometidas modesta y sinceramente en la creación de la central unitaria. El fortalecimiento de la capacidad de lucha de la clase más revolucionaria inyectará poderosos alientos a las movilizaciones populares e impulsará el proceso revolucionario en su conjunto. Sin la unidad obrera será imposible consolidar cualquier avance de izquierda. El giro de los últimos acontecimientos analizado anteriormente autoriza a proponer como objetivo inmediato y urgente la fundación de la nueva central.

El ánimo unitario de los trabajadores no ha estado inspirado exclusivamente en un sentimiento legítimo de solidaridad alrededor de sus reivindicaciones económicas, sino que, además, se asienta con firmeza en el desarrollo de su conciencia política. Pata percatarse de esto bastaría la lectura de las ponencias aprobadas en los numerosos encuentros sindicales efectuados durante el año. Los encuentros han venido aclarando principios claves de la estrategia y la táctica de la clase obrera.

Sin ninguna vacilación consignaron todos ellos que las calamidades del pueblo y la nación colombiana, el hambre y la miseria, de las masas, el atraso, la represión fascista, la hipoteca del país al extranjero, tienen como causa primera y fundamental el régimen de explotación y dominación de Colombia por parte del imperialismo yanqui y sus lacayos colombianos. Que, de un lado, estos son los enemigos declarados del proletariado y el pueblo colombiano, y, del otro, que la clase obrera encuentra en los campesinos, en los estudiantes y en las otras fuerzas populares también esquilmadas y apaleadas, a sus mejores amigos y aliados en el empeño de liberar al país y hacer la revolución. De la misma manera, hubo unanimidad al condenar como principales responsables de la división sindical a los agentes de las clases dominantes incrustados en el seno del movimiento obrero, las camarillas de UTC y CTC. Finalmente, los encuentros sindicales promovieron una importante discusión sobre las normas y los métodos de funcionamiento de la nueva confederación, al término de la cual coincidieron sin distinción alguna en que el fundamento básico organizativo al que están obligados todos y cada uno de los miembros y sindicatos y de cuya observancia depende en última instancia la preservación de la unidad, es el estricto cumplimiento de la "democracia sindical". Y como culminación de todas estas deliberaciones y resoluciones, se procedió a citar para los días 12 al 14 de octubre próximo el Encuentro Nacional Sindical, encargado de adoptar las determinaciones ulteriores sobre la fundación de la central unitaria independiente.

Se ha cumplido hasta aquí la primera fase del proceso de unificación de la inmensa mayoría de los sectores sindicales independientes, la fase más trascendental y definitiva, la que acordó y precisó los puntos de principio de la unidad del movimiento obrero colombiano. La fusión de las diversas agremiaciones que forman el archipiélago del sindicalismo independiente y la posterior unión de la totalidad del movimiento sindical solo podrán concebirse y alcanzarse mediante una política revolucionaria unitaria. Tres grandes principios comprende la política unitaria de la nueva central independiente: primero, estará al servicio de los intereses de la clase obrera y del pueblo; segundo, combatirá y aislará a las camarillas de UTC y CTC, y tercero, funcionará conforme a la "democracia sindical’. Estos principios compendian los acuerdos unánimes sellados a nivel de base en el curso de los encuentros sindicales regionales y permitirán la creación y crecimiento de la confederación unitaria.

Servir a la clase obrera y al pueblo consiste en velar tanto por sus intereses inmediatos como mediatos. La nueva central deberá encabezar, organizar y apoyar las batallas económicas de las masas trabajadoras y convertirse en un instrumento útil a la lucha del pueblo colombiano por la liberación nacional y la revolución.

En el campo y en las ciudades de Colombia todavía existen muchos trabajadores que no están organizados debido a la falta de orientación o a que la persecución patronal y oficial se los impide. Igualmente hay en las distintas ramas de la producción un sinnúmero de sindicatos de base desperdigados y de muy escaso poder. La nueva central dará orientación, apoyará y colaborará con cuadros y recursos materiales a la organización de los trabajadores que carecen de ella y contribuirá directamente a que el movimiento obrero adquiera la estructura de los sindicatos de industria. Entre las responsabilidades de primer orden estarán, pues, las organizativas. La central independiente será el factor por excelencia de la amplitud, cohesión, solidez, eficacia, y progresión del sindicalismo colombiano.

Las masas trabajadoras se ven impelidas a una lucha permanente y cada vez más aguda, en defensa de sus derechos democráticos esenciales y por la consecución de conquistas que atenúen en algo las duras modalidades de trabajo y subsistencia. Esta lucha es absolutamente necesaria y provee las condiciones favorables mínimas para que la base obrera pueda meterle el hombro a las tareas de su preparación ideológica y política. Esta lucha debe ser conducida de manera efectiva y respaldada, incondicionalmente. Obligación cotidiana de la central unitaria será entonces la solidaridad con todas las huelgas, paros y demás formas consecuentes de lucha de los trabajadores, sin discriminar la filiación ni la dirección de los sindicatos o federaciones en conflicto. Dentro de esta conducta tendrán prelación todas las acciones unitarias reivindicativas que la nueva organización ha de emprender, dirigir y coordinar en alianza con el resto de fuerzas del movimiento sindical.

La nueva organización apoyará a su vez todas las movilizaciones revolucionarias de las masas populares, denunciará los atropellos contra las fuerzas revolucionarias, democráticas y patrióticas y fortalecerá los lazos de amistad con las organizaciones de los campesinos, de los estudiantes y de los otros sectores del pueblo colombiano. Combatirá las contracorrientes reaccionarias y ainticomunistas y fraternizará con las corrientes del progreso, la democracia y la revolución, en sus actividades nacionales y en sus relaciones internacionales. La confederación unitaria independiente será en suma un baluarte más, de primera línea, al servicio de las luchas obreras en particular y del pueblo colombiano en general, contra el imperialismo yanqui y sus agentes.

Combatir y aislar a las camarillas de UTC y CTC. He ahí uno de los deberes prioritarios de cualquier organización sindical consecuente. Esta lucha es parte integrante de la que adelanta desde siempre y naturalmente la clase obrera para limpiar su casa de esquiroles y traidores. Pura hipocresía serían las declamaciones de unidad si las palabras y las buenas intenciones no las acompañamos de una lucha enérgica, perseverante y a fondo contra los agentes patronales de la UTC y CTC, financiados y consentidos por las oligarquías colombianas y su amo imperialista.

El combate no es en ningún momento contra los sindicatos y los trabajadores de las dos centrales. Ellos son víctimas propiciatorias de la turbia política de éstas. Pero mientras las clases dominantes puedan contar con ambas centrales o aunque sea con una de las dos, echarán mano de ella y encontrarán formas gananciosas de urdir maquinaciones, sembrar el desconcierto e intrigar la división entre los obreros sindicalizados. Unicamente propiciando la desintegración progresiva de la UTC y CTC las masas trabajadoras estarán en posición ventajosa para desbaratar las maniobras de los explotadores y consolidar una confederación auténticamente suya y ciertamente poderosa.

Al ofrecer su solidaridad fraternal a los sindicatos y federaciones de la UTC y CTC, la que proporcionamos sin regateos y en observancia de una indeclinable norma de principios, así como en las acciones unitarias, debemos tener cuidado hasta donde las circunstancias lo permitan, de que las camarillas no escondan su engañosa faz tras el prestigio de la nueva central, o a costa de ésta. Al mismo tiempo debemos apresurarnos a orientar y a apoyar las rebeliones que brotan contra las camarillas vende obreras en las filas de UTC y CTC por cuenta y riesgo de sus afiliados, para que cuajen oportuna y conscientemente. En síntesis, todas las batallas de la central unitaria independiente han de redundar en su propio fortalecimiento y en el aislamiento de las camarillas, hasta cuando la clase obrera, entera se agrupe en una sola organización gremial nacional.

Funcionar conforme a la "democracia sindical” significa ceñirse al sistema del centralismo democrático. Este es el sistema organizativo que garantiza la dirección colectiva y excluye las prácticas burocráticas por las cuales una o dos personas, o un grupo de personas, toma resoluciones a espaldas de las mayorías y decide la suerte de éstas de manera arbitraria. El centralismo democrático es una forma organizada y disciplinada de funcionamiento que exige obediencia a la dirección constituida democráticamente. Los organismos directivos se eligen mediante votaciones en las que intervienen directa, o indirectamente todos los asociados; y en los asuntos de interés general. se tolera la libre discusión y se tiene en cuenta la opinión de las bases. La nueva central deberá funcionar conforme a este sistema, del centralismo democrático, cuyos fundamentos son: 1) la minoría se somete a la voluntad de la mayoría; 2) el socio a la organización; 3) los organismos inferiores a los superiores, y 4) toda la central a su dirección nacional.

Un buen comienzo es facilitar la participación democrática de la totalidad de fuerzas que sinceramente desean contribuir a la feliz culminación de la central unitaria; y reconocer los esfuerzos y el aporte decisivo de la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia a este proceso. La verdad sea dicha. Sin el contingente de la CSTC, espina dorsal del movimiento sindical independiente, la consigna de la construcción de la nueva agremiación hoy sería un poco menos que imposible. La composición de la dirección de la nueva confederación de ningún modo puede ser “igualitaria"; debe reflejar al contrario el desarrollo objetivo de las diferentes fuerzas que la integran, única forma de aplicar la "democracia sindical". Dentro de la confederación no seguiremos con el método de la "unanimidad”, utilizado en la primera fase que ha requerido de conclusiones aprobadas por todos, a causa de la necesidad de que las diversas fuerzas, sin excepción, compartan voluntariamente el derrotero de principios acordado. Este método de la "unanimidad" lo empleamos fundamentalmente en las alianzas, en las acciones unitarias, en los frentes, cuando no se pacta otra cosa. Pero en la central unitaria, como en cualquier sindicato, la designación de la dirección y el resto de definiciones habrán de adoptarse por la simple mayoría, y las fuerzas minoritarias se someterán disciplinadamente.

Las fuerzas integrantes de la nueva agrupación deben empeñarse por instaurar un ambiente de fraternidad; buscar y promover el acercamiento a todo nivel entre los trabajadores que impida hacer carrera al sectarismo, e imbuirlos del espíritu del estudio y la discusión abierta y franca de los problemas concretos para prevenir el dogmatismo. La nueva central planificará la educación de sus afiliados; estimulará antes que entorpecer la crítica de los errores por parte de la base, y la autocrítica, y así crear las condiciones que aseguren corregir los desaciertos y subsanar las fallas. En fin, en la nueva central ha de prevalecer una situación revolucionaria tal que los trabajadores puedan plantear y abocar todos los asuntos por difíciles, delicados y complejos que parezcan, sin que ello ponga en peligro su unidad y su cohesión.

Que la central obrera independiente se rija por la "democracia sindical" y sea un aprendizaje ideológico y político de la clase obrera colombiana en el camino de su emancipación.

El MOIR, que por intermedio de las organizaciones sindicales bajo su orientación e influencia sugirió, patrocinó y apoyó la realización de los encuentros sindicales está plenamente de acuerdo con sus conclusiones y compromete su honor en la ejecución de la política unitaria del movimiento obrero. Esta es una tarea sin fecha fija, y en la vía de su cristalización le aguardan aún muchos inconvenientes. Sin embargo, a nuestro juicio se ha superado ya la primera etapa con los encuentros regionales, y como es sabido, el principio de las grandes empresas resulta ser lo más difícil. Ahora hay que ir en pos de las demás etapas, sin atemorizarnos por las complicaciones y confiados en que las fuerzas revolucionarias de la clase obrera son capaces de resolverlas acertadamente.

"Es preferible ser cola de león que cabeza de ratón". Esta es la reflexión que se deben hacer los compañeros dirigentes de esa abrumadora cantidad de pequeñas parcelas en que se halla disperso el sindicalismo independiente. Abandonar la pretensión de tener sus propias, homogéneas y hegemónicas agrupaciones sindicales, pero reducidas, solitarias y raquíticas, renunciar a ser "cabeza de ratón" y pasar a engrosar la confederación unitaria, una organización de extensión y poder nacionales. Y aunque la comparación no es muy exacta porque todas las fuerzas podrán contribuir en la medida, de sus posibilidades en la dirección de la nueva central, en la "cabeza de león” , sí nos sirve el antiguo proverbio para ilustrar lo que le conviene a la clase obrera y en particular a los sectores sindicales independientes.

El MOIR surgió de la preocupación de nuestro Partido, el Partido del Trabajo de Colombia, de coordinar aquellos sindicatos, federaciones y bloques independientes y autónomos que combatían la traicionera política de la UTC y CTC, y que a la vez mantenían divergencias, algunas de fondo, con la CSTC. El proyecto era el de crear a la larga una cuarta central en Colombia. La persecución oficial y patronal y las luchas internas entre las organizaciones sindicales del MOIR fueron aplazando este propósito. La historia es conocida. En la actualidad la corriente sindical inspirada por nuestro Partido se halla extendida a nivel nacional y notoriamente pujante en los principales centros obreros del país. Pero las particularísimas condiciones de nuestro desarrollo, y el hecho de que nuestra actividad partidista se reducía en sus comienzos casi exclusivamente a la organización y a la lucha de los sindicatos, la especial agudeza de estas luchas y los enconados debates y enfrentamientos que produjo dentro del movimiento revolucionario colombiano la presencia de la nueva fuerza, contribuyeron a que a nuestro Partido se le terminara conociendo con el nombre de Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario.

Esto ha sido aprovechado por nuestros enemigos de un extremo y del otro para acusarnos gratuitamente de confundir la cuestión gremial con la política, el partido con los sindicatos. Con el objeto de separarnos de las masas, se dice en los sindicatos que el MOIR es un partido político y que por lo tanto nada tenemos que hacer en ellos, mientras se agrega que los "moiristas" no son más que unos "sindicaleros" sin visión política. Sin embargo, aferrándonos a nuestra política de respetar la órbita gremial y la autonomía propia de las organizaciones sindicales, la que llevaremos a cabo, celosamente en las tareas unitarias del movimiento obrero, y con la futura realización del primer congreso de nuestro Partido, iremos desembrollando el enredo y delimitando tajantemente los dos campos, no tanto para nosotros mismos que lo hemos aclarado suficientemente, como a la vista de los obreros y de las masas populares que en definitiva es cuanto interesa a toda fuerza revolucionaria. A estas alturas de nuestro desarrollo tendremos que insistir de nuevo en las lecciones elementales del marxismo-leninismo: las diferencias y relaciones del partido político con las organizaciones de masas. Después de todo a una fuerza nueva que se abre paso a codazos en medio de una sociedad repleta de contradicciones, anarquizada y descompuesta, las cosas no le salen conforme a dogmas y cánones preestablecidos. Como dice Engels, "Los nombres de los verdaderos partidos políticos nunca son adecuados por entero; el partido se desarrolla y el nombre queda".

 

NOTAS

[1] Editorial de Documentos Políticos, marzo-abril de 1973, págs. 5 y 6.

[2] Voz Proletaria, 26 de julio de 1973, pág. 3.

[3] Apartes del informe leído en la "Conferencia de Dirigentes Comunistas de Bogotá", 11 de noviembre de 1972. Voz Proletaria, suplemento Ideología, 23 de noviembre de 1972, pág. 5.

[4] Misael Pastrana, Mensaje a los directorios Liberal y Conservador, 7 de enero de 1972. El Tiempo, 8 de enero de 1972


 
 
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